Arantza Azparren tiene 45 años y es vecina del 1 º D del portal 30 de la calle Concejo de Zabalegui. Desde la explosión del 13 de enero, reside en casa de su madre cerca de El Sadar junto a sus dos hijos de 5 y 7 años. El pasado viernes se reunieron por primera vez en todo este tiempo con el ayuntamiento y miembros de la administración. 

“Fue entonces cuando tuvimos la primera información sobre nuestras casas, las tres semanas anteriores hemos estado sin saber nada”, señala Azparren. “En dicha reunión, nos explicaron que los arquitectos y peritos iban a comenzar a entrar a las casas para valorar los daños”, añade. Después de varias semanas carcomida por la incertidumbre, la reunión del pasado viernes “fue el primer atisbo de luz al final del túnel”. Su casa no es la más afectada de las desalojadas. “El número 30 está algo lejos de donde fue la explosión. Mi casa tiene daños en las ventanas, persianas y alguna puerta. Nos han dejado pasar para coger alguna cosa, pero no nos podemos quedar a vivir. Tenemos luz y agua, pero seguimos sin tener gas”, explica la vecina.

Ella y otros 8 vecinos han creado una comisión para agilizar las decisiones y para no tener que reunir a las 48 familias desalojadas cada vez que se deba hablar con los especialistas. “Una de las cosas que me llevo de esta tragedia es la unión y comunidad que hemos creado entre los vecinos, la fuerza que nos damos unos a otros en esta situación difícil”, agradece Azparren. 

“Aún sabemos poco, no nos dan fecha exacta para la vuelta, pero la esperanza es lo último que se pierde”, concluye la vecina.