Iker Sanz no ha dejado de componer y cantar en estos cuatro últimos años, como demuestra su canción A escondidas de la luna, que se muestra dividida en dos partes bien diferenciadas: en la primera, al teclado, nos recuerda a la faceta de cantautor más sensible y dulce, con un timbre similar al del Tontxu primerizo, mientras que en la segunda, con guitarra, sapiencia melódica y el encanto de la poesía callejera, remite a Fito. Lo justifica porque “una misma historia, siempre tiene más de una versión”.