Éramos el mejor grupo de rock del mundo, con un sonido imparable”, asegura Steve Gorman, el batería de The Black Crowes, en su libro autobiográfico Difíciles de manejar (Neo Sounds) sobre el momento de forma de la banda en 1992, cuando editaron su segundo disco, The Southern Harmony and Musical Companion (Universal), ahora reeditado en una edición de lujo que añade a éxitos como Sting Me y Remedy un montón de inéditos de estudio y grabaciones en directo. Fue el disco de la entrada a la guitarra del mítico Marc Ford, que llegó de la mano de la heroína y que, junto a las habituales broncas de los hermanos Robinson, inocularon el veneno que acabó con el grupo.

Dos años después de Shake your money maker, el exitoso debut de un grupo llamado previamente Mr Crowe’s Garden y que vendió cinco millones de copias, se publicó este segundo vuelo de los cuervos negros, fieles a un sonido heredero del r&b y el rock sureño de The Faces, los Stones, Humble Pie y Allman Brothers Band. Al frente seguían los hermanos Chris (cantante) y Rich Robinson (guitarrista), pareja pendenciera que encandiló al mundo con su mezcla de rock, soul, rhythm and blues, country y sonidos sureños.

“El primer disco nos cambió la vida, renegociamos el contrato, creamos una sociedad entre los cuatro miembros originales y nos convertimos en profesionales”, escribe Gorman. A pesar de acabar exhaustos tras la gira mundial que les dio a conocer, el grupo usó el garaje de Chris como “cuartel general” para la preparación de su segundo disco, que acabó grabándose en los Southern Tracks de Atlanta, en apenas ocho días si excluimos alguna regrabación posterior de percusión y mezclas.

The Southern Harmony and Musical Companion se grabó con los integrantes del grupo “sobrios y centrados”, según su batería, sin “las putas velas” que tanto le gustan a Chris, y nuevamente con George Drakoulias a la producción y Ed O’Brian como ingeniero de sonido. La entrada de Marc Ford a las guitarras –“encajó desde el primer día que tocó en el garaje”, recuerda Gorman– en el lugar de Jeff Clease impulsó a The Black Crowes al mejor momento de su carrera. “Éramos el mejor grupo de rock del mundo, incluso rechazamos una gira con Guns N’ Roses y Metallica. Éramos jóvenes, teníamos éxito y tocábamos de puta madre”, escribe el batería.

Un disco mítico

“Siempre hemos pensado que la música de este disco se hizo con cierta magia que había en el ambiente en 1992. Esta caja especial representa todos los ingredientes del hechizo que nos envolvió”, explica Chris sobre el rescate de lujo actual de The Southern… “Siempre sentí que el álbum éramos nosotros consolidándonos como banda y creando nuestro propio sonido. Lo hicimos en ocho días. Cada canción salió en la primera o la segunda toma, no hizo falta ninguna más. Es una instantánea de una banda en posesión de todo su poder, y todavía resuena en mí a día de hoy”, explica Chris.

Todavía emociona oír hoy el disco original, en el que sobresalen trallazos eléctricos como Sting Me; el incombustible medio tiempo Remedy, con el piano robando protagonismo a las guitarras y los brutales solos de Ford; la caricia de Thorn In my Pride; el blues lento Bad Luck Blue Eyes Goodbye; la armónica desértica y guitarras stonianas de Hotel Illnes; la palpitante sección rítmica de My Morning Song o el aliento acústico de Time Will Tell, con su atmósfera de jam session y cadencia reggae.

Entre los Zeppelin, Allman Brothers Band y L. Skynyrd, con una voz superlativa entre Rod Stewart y Joe Cocker, rugosas armónicas, coros femeninos soul y solos descomunales. Funk, baladas soul, r&b, sentimiento soul, rock sureño… La propuesta se ve ampliada ahora con 14 grabaciones inéditas de estudio, caras b y rarezas en directo entre las que destacan 99 Pounds, original de Ann Peebles y compuesta por Don Bryant, una grabación inédita de estudio de Miserable o una versión de Rainy Day Women n.º 12 & 35, de Dylan.

El grupo, que salió de nuevo a la carretera en 2022, estaba en la cumbre en un 1992 en el que reinaba el grunge. A pesar de ello, vivió la primera de las brechas que acabaron con la banda. Y es que la mitad de sus miembros se drogaba –la llegada de Ford vino acompañada de la heroína–, las peleas de los hermanos por el control eran constantes y, además, el vocalista insultaba a los medios y colegas músicos mientras vendía autenticidad hippie pero abogaba por patrocinios de Budweiser por un millón de dólares. “A la cabeza del grupo teníamos a un tarado, un fracaso como hippie y como capitalista ávido de dinero. Era como compartir casa con un pirómano”, escribió el batería. Eso sí, ¡cómo sigue cantando Chris!