Desde fuera diría que su anterior disco, ‘Bremen no existe’, supuso un punto de inflexión en cuanto a popularidad de la banda. ¿Desde dentro también lo vivieron así?

–Sí, desde dentro también se percibió así. Siempre, con cada disco y con cada lanzamiento, hemos ido creciendo de manera bastante armónica, poquito a poco, no hemos pasado de cero a cien en poco tiempo, sino que hemos ido creciendo de forma paulatina, accediendo cada vez a un público mayor, más oyentes… Sí que es cierto que con Bremen notamos una quiebra y todo se multiplicó. Era muy palpable que ese disco nos hizo llegar a una cuota de peña mayor. Se notaba en los conciertos, sobre todo. Ese es el termómetro, la gente que compra entradas para verte, y el feeling de ver al público cantando tus canciones. Los tempos de las canciones han bajado, el mensaje se ha sintetizado, son más coreables… Tiene cierta lógica.

¿Eso os condiciona a la hora de escribir nuevas canciones?

–Realmente, siempre nos ha ido bien con los discos y no hemos sentido ninguna presión. Ya con nuestro primer disco, Centro dramático nacional, nosotros veníamos de tocar en salas muy pequeñas, un circuito muy underground, y con ese disco empezamos a ir a festivales, las revistas nos hicieron caso, salió en todas las listas… Eso sí que nos sorprendió mucho y fue un choque muy grande. A partir de ahí normalizamos esos contextos. Hemos ido creciendo, efectivamente, pero los entornos ya no eran tan raros. Si después de Centro dramático nacional no sentimos la presión, ya no la hemos sentido nunca. Sabemos que la única vara de medir es nuestro criterio y que haciendo las cosas que nos parecen buenas de la manera que entendemos que es la correcta, nos ha ido siempre bien. Es tan sencillo como escucharnos, dejar que las canciones se desarrollen en el local hasta alcanzar una voz propia. Si estamos a gusto, todo marchará bien.

El nuevo disco se titula ‘¡Ahora!’ A tenor del panorama que se describe en las letras, no sé si es un lamento, un grito de esperanza o una llamada a la acción.

–Es todo eso. Realmente, es una radiografía del momento actual, del presente más inmediato, aunque con cierto truco, porque para lo bueno y para lo malo, para los problemas y los sueños y deseos, hablamos de cosas del presente que no han brotado de la nada, sino que vienen fraguándose de tiempo atrás: la precariedad laboral, la crisis de la vivienda… No son cosas que salgan ahora espontáneamente, sino que tienen una trayectoria negativa que ha ido in crescendo. Además, corremos el riesgo de que, si no actuamos en el momento presente, tengan una proyección exponencial en el futuro. El título nos parece muy pertinente, porque el disco es una foto de los problemas que nos atraviesan a una parte importante de la población en este momento.

Las letras tienen un alto contenido social. ¿Eso es premeditado o surge así de manera inconsciente?

–Es difícil saberlo. Sí que hay cierto enfoque en mi escritura que tiende a eso. También es bastante determinante el tema; si eliges escribir sobre la situación de la vivienda, ya la propia elección del tema supone un posicionamiento per se. El enfoque puede ser más o menos explícito, pero la mera elección del tema ya implica un cierto posicionamiento. Aunque estuviera hablando de cosas personales, creo que también tendría ese enfoque. Trato de describir la realidad que me rodea, no solo en lo que me afecta a mí individualmente, sino en lo que afecta a un montón de individuos. Escribo sobre lo que veo a mi alrededor, y lo que veo es eso.

“Una persona puede disfrutar y a la vez estar cabreada y ser crítica. Podemos permitirnos varias dimensiones”

Una frase de una canción (‘El entusiasmo’): “Esta es una canción de amor y una declaración de guerra”. ¿Sería capaz de escribir un disco de canciones de amor sin declaraciones de guerra? ¿O ese componente de denuncia forma parte de la esencia del grupo?

–Hombre, supongo que sí sería capaz, pero hay que tener en cuenta que yo escribo las letras y las va a cantar otra persona. No soy un solista que puede hablar de su ombligo durante doce canciones. En nuestro caso, hay más integrantes en el grupo, el que canta es otro y también va por ahí. No me veo haciendo un disco entero, pero dos o tres canciones, sí. Para hacer un disco completo, tendríamos que estar los cuatro muy enamorados y a la vez (risas), para que tuviera cierto sentido y todos nos sintiésemos identificados con esas canciones.

En ‘Afinidades eléctricas’ se abre un hueco la esperanza a través de la amistad; en su caso, para juntarse en el local y hacer música.

–Efectivamente. Nosotros lo enfocamos a lo nuestro, que es hacer ruido en el local, pero admite una mirada más amplia. De lo que habla esa canción, como bien dices, es de la amistad. De juntarte con gente y generar entre todos algo más grande que los propios individuos que lo hacen posible. Esa canción es una oda a la amistad, a la electricidad que se siente cuando uno es joven y cree que todo es posible y trabaja para que así sea.

¿Qué acogida está teniendo el disco? ¿Cómo están siendo los primeros conciertos?

–La recepción ha sido buenísima, de verdad. Desde que empezamos a lanzar los singles, cada uno de ellos tuvo una acogida buenísima. Ha salido el disco y sigue siendo así, lo hemos constatado en los cuatro conciertos que hemos dado ya de presentación oficial del disco. La gente cantando las canciones nuevas como si llevaran tres o cuatro años publicadas… Cuando hemos tenido la oportunidad de hablar con gente, en el puesto de merchan o donde sea, nos dicen cosas preciosas, nos dan las gracias… El público está muy motivado, ha entendido y ha hecho suyo el mensaje de las canciones y se siente muy apelado por ellas.

“La única vara de medir es nuestro criterio y sabemos que haciendo las cosas que nos parecen buenas nos ha ido siempre bien”

Está bien que un grupo que refleja la realidad con crudeza tenga también su espacio. A veces da la impresión de que todo tiene que ser hedonismo.

–Sí, es necesario. También la parte hedonista, hay que disfrutar y pasarlo bien. Son cosas complementarias, no son antagónicas. Una persona puede disfrutar y a la vez estar cabreada y ser crítica. Podemos permitirnos varias dimensiones. Me daría mucha pena que alguien no entrara en una cosa porque pensara que es crítica. Entiendo que no es para todo el mundo, pero creo que las dos orientaciones pueden convivir.

Hablando del directo: el disco está cantado con mucha rabia, hay un gran trabajo de coros… ¿Cómo lo están trasladando a los conciertos?

–Teníamos dos opciones: buscar un músico extra para intentar plasmar el sonido del disco más fielmente, o asumir que los conciertos no van a sonar nunca mejor que el disco, que para eso hemos estado once días grabándolo y dándoles tantas vueltas a las canciones. Lo que podemos hacer en directo es aportar esa garra y esa fiereza, esa espontaneidad, esa crudeza. Hemos optado por la segunda opción. Vamos en cuarteto, intentamos reproducir las canciones y le damos una interpretación más directa. Creo que, para un concierto enérgico como es el nuestro, es mejor así.