Viene de una familia muy vinculada al flamenco. ¿Cuándo entró el duende en su vida?

Como oyente, desde que tengo uso de razón. En mi casa se ha vivido el flamenco de una forma muy natural, en cada celebración y en cada evento que había, el flamenco terminaba siendo el protagonista. Hemos jugado todos a tocar las palmas, a cantar, a bailar… Es una cosa que nos han inculcado desde siempre, sin darnos cuenta. Luego lo vas interiorizando y fue a los 17 años cuando empecé a tomar conciencia de que me gustaba cantar. Hasta entonces lo hacía solo para mí, pero ahí empecé a hacerlo en una fiesta familiar y todos se emocionaron. En ese momento me di cuenta de que podía cantar.

¿Y cuándo dejó de verlo como una mera afición y se convirtió en una profesión?

Con 17, cuando empecé a cantar para mi familia. Al poco tiempo, algunas peñas flamencas se interesaron por mí, sobre todo la peña de don Antonio Chacón, aquí, en Jerez, que se interesó bastante por mí. Allí debuté. De la mano de Miguel Salado, que fue el impulsor de que, a día de hoy, yo sea cantaor. Era mi guitarrista, todavía trabajamos juntos muchas veces. Él me animó, preparamos el repertorio… Otras peñas me llamaron también, hacía fiestas privadas… El maestro Gerardo Núñez me oyó y me llevó de gira internacional, estuvimos cinco o seis años viajando por todo el mundo. Fue un cambio de vida radical, pasar de estar en Jerez, con mis amigos, a verme por el mundo entero.

O sea, que le llegó casi sin buscarlo.

Exactamente. Yo no busqué nada, hice todo lo que se me iba poniendo por delante. Antes de esta gira, hacía las ferias, el Rocío, fiestas privadas, Navidad… Con Gerardo ya me fui a Estados Unidos, Inglaterra… Por todo el mundo.

¿Y cómo es el público fuera de España? ¿Tiene un conocimiento profundo?

El conocimiento no creo que sea tan profundo como en España. Van más a disfrutar que a examinar, y como van con esa idea, se ve ese fervor, la gente entusiasmada, volcada con el artista, ovaciones largas… Disfrutan muchísimo.

Tengo entendido que, cuando empezó a tomárselo en serio a nivel profesional, su familia no lo vio con buenos ojos, supongo que porque sabían que era un camino complicado.

Claro, es que es muy difícil. Quién iba a decirnos entonces que ahora iba a estar yo aquí, actuando en festivales de importancia y con un nombre, gracias a Dios, ya consolidado. Pero hasta llegar aquí hay mucha incertidumbre, no sabes si vas a llegar o no. Yo lo comparo mucho con el toreo o con el fútbol: cuánta gente con talento se ha quedado en el camino. Siempre sigo que estamos en las manos de Dios. Está el destino y gracias a Dios ha querido que esté donde estoy hoy, pero es una camino de mucha incertidumbre e inseguridad. 

¿Y cómo hace uno, teniendo tanta tradición a la espalda, para encontrar una voz y un camino propio, pero sin renunciar a ese legado?

Sobre todo es la afición y el amor al arte lo que te hace encontrar tu camino. Cuando escuchas a los cantaores de flamenco, sacas tus propias conclusiones y marcas tu camino. En el flamenco tienes que ser fiel a ti mismo y hacer lo que sientes. Si no te engañas a ti mismo y el público lo nota. Eso es importante, tanto si quieres seguir la tradición como si quieres abrir caminos nuevos. 

Dentro de ese camino propio, usted se ha atrevido con la zarzuela y con la ópera. ¿Cómo surgen esas incursiones en géneros tan diferentes al flamenco?

Son obras en las que había un cantaor flamenco. Estuvimos en La tempranica y en La vida breve, y en una había una nana y en otra una soleá. Buscaban un cantaor y me llamaron. Para mí fue toda una experiencia y un aprendizaje brutal, porque es otra disciplina totalmente distinta al flamenco: los montajes, la escenografía, las luces… Si eres un poco avispado, le sacas mucho partido, porque aprendes cosas que luego puedes usar en tus espectáculos.

Entiendo que tiene mucha dificultad, porque en la ópera está todo muy medido, mientras que en el flamenco juega mucho con la improvisación.

Sí, hay meses de ensayo. Igual estás desde dos meses antes ensayando diariamente. Cantas con una orquesta, por lo que tienes que tener los tiempos medidos, no es como en flamenco, que nos abandonamos más, podemos estirar los compases, acortarlos… Ahí no, ahí el ritmo lo marca el director y la orquesta sigue su camino. No te puedes salir. Además, yo no sé música, no sé leer una partitura. Lo hacemos todo de oído. Recuerdo la ópera que hice en el Teatro Real con el maestro Mauricio Sotelo, y era una responsabilidad enorme, había músicos importantísimos de la orquesta de Viena… Y tuve que hacerlo todo de oído, fue difícil.

También escribe algunas letras de lo que canta, que no es nada habitual.

Casi todo es tradicional, sí, pero me gusta escribir algunas cosillas. También utilizo cosas de otra gente que escribe para el flamenco.

Su último disco, Recordando a la Paquera de Jerez, que era su tía abuela, salió en 2021. Su idea era publicar uno nuevo en 2024. ¿Será así?

Al final se va a retrasar un poco, gracias a Dios por temas de trabajo, porque hemos tenido un año bastante fuerte. Creo que será en 2025. Me gusta hacer las cosas pensadas, tranquilamente… Incluso grabar cosas y dejarlas reposar para poder escucharlas y ver si era lo que realmente quería hacer. Me gusta analizar las cosas más que antes. 

Este año abre usted el Flamenco On Fire.

Va a ser mi primera vez en el Flamenco On Fire y te puedo decir que es un festival con una energía muy bonita. Es lo que se ve desde fuera. Los artistas disfrutan mucho, hay un ambiente muy flamenco… Y es un festival de prestigio, porque las principales figuras de flamenco pasan por ahí, y eso no es fácil de conseguir.  

¿Cómo será el concierto?

Va a ser un concierto de cante clásico. Hacemos cantes como la soleá, la bulería, la seguiriya, las alegrías… También nos dejamos llevar un poco por la improvisación. Vamos con El Choro, que es un bailaor que me encanta. Va a ser una gran noche, de disfrutar y de pasarlo bien.