Como si quisieran reescribir la trilogía de Stieg Larsson, empezaron con Los hombres que no amaban a las mujeres y han seguido con La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina. Pero si la primera era (y es, que no ha acabado) machismo y maldad, la segunda es pura torpeza, porque lo de Montse Tomé es una inmolación. Vamos, que no se pueden hacer peor las cosas: aplaudí dos veces a Rubiales (no, siete, que se ve en el vídeo); las jugadoras vienen por voluntad propia (sí, basta con ver sus caras); he hablado con ellas (no, con ninguna); protegeré a Jenni (ni le ha preguntado su opinión); no soy Vilda (es lógico que lo puntualice cuando actúa como si lo fuera)... Vaya papelón le ha tocado para defender las mamandurrias de los señoros atrincherados en la RFEF, que son muy muy machos pero han buscado a una tonta útil tras la que esconderse. Lástima para ellos, y para ella, porque todo va a salir ardiendo. Y muy pronto.