Lleva mucho tiempo en la música, su primer EP salió hace más de diez años, pero dice que con este disco ha empezado a encontrar su lugar en la música. ¿A qué se refiere?

–No tanto empezar a encontrar mi lugar, sino encontrar mi lugar. Creo que empecé a encontrar mi lugar cuando empecé con aquel primer epé que acabas de mencionar, porque creo que todos los caminos en la vida, y sobre todo en el arte, nos llevan al lugar en el que estamos hoy. Siempre he estado buscando mi lugar y, si creo que ahora lo he encontrado, ha sido porque hace ocho años empecé a girar mucho por América Latina y esos viajes transformaron mi música, mi manera de ver el mundo y mi manera de habitar la palabra y la poesía. Empecé una búsqueda, una exploración de distintas músicas, que creo que hasta Vueltas no se han consolidado. Por eso digo que con este disco he encontrado mi lugar. Es posible que sea mi lugar por ahora, y que después mute. En eso consiste mi espíritu inquieto. 

Ese lugar es bastante amplio, porque en Vueltas conviven distintos géneros: pop, canción de autor, muchos sonidos caribeños como son cubano y merengue… Mucho eclecticismo.

–Es que yo creo que mi lugar es exactamente ese, el eclecticismo. No es un lugar fácil de habitar. Es bastante más difícil que tener un estilo definido, porque implica conocer en profundidad muchas materias distintas. Requiere mucho trabajo de investigación y de estudio, aunque a mí me sucede de una manera muy natural. Mis bandas favoritas siempre han sido muy eclécticas: La Cabra Mecánica, Bebe… Proyectos musicalmente muy eclécticos, pero con mucho respeto y conocimiento de causa. Me gusta ofrecer en mi proyecto lo que a mí me gusta recibir. 

Con semejante variedad de estilos, ¿se siente cómodo bajo la etiqueta de cantautor? ¿O se le queda estrecha?

–Yo creo que cumplo bastantes requisitos de esa etiqueta, no reniego de ella. Un cantautor es alguien que compone sus propias canciones, que las puede defender únicamente con su instrumento, que escribe desde la sensibilidad hacia la verdad y la belleza… Hoy en día, ser cantautor no es un género musical, tiene más que ver con esto que te acabo de contar. Rozalén, El Kanka, Muerdo… Yo me siento más cómodo con la etiqueta de músicas del mundo, que es lo que hago. Si toco merengue, chacarera, son, hip hop… Lo que estoy haciendo es tocar músicas de distintos lugares del mundo, y eso se define con esa etiqueta. Pero no rechazo el término de cantautor. 

Es cantautor, pero da gran importancia a su banda, Los locos descalzos, y se definen como un proyecto autosugestionado. ¿A qué se refiere?

–Somos autogestionados en tanto y en cuanto somos los jefes de nuestra obra, de nuestro tiempo, de nuestras decisiones, de la música que hacemos, de cómo la hacemos, de cómo la sacamos… Yo comencé muy joven y me empezó a ir bien desde el principio, y siempre me han lanzado cantos de sirena desde las grandes empresas de la industria musical. Pero para mí siempre ha sido muy importante ser el dueño de mis tiempos. Siempre he querido construir una carrera a largo plazo, y creo que el mejor camino para conseguirlo es hacer las cosas despacio, con un público que se acerca a ti de manera natural. Por eso hacemos las cosas por nuestra cuenta. Por supuesto, anhelo ciertas facilidades que te da la industria, como una mayor facilidad para crear contenido en redes, videoclips, herramientas de marketing… Pero sigo estando a gusto con mi manera de funcionar. Y hay una connotación política en ello. Es importante demostrar al mundo que las cosas se pueden hacer de otra manera. Los chavales deben saber que no necesitan un golpe de suerte ni a ningún personaje de las altas esferas que les haga una carrera. La carrera se hace paso a paso.

Habla de la connotación política, y el compromiso siempre ha estado presente en su obra, por ejemplo la memoria histórica. Usted es muy joven, ¿de dónde viene su interés por ese tema?

–Empecé a investigar sobre memoria histórica muy temprano, cuando me di cuenta de que hay cosas que me pasan que no se pueden entender si no reviso mi memoria genética. Por ejemplo, cuando se aprobó la ley mordaza, me costó entender cómo lo habíamos podido permitir. Si ves que nuestros padres han vivido durante treinta y seis años una dictadura y han asumido la represión como un modelo civil, porque no les quedaba más remedio, eso está en nuestra genética. El poder asume esos modelos de represión y el pueblo los acata, con mayor o menor resignación. Vivimos en un país desmemoriado. El poder se perpetúa a través de la violencia y del olvido. En este país nunca podremos entendernos porque tenemos una grieta social, por la falta de reparación. Tenemos más de cien mil personas desaparecidas en cunetas y fosas comunes.  

El disco salió en 2021 y la gira, que ha bautizado como Últimas vueltas, ya está en su tramo final. ¿Qué vamos a encontrar en la sala Totem?

–Me apetecía despedir el disco en casa después de haber estado mucho tiempo tocando por América Latina. Quería tocar estas canciones una última vez antes de entrar a grabar el nuevo disco. Habíamos tocado alguna vez en Sartaguda, pero tardamos diez años en ir a Iruña; hace dos años tocamos en la casa de cultura de Burlada y nos fue muy bien, vino mucha gente y estuvo muy entregada. Nos dimos cuenta de que era un error no haber ido antes. Como hemos hablado, somos una banda autogestionada: decidimos dónde tocar, alquilamos una sala, cobramos una entrada… Nos hemos dado cuenta de que tenemos un público amplio en Navarra, así que queríamos repetir, además en una sala, con la gente de pie.

¿Tiene ya fecha para el nuevo disco?

–La idea es entrar al estudio en septiembre. Siempre grabamos en vivo. Primero hacemos un trabajo de preproducción, pero la grabación sucede en diez días. Lo haremos en Gárate Studios, en Andoáin, con Kaki Arkarazo. Supongo que el disco saldrá en primavera del año que viene.