Tras el éxito cosechado con la novela y su posterior adaptación a la pantalla de la mano de Netflix de La cocinera de Castamar, y de otra obra como Los diez escalones, Fernando J. Múñez regresó a comienzos de año a las librerías con una historia llena de intrigas que nos trae de vuelta al año 1845, cuando André de Castronavea regresa, doctorado en Leyes, al pazo gallego que lo vio nacer. “El reencuentro con su familia le produce una felicidad inmensa, pero su mayor anhelo es ver a Iria, la hermanastra de su padre, poco mayor que él. Ya en su cuarto, André la ve aparecer y ella, llevada por la emoción, le besa inesperadamente”. Así comienza esta novela que, tal y como su propio autor explica, plasma su amor por la historia. “Cuando eres niño y te dicen qué superpoderes quieres tener, a mí me gustaría viajar en el tiempo, o por lo menos viajar para ver en el tiempo, para conocer, y la literatura tiene ese poder”, reconoce. 

Y es que aquí nos retrata de forma magistral la sociedad burguesa del siglo XIX, y lo hace en un paraje incomparable. “Esta historia ha sido como una especie de oleaje que ha venido y ha ido. Por un lado yo quería contar la historia de dos grandes familias diferentes, y también quería ahondar en el siglo XIX, quería contar cómo el pensamiento decimonónico terminaba por afectar a todos los estratos sociales. Desde cómo limitaba a los hombres, y oprimía a las mujeres, cómo ese corsé social determinaba la forma de pensar, sentir, vivir, vestir, comportarse y con quién debía casarse una mujer”, recalca. Y es que él quería contar la historia de hombres, pero también de mujeres poderosas, que encontraran las vías para dar con sus espacios de libertad.

“Cuando eres niño y te dicen qué superpoderes quieres tener, a mí me gustaría viajar en el tiempo”

Y lo hizo en una sociedad burguesa, donde ese “corsé social” es más fuerte. Con unos personajes ficticios, salvo uno -el de la yeya, que está basado en su propia abuela como un homenaje hacia ella-, y con un fuerte peso en los escenarios. “Yo quería que mi descripción del pazo te llevara al mundo decimonónico, y aunque existían pazos medievales y se mantuvieron y formaron parte del legado de muchas familias, a mí me interesaba que en mi descripción el lector tuviera la sensación de que estaba entrando ya en un palacio puramente decimonónico”, resume. Es por eso que se inspiró en el pazo de Lourizán para contar esta historia. Y también ha querido recoger la tradición a través de algunos de los personajes. 

Porque si en algo destaca Antes se secará la tierra es en que es una puerta abierta a nuestro pasado, una oportunidad ideal de echar un vistazo a la historia reciente de la burguesía gallega en un relato repleto de secretos, intrigas, amor... en el que J. Múñez nos habla de cómo los lazos familiares pueden ser condena o bendición y nos sumerge en las traiciones más dolorosas, en los amores más desgarrados y en los sacrificios que se hacen sin importar las consecuencias.