En su larga trayectoria como actriz, Elvira Mínguez (Valladolid, 1965) ha puesto rostro a multitud de vivencias frente a la pantalla, y ahora también lo hace a través de la literatura. En su nueva novela, La sombra de la tierra, la actriz y escritora narra la historia de dos mujeres o, mejor dicho, de la escalada al poder de una de ellas y la pérdida del mismo de la otra. Situados en el año 1896, en Villaveza del Agua, cuenta el día a día de un pueblo de la provincia de Zamora donde el hambre y la pobreza son las circunstancias vitales de sus habitantes, sometidos a la Garibalda, una mujer viuda y enferma que impone sus propias normas a la comunidad entera.

¿Cómo ha sido dar el paso del mundo de la interpretación al mundo literario? 

Pues la verdad es que ha sido algo bastante natural. Al fin y al cabo, después de tantos años creando personajes, y escribiendo personajes para complementarme a la hora de prepararlo, de alguna manera los personajes eran lo primero en lo que pensaba y después lo que he hecho ha sido ir construyendo también las escenas, las secuencias en las que iban apareciendo y moviéndose. 

Ambas disciplinas es cierto que consisten en contar historias, pero cambia el lenguaje, ¿verdad?

Yo no puedo evitar venir de donde vengo y la trayectoria que ya tengo. Entonces, a la hora de contar la historia para mí hay algo muy visual y que es como yo lo veo en la cabeza, y lo que he hecho ha sido transmitirlo al papel de la misma manera en la que yo lo veía. Eso hace, es verdad, que tenga un ritmo rápido, porque a la hora de la verdad yo en la cabeza tengo guiones. Y, a pesar de que leo muchísimo, y de que llevo leyendo toda mi vida, indudablemente para trabajar trabajo con los guiones, analizo los guiones, etc. Entonces, yo creo que todo esto es como una especie de mix, es como una especie de guion novelado, es novela, y me parece que eso se refleja ahí. 

Ahora llega a las librerías con su novela La sombra de la tierra. ¿De dónde nace la inspiración para contar esta historia? 

Nace de la foto de una bisabuela mía y de unos hechos que contaban de ella, que se había suicidado y que se había tirado al pozo y se había atado las faldas. Todo esto a mí me sorprendió mucho, me resultó todo un personajazo. Empecé a investigar un poco la época y empecé a construir la historia... Y lo que te decía antes, partiendo de los personajes. Tenía dos de los personajes centrales, una era Atilana y la otra Garibalda -que era una pobre, una bellísima persona-. Estas mujeres de la novela no tienen nada que ver con las reales, que tampoco coinciden en época ni en nada. Yo las he llevado más atrás porque me interesaba que estuvieran enmarcadas en la Guerra de Cuba. 

Y el proceso de documentación, ¿cómo ha sido? Porque entiendo que no haber vivido en la época sobre la que se escribe complica un poco el trabajo.

Sí, pero creo que también lo hace mucho más interesante, por lo menos para mí. A mí me encanta todo el proceso de documentación. En este caso, he tenido además la ayuda de una tía mía, que tiene 83 años pero tiene una cabeza privilegiada. Entonces, ella me iba contando cosas que iba recordando, y eso me servía como guía a la hora de documentarme. Entonces, ella empezaba a hablar igual de la vendimia, y yo me metía ahí y empezaba a ver cómo funcionaba aquello. Y de esa manera lo he ido haciendo con todo. He ido dando con cosas que no conocía y que me parecían maravillosas. Por ejemplo, todo el asunto de los sustitutos, cuando en la guerra algunas familias pagaban para que sus hijos no tuvieran que ir, y buscaban a un sustituto. Eso estuvo en el Ejército español hasta el año cincuenta y tantos. Y se daban paradojas como que en el andén de los trenes, al mismo tiempo que estos pobres hombres marchaban para la guerra porque la familia tenía que comer, los otros estaban pidiendo ayuda para estos que se iban. Había una serie de mundos que me iba encontrando a medida que me iba documentando, y me parecía maravilloso. Para mí es una parte del proceso alucinante. Y luego claro, enmarcarlo ahí, es que yo necesito, por lo menos, revisar el pasado. Necesito revisar el pasado de las mujeres, necesito tratar de entender muchas cosas. Y el ir construyendo estos mundos y todo esto ha sido una cosa que a mí me ha gustado siempre. 

¿Diría que tenemos que aprender de nuestra historia? 

Siempre. Yo creo que tenemos que aprender del pasado realmente para entender cuáles son las consecuencias que ese pasado tiene en nosotros y en el futuro, porque si no, difícilmente vamos a poder cambiar nada. 

Como comenta, los personajes y los escenarios tienen un fuerte peso dentro de la historia, y decía que no se parecen a las personas en los que inspiró los nombres. ¿Cómo ha construido, entonces, estos personajes? ¿Qué le ha llevado a ese lugar?

La lógica. De alguna manera, la coherencia. Quiero decir, que cuando construyes un personaje para interpretación es verdad que tienes un guion y el personaje está construido, y lo que tienes que hacer es rellenarlo. Pero a la hora de enfrentarme a los personajes, yo siempre parto de eso. Intento que sean coherentes en sus acciones -aunque se trate de un psicópata, tiene que tener su coherencia-. Para mí esto era básico a la hora de construir estos personajes. Y así, siendo coherente con las circunstancias en las que están viviendo y con las situaciones que les ocurren, quieras o no, los personajes construidos te van llevando. Es como la pescadilla que se muerde la cola; no pueden ser sin las circunstancias, y al mismo tiempo las circunstancias no pueden ser sin ellos. Y las consecuencias no pueden ser tampoco sin el pasado. De alguna manera, a la hora de construir la novela para mí esas consecuencias han sido la guía por la que transcurrir con ella. Y luego, esas circunstancias que se van dando en presente una vez que ya tenía los personajes más o menos hechos, reaccionar con ellos era aplicar lógica. 

Trata un tema como son los juegos de poder, que para que uno lo obtenga otro tiene que perderlo, que es casi imperecedero.

Bueno, yo creo que la novela completa -aunque esté ambientada en 1896- se podría trasladar tal cual está al 2023 y creo que seguiríamos hablando de lo mismo; de cómo el odio se convierte en el pilar, de qué ocurre cuando de ese pilar de la existencia desaparece el objeto odiado, cómo se queda esa existencia, qué pasa con la culpa, qué ocurre con la información y de qué manera se manipula, qué ocurre si invertimos los roles... Creo que se puede trasladar perfectamente. Al fin y al cabo, no deja de ser una saga y como tal se puede trasladar a cualquier época.

¿Con qué sensaciones cree que se van a quedar los lectores cuando se sumerjan entre estas páginas? Porque ya está recibiendo feedback. 

Sí. Pues mira, la verdad es que todos coinciden en que te engancha y no puedes parar de leerla. Una amiga actriz me llamó y me dijo que al levantarse iba a hojear la novela, y a las nueve de la noche me dijo que seguía en la misma posición, que no había parado hasta terminarla. Eso es lo que todo el mundo me está diciendo. Es muy bonito. Creo que de alguna manera todos pensaban “Vale, una actriz puede escribir una novela”, pero creo que no esperaban que fuera a ser un tipo de novela así o que estuviera escrita de esa forma (risas). La verdad es que todos me están dando unas cosas preciosas en los feedback.

Vamos, que esta primera incursión en la literatura entiendo que será la primera de muchas. 

Eso es lo que quiero, desde luego. A mí siempre me ha gustado muchísimo leer. Recuerdo que mi abuelo un día dijo: “¿Pero es que nadie se ha dado cuenta de que esta niña está leyendo?”, y yo tenía cuatro años. Todos los momentos buenos los tengo asociados a la lectura en las diferentes etapas de mi vida. Y la escritura ha venido así, de una manera también natural. No ha sido nada forzado que yo en un momento dado haya dicho “Voy a escribir una novela”. No, iba escribiendo cosas, y de repente se convirtió en un libro que al dárselo a una amiga para que lo leyera, me propuso: “¿Qué te parece si se lo enviamos a Planeta?”. Y desde luego me he dado cuenta de que he tenido el privilegio de abrir una puertecita que yo no sabía ni siquiera que la tenía, no sabía que quería escribir esto, y por supuesto he aprendido lo que dicen los escritores: que es un oficio, que tiene un horario, que escribir es reescribir... Ahora me levanto todos los días a la misma hora, me pongo y ya le estoy dando vueltas a la siguiente historia.