PAMPLONA. Mari Ábrego, alpinista y pionero himalayista navarro, ha fallecido este jueves a los 73 años en Pamplona tras una larga enfermedad. El mítico deportista navarro, que padecía cáncer de estómago, cuenta con uno de los historiales más completos del himalayismo y alpinismo. Se convirtió el 23 de junio de 1986, junto a Josema Casimiro, en el primer montañero estatal en hollar el K2, segunda montaña más alta del mundo con 8.611 metros.
Nacido el 4 de julio de 1944 en Los Arcos, a la edad de 40 años hizo su primer 'ochomil', el Makalu, la quinta montaña más alta del mundo.
Distinguido con trofeos a los mejores deportistas navarros los años 1979, 1984, 1985 y 1986, Medalla de Plata del Consejo Superior de Deportes por la expedición al Dhaulagiri (1980), fue también galardonado por el Gobierno navarro con la Medalla de Oro al mérito deportivo.
Además de subir al Jannu (1981) y por lo menos en 25 ocasiones a la cima del Aconcagua, ha logrado cinco ochomiles (Makalu en 1984, K2 en 1986, Nanga Parbat en 1992, Broad Peak en 1995 y Cho Oyu en 1999) y ha realizado cuatro intentos al Everest (1985, 1987, 1989, 1990).
LA MÍTICA CONQUISTA DEL K2Mari Abrego contaba para DIARIO DE NOTICIAS, un cuarto de siglo después, lo que supuso en sus vidas aquella expedición. "Estos 25 años se me han pasado muy rápidos, tan rápido que no puedo vivirlo con la misma intensidad que lo vivimos en 1986. Ahora mismo me resulta muy grato y me hace recordar algo que fue fantástico para los dos". Casimiro se lo toma con más calma. "Sin duda que para los dos fue nuestro mejor día en la montaña. Fue una expedición muy bien compartida entre los dos, bien planteada y todo nos salió perfecto".
En el verano de 1986 Ábrego y Casimiro formaban parte de aquellos intrépidos montañeros que aprovechando los numeroso permisos otorgados por el gobierno paquistaní para subir al K2 se preparaban en el campo base. El reto se las traía.
Solo 237 metros más bajo que el monte Everest, su arquitectura afilada y su forma de pirámide, con caras relativamente planas y aristas afiladas, hacen de él una montaña muy difícil de escalar y muy peligrosa por su dificultad técnica, mayor que la del Everest, y por su climatología cambiante que se ha cobrado muchas vidas, sobre todo en los descensos.
"Cada año, cuando se aproxima el verano estoy pendiente de las informaciones que vienen del Himalaya, de las expediciones que hay en marcha, y me vienen una serie de fechas. Me viene el Janu, el Makalu, y en junio el K2 lo ocupa todo", comenta Ábrego.
Reconoce que en su caso personal fue la máxima aspiración que tenía: "En otros deportistas pueden ser las olimpiadas o los mundiales, pero para mí era el K2. Pese a las penurias que pasamos, la convivencia entre Josema y yo y las vivencias como pasamos fueron tan maravillosas que esos recuerdos los quieres enmarcar para siempre. No puedo separar mi vida del K2, como persona y como deportista, hasta que me muera".
Casimiro, que a cada momento deja atrás su visible timidez, asiente con la cabeza. "Al final se ha visto que el K2 era nuestra montaña. Había otras, pero teniendo en cuenta lo que supuso para nosotros y para el montañismo navarro fue muy importante. Vivimos los dos la expedición como una cordada. Ahora sería impensable abordar esta montaña de esa manera. Ya nunca lo podremos separar de nuestras vidas y nosotros seguimos subiendo juntos".
LA ASCENSIÓN Con los materiales y tecnologías disponibles hace 25 años, sin oxígeno suplementario y portando a sus hombros lo necesario para una escalada de riesgo extremo, Ábrego que tres años antes se vio obligado a dar marcha atrás a 161 metros de la cumbre y Josema dieron los primeros pasos sin saber que nueve días después iban a convertirse en los primeros montañeros del Estado español en llegar a la segunda punta de la Tierra.
"Cuando fuimos hacia la cima no esperábamos hacer cumbre, fui un poco de casualidad. Cuando empezamos a subir íbamos con la intención de llevar algo de equipamiento hacia el campo II, pero llegamos allí, donde íbamos a dejar la tienda y algo de comida, y recuerdo que nos miramos, vimos que estábamos bien y que el tiempo arriba era bueno y decidimos seguir. Fue así", comentaba Ábrego mirando a Casimiro por si omitía algo importante.
"Y al día siguiente lo mismo", acude al rescate Josema. "Y seguimos para arriba, pero no había previsión calculada". El de Los Arcos tenía 41 años. El de Pamplona, 27.
"Nunca me planteé que yo era el mayor y qué sabrá este crío. Somos dos personas distintas. Yo puedo ser más ambicioso, pero en aquel momento él tenía mejor forma física y en la montaña teníamos una gran coordinación y confianza", aseguró Ábrego.
"Íbamos más a la aventura. Ahora la climatología ha avanzado mucho pero entonces no te podían decir que tal día se iba a abrir una ventana que te diera opción de llegar. Entonces no había ventanas ni historias. Nosotros íbamos ascendiendo sin más", señaló Josema Casimiro.
Son conscientes de haber vivido un periodo privilegiado del montañismo, ya que todos los retos que se intentaban en aquellos años eran de vanguardia, novedosos. "Era la primera vez que se subía en el Estado español y en el estilo que lo hicimos, dos personas solas. Pensaba que se iba a hacer más en el futuro. Hace 25 años las dimensiones de las montañas eran distintas a las de ahora. Había menos información, menos medios, la dificultad era mayor y sobre todo, la incertidumbre. Creo, de todas formas, que el logro de lo que hicimos no ha tenido el reconocimiento que se merecía".
Los dos han seguido fieles al Himalaya y saben muy bien, como recordaba Josema, que "ahora es más difícil hacerlo e ir al Everest como lo hacíamos nosotros es imposible. Estábamos prácticamente solos y ahora está lleno de gente, expediciones comerciales, sherpas trabajando por todos los lados poniendo cuerdas de arriba a abajo. Aunque quisieras, no se podría".
"Te jugabas el todo por el todo y te arriesgabas a no hacer cima. Ahora, las expediciones importantes se garantizan en la mayoría de las ocasiones hacer cima. Era el alpinismo en su pura esencia Nunca fui al Himalaya con la intención de sacar algo de provecho material", dijo Ábrego. "Ni íbamos con la idea de coleccionar cimas", apuntilló Casimiro.