El periodista y guionista Andrés Martorell ha depositado hoy, jueves 18 de septiembre, en el Archivo de la Música y las Artes Escénicas de Navarra (AMAEN), gestionado por el Archivo Real y General, los 130 números de la revista El Bolo Feroz, un ejemplar por cada edición publicada durante 14 años, entre 1995 y 2009.

Agenda de conciertos de Navarra y la CAV, reseñas de actuaciones, información sobre novedades discográficas y sobre estrenos de cine y literatura, programación de teatro y secciones de humor. De todo estos contenidos se nutría El Bolo Feroz, publicación que nació en 1995 cuando Andrés Martorell, entonces promotor de conciertos en la emblemática sala Reverendos de Pamplona,  vio la necesidad de saber qué otros conciertos había en la ciudad, "para calcular riesgos por la competencia". Pero se encontró con que "la información de conciertos estaba dispersa en carteles por los bares, y solo parcialmente en la prensa local", así que pensó que "alguien debería recopilar toda esos datos y publicarlos". Y eso hizo.

Portada de 'El Bolo Feroz'.

Portada de 'El Bolo Feroz'. Cedida

Los primeros bolos de Marea y Koma

En un primer momento, se imprimía en formato de fotocopia láser, en Copyprint, donde también se componía la revista. "Un año después, me apunté a un cursillo de edición para maquetar la revista por nuestra cuenta, y seguimos imprimiendo la revista en Copyprint durante unos meses, hasta que decidimos pasar a la imprenta", cuenta Martorell. La publicación fue en blanco y negro hasta el número 118, "cuando empezamos a imprimir las tapas en color".

El periodista recuerda la gran cantidad de colaboradores, entre ellos Óscar Beorlegui, que fue crítico de música de DIARIO DE NOTICIAS durante años y ahora es el responsable de comunicación de El Dromedario Records. En sus páginas "queda constancia de los primeros bolos de grupos emergentes, como Marea o Koma, que hoy en día siguen en activo y con mucho éxito", apunta.

Así, hasta 2009. "La crisis ya se empezaba a notar, quizá habríamos podido continuar por un tiempo, pero tanto mi socio en aquel tiempo, Víctor Prieto, y yo teníamos proyectos por separado en el cine y la televisión", comparte Martorell. "Nos habría gustado encontrar un relevo, pero lo cierto es que no fuimos capaces de dar con el perfil adecuado para ceder la gestión de la revista", agrega.

Otra de las portadas de la revista.

Otra de las portadas de la revista. Cedida

Para la posteridad

Andrés Martorell ha decidido depositar este fondo en el AMAEN porque cree que puede documentar la Navarra de una época. "A finales de los 90, cuando la Fundación Sancho el Sabio nos solicitó el envío de los ejemplares, me di cuenta de que este tipo de publicaciones tienen también un valor documental que resultaba de interés para la investigación en campos como la sociología, la antropología o la historia de la música. Por eso guardábamos para la posteridad unos cuantos ejemplares de cada número. Siempre tuve la intuición de que, al final del camino, El Bolo Feroz tenía que dejar constancia de su existencia", afirma.

"Este tipo de publicaciones tienen también un valor documental y pensaba que podría resultar de interés para la investigación en campos como la sociología, la antropología o la historia de la música"

Andrés Martorell - Fundador y coeditor de 'El Bolo Feroz'

En cuanto al papel jugado por esta publicación en la historia cultural reciente de Navarra, el guionista dice que, aunque no quiere "venirse arriba", puede afirmar que El Bolo Feroz "contaba con la agenda de conciertos más exhaustiva de nuestro entorno".

Martorell indica que les consta que algunas publicaciones periódicas, DIARIO DE NOTICIAS entre ellas, completaban su agenda de conciertos consultando El Bolo". "Y no solo lo hacían los diarios o revistas. "Un día aparecí por la oficina de la SGAE en Pamplona, y los empleados tenían El Bolo Feroz abierto en la sección de conciertos, con subrayados".

Dos de los ejemplares depositados en el AMAEN. Iñaki Porto

Y considera que "no era para menos", porque "publicábamos todos los datos de utilidad para la gente que acude a los conciertos": si era gratis, el precio de las entradas, dónde se podían comprar..." Para conseguir toda la información, "a veces teníamos que llamar por teléfono a una discoteca un sábado a las diez de la noche", continúa. Y añade: "Pero el principal valor, pienso yo, está en el espíritu de comunidad que se creó en torno a la revista, especialmente en los bares con música, donde se reunía la gente que acude a los conciertos. A toda esa peña, desde los boomers como yo hasta casi los millenials, les gustará saber que El Bolo Feroz está a buen recaudo para certificar la existencia de aquella época".