El año que se cierra en unos pocos días lo hace marcado, en términos económicos, por los precios. La inflación acumulada en lo que va de año alcanza el 5,5%, con una tasa de variación interanual en noviembre del 6,8%. Lejos, no obstante, de los porcentajes alcanzados en los meses de verano (10,2% en junio, 10,8% en julio y 10,5% en agosto). La energía, fuertemente conectada a las circunstancias de la geopolítica, es el apartado que, junto a los alimentos, ha sacudido con más severidad los bolsillos de familias y empresas. Las distintas medidas puestas en marcha, como las subvenciones a los carburantes y la ‘excepción ibérica’ en la generación de electricidad, han contribuido a atemperar el impacto, especialmente en la segunda mitad del año. Pese a todo, los economistas coinciden en señalar que los mercados energéticos y los vaivenes en el abastecimiento van a seguir condicionando la evolución de las economías occidentales en los próximos años, sobre todo si persisten las dificultades para asegurar el suministro y las renovables no consiguen un impulso real. 

ELECTRICIDAD

Sin duda, la casilla de gasto que mayor dolor de cabeza ha supuesto para particulares e industrias. Pero lo cierto es que la tendencia alcista ya venía desde el último trimestre del año precedente. Así, diciembre de 2021 registró un precio medio de 237,1 euros el megavatio hora en el mercado mayorista, con una factura media en la tarifa regulada de 119,1 euros al mes por hogar. Tres meses después, a fines del pasado mes de marzo, el megavatio crecía hasta los 283,3 euros por el efecto de la invasión rusa y la guerra de Ucrania. La factura media en la tarifa regulada escalaba hasta los 143 euros. Europa comprobaba lo que Estados Unidos llevaba años advirtiéndole: su fragilidad y dependencia respecto al gas ruso, sobre todo en el centro del Viejo Continente. Al cortarse buena parte de los suministros provenientes de los gasoductos conectados con Rusia, la generación de electricidad se encarecía por la falta del gas necesario. A la carrera, los países buscaban mercados alternativos, pensando además en llenar los depósitos de cara a este invierno. En junio, España y Portugal lograron sacar adelante en Bruselas, no sin dificultades por las reticencias de Alemania y Países Bajos, la denominada ‘excepción ibérica’, por la cual se imponía un tope al gas empleado para producir energía eléctrica. A partir de ahí, llega una caída sostenida en el precio, pero que, pese a todo, no impide que el recibo medio mensual en la tarifa regulada ascienda, sin contar diciembre, a 107,8 euros en 2022, según datos de la OCU. 

La inflación de los alimentos no ofrece visos de moderarse

Además de la energía, la otra variable de la inflación que está castigando en mayor medida a las familias ha sido -y con visos de seguir siéndolo durante buena parte de 2023- la de los alimentos. En noviembre, la tasa interanual de variación de los alimentos se elevó un 15,3%, según los datos del INE. A lo largo de todo el año, la cesta de la compra ha incrementado su coste de tal manera que el consumo de alimentos básicos, como carne o pescado, se ha transformado en un lujo para algunas familias.

Así, en torno a dos de cada tres puntos del repunte de la inflación en los once primeros meses de este año se debe a los alimentos. En concreto, el IPC acumulado de enero a noviembre en el Estado es del 5,5%, siendo el grupo de los alimentos responsable de un total de 3,1 puntos. En el último año (noviembre de 2022 sobre el mismo mes de 2021), lo que más ha subido de precio han sido los otros aceites (+55,9%); el azúcar (+50,2%); harinas y cereales (+37,6%) y la mantequilla (+37,5%). 

Además, otros muchos alimentos registran subidas de dos dígitos en sus precios, como aceites y grasas (+31,5%); leche (+30,9%); huevos (+27,1%); cereales (+22,9%); productos lácteos (+21,7%); patatas (+21,5%); la carne de ave (+16,6%); preparados de legumbres y hortalizas (+15,5%); el pan (+14,9%); legumbres y hortalizas frescas (+14,6%). 

El aumento de costes en producción y distribución debido al encarecimiento de electricidad y combustibles está castigando a toda la cadena de suministro alimentario y repercute finalmente en el consumidor. Además, los sucesivos bloqueos impuestos por Rusia a la exportación de cereal ucraniano por el Mar Negro están causando crisis alimentarias en diversas partes del mundo. Por otra parte, los salarios no crecen en la misma proporción. De hecho, los sueldos en términos reales cayeron un 3,5 % en España en la primera mitad de 2022, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Asimismo, la subida de tipos de interés está presionando al alza las cuotas de los préstamos hipotecarios, de forma que una hipoteca media se ha encarecido en alrededor de 120 euros al mes. - J. Garma


CARBURANTES

Los combustibles han constituido otro de los quebraderos de cabeza para los hogares. El año empezó con un precio de 1,5 euros el litro de gasolina. Con el paso de las semanas, y tras un paro convocado por transportistas autónomos del Estado en marzo, el Gobierno central introdujo en abril una bonificación de 20 céntimos por litro para gasolinas y gasóleos que ha permitido aliviar el desembolso en cada repostaje. Eso sí, la subvención no evitó que el precio medio superase los dos euros el litro -sin el descuento- a mediados de año, coincidiendo con las vacaciones de verano. Consciente del descontento social en un asunto tan sensible como el de la movilidad, sobre todo por el fuerte ascenso de los precios energéticos en verano por la ola de calor, el Ejecutivo de Pedro Sánchez puso en marcha en septiembre un plan de descuentos en los transportes públicos. La moderación en los precios ha permitido una caída en términos generales tanto en la gasolina como en el gasóleo. Por ejemplo, respecto al comienzo de 2022, la gasolina (incluido el descuento) es ahora un 6% más barata, pero el gasóleo, sin embargo, resulta un 8,5% más caro. El Gobierno decide en un Consejo de Ministros extraordinario el próximo jueves si prorroga estas bonificaciones, aunque todo apunta a que únicamente se seguirán beneficiando de ellas los colectivos más sensibles al alza de los carburantes, como transportistas, agricultores, ganaderos y pescadores.

GAS

La tercera de las vertientes energéticas que más se ha encarecido en este año es el gas natural. En marzo, con el primer impacto de las tensiones internacionales por la contienda bélica en Ucrania, el precio en el mercado mayorista del MibGas, el de referencia para la Península Ibérica, creció hasta los 242 euros el megavatio, un 800% más que un año antes. La ansiedad por hacer acopio de gas natural se apropió de los Estados y, en un contexto de oferta más reducida y demanda más elevada, los precios se multiplicaron de manera exponencial. Con la introducción en junio de la ‘excepción ibérica’, que imponía un tope de 40 euros el megavatio al precio del gas que se utiliza en la generación eléctrica, el precio disminuyó hasta los 142 euros al cierre de julio, pero el mecanismo aprobado en Bruselas tenía una letra pequeña: “cada hora que se genera electricidad con gas, si su coste real es superior a 40 euros el megavatio, se remunera a las productoras por esa diferencia. Cuanto más caro sea el gas y más cantidad se emplee para producir, más elevada será la compensación”, explica la OCU. Ese encarecimiento global no solo afectó a las tarifas de electricidad, sino también a las de consumo de gas de uso doméstico, en especial las vinculadas al mercado libre. En resumen, el año se cierra con una perspectiva más favorable que en la primera mitad de año, pero difícilmente se retornará, y menos a corto plazo, a escenarios de precios similares a los de antes de la guerra y la pandemia.