vitoria - Tuvo que ser el verdugo del Baskonia en el cruce de cuartos quien reinara en la Euroliga. Tres años después de su éxito en Berlín, el CSKA recuperó ayer su trono como nuevo monarca continental. En realidad, gran parte del título se gestó en la semifinal del viernes ante el Real Madrid donde protagonizó una heroica reacción que le brindó renovados ánimos para encarar la final con grandes dosis de suficiencia. El Efes, siempre a remolque en el marcador y en el que Shane Larkin estuvo solo ante el peligro, despertó del sueño pese a tener el apoyo mayoritario de la grada del Buesa Arena, rendido finalmente a la evidencia de un gigante moscovita superior.

En la temporada donde más dudas despertó su empaque como colectivo, que amenazaba con representar el final de un ciclo o su fragilidad en el juego interior permitió, por ejemplo, titánicas exhibiciones como las de Vincent Poirier en el Top 8, el CSKA ha hecho valer la devastadora munición de sus estrellas para adueñarse del cetro que tanto perseguía su acaudalado presidente Andrei Vatutin. El éxito ruso no puede empañar la admirable trayectoria continental del Efes, que nunca se dio por vencido pese a verse contra las cuerdas en varias fases de la velada y opuso toneladas de orgullo para elevar la incertidumbre respecto al ganador final. Un equipo abonado sistemáticamente al fracaso que ocupó el farolillo rojo el pasado ejercicio se ha destapado esta vez como un competidor admirable.

El que peor digirió la derrota en las filas turcas fue Ergin Ataman, que no dudó en encararse con los seguidores del Fenerbahce cuando estos profirieron cánticos contra su persona en los segundos finales. Fue el desagradable epílogo de un partido manejado a la perfección por el CSKA, que gestionó con sabiduría sus ventajas obtenidas en el primer cuarto y resistió todas las embestidas del Efes lideradas por Larkin. El exbaskonista volvió a ser un martillo pilón en ataque gracias a sus 29 puntos, aunque esta vez no se vio secundado por un apagado Micic que no estuvo a la altura de las circunstancias con erráticos porcentajes.

Itoudis leyó a la perfección el partido. Siempre puso en liza jugadores de corte físico para reducir el manantial de los cañoneros del Efes en el perímetro y prescindió durante muchos minutos de Sergio Rodríguez, un mago que en esta ocasión cedió el relevo a obreros como Hackett, Kurbanov o incluso Ukhov. El conjunto turco enterró sus últimas esperanzas por culpa de su desorden, su ansiedad y sus desafortunados ataques en las postrimerías del encuentro. Por contra, su rival mantuvo la serenidad y no realizó concesiones como en otras sonadas finales de la Euroliga que se le escurrieron de las manos de mala manera.

clara dictadura rusa El CSKA marcó territorio en la primera parte gracias a una devastadora pegada desde el 6,75 al hacer diana en siete de sus nueve primeros lanzamientos. Clyburn y, sobre todo, Higgins se ensañaron con un Efes que pareció pagar la novatada de estar disputando su primera final de la historia. El conjunto moscovita, titubeante en muchos tramos de la temporada, mostró una cara solvente en la final llegando a acumular ventaja significativas. Sin embargo, el segundo cuarto resultó balsámico para que el Efes se agarrara con fuerza a la velada. Aprovechando que el conjunto moscovita entró rápidamente en el bonus y perdió buenas dosis de rigor defensivo, los discípulos de Ataman recuperaron algo de aliento.

La tempranera cuarta falta de Dunston en el minuto 24 constituyó el preludio de un nuevo acelerón del CSKA. Huérfano del músculo del estadounidense, la contundencia del Efes bajo los aros se resintió en exceso. Pleiss, su recambio, evidenció un día más su lastimosa ternura para salir indemne de estas batallas tan físicas. Para colmo de males de los otomanos, Micic vivió un calvario ante la pegajosa marca de pares mucho más corpulentos -léase Kurbanov y Hackett- y Beaubois se borró con una nefasta actuación, por lo que el único encargado de tirar del carro fue Larkin.

Una nueva tacada de aciertos desde la larga distancia a cargo de los excelsos tiradores moscovitas ensanchó nuevamente el marcador (54-68) y a partir de ahí el Efes lucharía de forma estéril contra un destino ya escrito. La octava Euroliga de su historia volaba ya por entonces hacia Moscú. Un digno campeón para una Final Four que nadie olvidará jamás.

En dura pugna con Higgins y De Colo, se hizo con el galardón al mejor jugador tras un excelsa actuación a nivel ofensivo. Su versatilidad como ‘cuatro’ es un auténtico lujo para Itoudis.

Pegada rusa. El gran acierto del CSKA desde la larga distancia, el veneno de Clyburn como falso ‘cuatro’ y la apuesta de Itoudis por jugadores de corte más físico para secar a las estrellas del Efes -el Chacho apenas disputó 15 minutos en la final- allanaron el camino para el verdugo del Baskonia en el ‘Top 8’.

Larkin y poco más. En las filas turcas, Micic no pudo erigirse esta vez en el sólido escudero de Larkin y Beaubois firmó una actuación nefasta. Para colmo de males, Ataman -el que peor digirió la derrota con sus aspavientos hacia los seguidores del Fenerbahce en la recta final- tuvo que lidiar contra los graves problemas de faltas de Dunston, su gran faro interior.