El frágil hombrecito que se aleja por la gran carretera con su sombrero hongo, su bastón flexible, sus zapatones demasiado grandes, y sus andares de pato, murió un día de Navidad, el 25 de diciembre de 1977, mientras dormía en su casa de Vevey, en Suiza. En realidad, el que falleció ese día fue el creador, Charles Chaplin, su personaje inigualable e inolvidable, Charlot, lo había hecho en el filme Candilejas, en 1952.

El cómico más famoso de todos los tiempos, un hombre libre.

Charles Spencer Chaplín, uno de los más grandes genios de la cinematografía, había nacido el 16 de abril de 1889 en el número 314 de Kennington Road, en Londres, una calle pobre y suburbial que no olvidaría en su vida. Por su parte, Charlot debutó el 2 de febrero de 1914 en la película Making a living (Ganarse la vida) para ser el vagabundo más famoso de la historia del cine.

Un bombín, un bastón y unos zapatones, medicina para la risa.

Ya no pararía de hacernos reir (o de ponernos el mazapán en la garganta en alguna escena enternecedora), en sus geniales El chico (1921), La quimera del oro (1925), Tiempos modernos (1936) y en sus decenas de filmes “menores”, un decir porque fue el más célebre del cine mudo y un actor, director, productor y hasta compositor (su banda sonora de Candilejas, su injusto único Oscar y reflejo autobiográfico) para algunos su mejor película. Y su El gran dictador, condena del nazismo y antisemitismo.

En origen, Charlot es grosero y cazurro, en defensa contra el convencionalismo que coarta su personalidad. Luego se afina y acentúa contra la falsa moral, la hipocresía y se rebela, se muestra anticlerical y antimilitarista, ataca con sorna a la banca, las iglesias y las guerras, todo con ironía y caricatura, sentido del humor con la ternura, poesía y sentimiento que le caracterizaron siempre.

DE ELIZONDO

El cómico más célebre de todos los tiempos, interpretó y dirigió (1916) una personalísima versión de la Carmen de Prósper Mérimée y Georges Bizet en la que, sin referencia a su ascendencia, encarnó a Don José, el militar de Elizondo loco por el amor de la gitana de Etxalar que adquiere insospechada dimensión cómica. Fue y sigue siendo un hito fundamental en la historia del cine, utilizó multitud de recursos humanos y gestuales y desplegó un talento y un ingenio que aún hoy provocan carcajadas, aplausos y ganas de vivir. El policía se enfrenta al infeliz fuera de la ley de los poderosos: ¿cómo no ponerse junto al pobre hombrecito que se aleja por la carretera y murió un día de Navidad?