Fernando Urra, responsable de Comunicación de Fundación Caja Navarra, moderó un debate en Civican que abordó el papel de la cultura en un contexto global marcado por el aumento del gasto militar y la reducción de la inversión cultural. Mikel Belascoain, uno de los ponentes, abrió la conversación con una pregunta provocadora: “¿Qué papel juega la contracultura en un momento en el que se prioriza el rearme sobre la creación cultural?”. Recordó cómo, en periodos históricos críticos como las guerras mundiales, la cultura surgió como una fuerza de resistencia. “En momentos de crisis, la contracultura es esencial. Necesitamos voces que desafíen lo establecido”, afirmó Lluis Bonet.
La descentralización fue otro eje central. Mikel Belascoain defendió que la cultura no debe medirse solo por su impacto mediático inmediato, sino por su capacidad de generar cambios a largo plazo. “Van Gogh no vendió un solo cuadro en vida, pero su legado revolucionó el arte”, ejemplificó Bonet. Para él, la descentralización implica dar voz a más personas, incluso a aquellas en situaciones de vulnerabilidad, y permitir que surjan nuevos Van Gogh o Gaudí desde lo local. Otro participante, procedente del mundo de la biología, planteó una reflexión sobre el legado cultural que queremos dejar a las generaciones futuras. “¿Qué queremos transmitir como cultura en el siglo XXI? Sabemos lo que recibimos del románico, el gótico o Van Gogh, pero ahora vivimos otra historia, marcada por lo digital y los desafíos medioambientales”, señaló. Puso el foco en la necesidad de actuar localmente mientras se piensa globalmente, un principio ecológico aplicable a la cultura.
El debate también abordó el desafío de construir una cultura crítica en un mundo dominado por mensajes simplistas y plataformas como TikTok. “El pensamiento crítico es la capacidad de no quedarse con lo superficial. Desde los centros culturales, debemos fomentar esto, no solo organizar eventos por organizar”, afirmó uno de los asistentes. Se destacó la importancia de trabajar desde las emociones para inspirar a las nuevas generaciones a amar el teatro, la lectura o el arte. El debate cerró con una reflexión sobre la responsabilidad de las instituciones y los líderes culturales. “Todos debemos asumir nuestro rol con generosidad y liderar procesos que beneficien al conjunto del sector”, concluyó Bonet.
En definitiva, el diálogo dejó claro que la cultura no es un lujo, sino una necesidad en tiempos de incertidumbre. Frente al aumento del gasto militar y los desafíos globales, la cultura emerge como un espacio de resistencia, reflexión y transformación, donde las voces locales y contraculturales tienen un papel crucial.
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