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Cultura al servicio de la educación y la cohesión social

Cultura al servicio de la educación y la cohesión social

En su ensayo Como el aire que respiramos: el sentido de la cultura, el catedrático Antonio Monegal se pregunta qué es y para que sirve la cultura y afirma que “si merece ser apoyada con recursos públicos, es porque tiene una función social”. Defiende que se trata de un bien común, con un valor colectivo que redunda en la calidad de vida de la ciudadanía.

Esta reflexión que leí recientemente sobre la responsabilidad que tiene cualquier entidad pública de impactar positivamente en su territorio es, precisamente, uno de los pilares de la misión de Fundación Baluarte: ser motor de transformación en Navarra. Esto implica un doble compromiso en el que continuaremos trabajando tanto en 2025 como en los siguientes años.

Por un lado, es fundamental atender las demandas del público, ofreciendo espectáculos y actividades que sabemos que atraerán a un gran número de espectadores. Entendemos que de esta manera prestamos un servicio a las personas que viven en esta tierra, que demandan y encuentran opciones de valor para su tiempo de ocio a precios asequibles sin tener que desplazarse a otros lugares. Asimismo, a nadie se le escapa que la cultura genera riqueza, ya que impulsa el desarrollo económico, social y turístico. Este sector dinamiza otros como la hostelería, el comercio y los servicios.

Junto con esto, somos conscientes de que una entidad pública debe entender la cultura como una herramienta de transformación profunda del territorio, más allá del sector de las artes escénicas. De todos los programas que desarrollamos y en los que colaboramos, hay uno que nos sirve como “laboratorio” de innovación: el Programa Educativo y Social. Esta iniciativa tiene como objetivo democratizar el acceso a las artes escénicas, así como fomentar una conexión significativa entre la ciudadanía y la cultura.

Todos los agentes culturales coincidimos en que la creación de nuevos públicos debe ser una de nuestras prioridades, ya que el futuro de la música y las artes escénicas depende de la participación de las nuevas generaciones. Es obvio que no pueden demandar lo que no conocen. Despertar su interés por otros formatos diferentes de los que consumen habitualmente -muchas veces relacionados con modas o tendencias- es necesario tanto para avivar su curiosidad y sensibilidad artística (algo que redunda en su desarrollo personal), como para garantizar la sostenibilidad y evolución del sector.

En ese sentido, una entidad pública cultural como es nuestra Fundación está llamada a colaborar con todo el tejido educativo de la Comunidad Foral. Así, ofrecemos numerosas actividades para centros de toda Navarra en castellano y euskera, enfocadas a alumnado de Educación Primaria, Educación Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional. Este curso, por ejemplo, hemos organizado 12 propuestas, en las que se incluyen música a capela y música sinfónica. También hemos comenzado a formar parte como experiencia piloto del Programa Educativo Planeta Dantzan, junto a Malandain Ballet Biarritz y la Fundación Cristina Enea de Donostia/San Sebastián. Este proyecto transfronterizo aporta itinerarios y materiales pedagógicos innovadores a centros de educación, partiendo de coreografías de la compañía francesa.

En ocasiones, desde los centros nos han trasladado que, para muchos niños y niñas, estas experiencias enmarcadas en los estudios suele ser su única experiencia artística anual en vivo. Somos conscientes de que no todo el mundo encuentra en su hogar –por cuestiones económicas, de tiempo, de sensibilidad o de cualquier otro tipo– la ocasión de acudir a espectáculos de música y artes escénicas. Por eso es fundamental trabajar mano a mano con sus tutores y tutoras propuestas de calidad artística que enriquezcan la experiencia en el aula y que permitan aplicar conceptos que ven en otras materias de una manera diferente. Además, estas experiencias fomentan la creatividad, el pensamiento crítico y el trabajo en equipo, unas competencias fundamentales en un mundo cada vez más interconectado y cambiante.

Además de la educación de las nuevas generaciones, la cultura también brinda la oportunidad de trabajar en favor de la integración social de colectivos fragilizados, como son los mayores o las personas con discapacidad.

Como ejemplo, quiero compartir las experiencias musicales inmersivas con la Orquesta Sinfónica de Navarra/Nafarroako Orkestra Sinfonikoa que organizamos hace unos meses para personas mayores de la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer de Navarra (AFAN) y del programa “Siempre acompañados” de Fundación “la Caixa”, así como del Centro de Educación Especial Isterria. En muchos ámbitos se recurre a la metáfora de la orquesta para representar la magia que surge cuando cada uno aporta su singularidad a un conjunto en favor de una causa que merece la pena. Compartir espacio con los profesores y profesoras de la OSN/NOS no solo brinda la ocasión de disfrutar de la música con todo el cuerpo, sino de sentirse parte activa de lo que está ocurriendo sobre el escenario.

Con estas actividades constatamos cómo este tipo de espacios de aprendizaje, integración y convivencia aportan a las personas beneficiarias autoestima, sentido de pertenencia y oportunidades para superar barreras sociales. Es una clara muestra de en qué medida la cultura enriquece la calidad de vida y promueve una sociedad más justa e inclusiva.