Cuentan que Garry Winogrand, padre de la fotografía callejera, le dijo lo siguiente a un transeúnte que no quería ser inmortalizado por su cámara: “No es tu fotografía, es mi fotografía”. El artista neoyorquino (1928-1984) dejó un buen puñado de frases que sirven de alguna manera para encapsular su pensamiento artístico y también valen, por qué no, a quien quiera iniciarse en la foto de calle. Habilidoso y con un gran sentido de la anticipación, Winogrand no aspiraba a embellecer la realidad, sino a sacarle chispa desde su particular visión. “Fotografío para ver cómo se ve el mundo en fotografía”, dijo en otra de sus recordadas reflexiones. A pesar de que un viaje por la mítica Ruta 66 le cambió la vida, su hábitat estaba entre las calles de Nueva York, donde se movía con descaro en los agitados años 60. Utilizó una cámara Leica, el modelo alemán que revolucionó la fotografía. Pequeña, fácil de usar y transportar y que cabía en un bolsillo, se convirtió en un componente básico para reflejar la cotidianidad, tanto para la prensa fotográfica como para la corriente ‘Street’ que abanderaba Winogrand.

No le tenía miedo a la gente, era decidido y abordaba a los sujetos con decisión y como nunca lo había hecho nadie hasta entonces. Otro consejo infalible: conocía su Leica como la palma de su mano, dominaba la luz y era rápido reaccionando a cualquier imprevisto. El ritmo de la calle no es el mismo que el de un estático y predecible estudio. El fotógrafo norteamericano encontraba en las calles lo que quería, era su sustento. Y sostenía que su trabajo se bifurcaba. “Me gusta pensar en la fotografía como un acto de respeto en dos formas. Respeto por el medio, dejándole hacer lo que mejor hace, describir. Y respeto por el tema, describiéndolo como es. Un fotógrafo debe responsabilizarse de ambos”.

Otra serie de recomendaciones más habituales y académicas, fuera del universo Winogrand, pueden ser estas cinco: a ) Pasa inadvertido para tratar de captar una escena natural b) Utiliza los modos automáticos de la cámara para ganar velocidad c) El blanco y negro suele lucir más y ayuda a tapar carencias d) Sé amable y colabora con un extraño al que no quiere que le fotografíen e) Utiliza un equipo ligero, que no sea complicado de utilizar y mantente alerta. Recuerda: estás en la calle, un escenario donde reina la improvisación.

La historia de Vivian Maier se ha contado muchas veces, pero es tan fascinante que siempre son pocas. Un documental de 2013, ‘Buscando a Vivian Maier’, nominado al Oscar en la categoría de Mejor Documental, sacó a la luz uno de los secretos mejor guardados de la fotografía universal. A finales de los 2000, en una subasta se descubrieron más de 100.000 negativos, películas super 8 y de 16 mm, varias grabaciones, fotografías, y una multitud de negativos sin revelar. Su autora era una discreta mujer que había trabajado como niñera en Nueva York y Chicago a mediados del siglo pasado. Sus retratos documentales de la vida cotidiana la han convertido, a título póstumo, en una de las grandes fotógrafas del Street Photography, entrando en el olimpo de la fotografía junto a Diane Arbus, Robert Frank, Helen Levitt o Garry Winogrand. En la sala Artegunea de Tabakalera, en Donostia, se realizó a finales de 2019 una amplia retrospectiva de la obra de la autora, de origen francés. En una muestra constituida por 135 fotografías -“de las cuales 30 no habían sido exhibidas antes”- se recorrían algunos de sus temas más recurrentes, desde las escenas callejeras y retratos de desconocidos y de personas con las que podía identificarse, a su inclinación por los autorretratos, que ahora llamaríamos selfies, “bajo distintas formas y con infinitas variaciones”.

Anne Morin fue la comisaria de la exposición que atrajo a decenas de miles de visitantes al edificio de Tabakalera, titulada ‘Vivian Maier, una fotógrafa revelada’. Ha sido una de las exposiciones estrella en los cinco años de vida de la sala ubicada en la planta baja de la antigua fábrica de tabacos. “La historia de Vivian Maier es una historia singular en la historia de la fotografía por tres aspectos”, explica Morin, que afina el discurso destacando un gran legado compuesto por 120.000 imágenes, el “misterio” asociado al personaje y “el descubrimiento” del enorme archivo que se produjo en 2007. “Durante muchos años Mayer había almacenado toda su obra en un almacén de Chicago y tras no pagar las rentas mensuales salió a subasta”, cuenta. John Maloof, a la postre director del documental, adquirió los negativos sin saber muy bien lo que contenían y a los dos años se dio cuenta del tesoro que tenía entre manos.

Desde que se produjo el hallazgo y, una vez que la película catapultó a la fama a la esquiva fotógrafa, su obra se ha difundido en museos y salas de exposiciones de todo el mundo. Vivian Maier es todo un icono. Además de sus famosos autorretratos, destaca la radiografía urbana que realizó en las calles de Nueva York y Chicago en los años 50 y 60, centrándose en los barrios pobres y aparentemente menos atractivos. “Simplemente fotografiaba lo que veía; no intentaba captar nada excepcional, solo las pequeñas cosas, las verdaderamente importantes en la definición de cada persona o situación: un detalle, un gesto, una actitud, una inflexión en la realidad transformada en anécdota. En sus escenas callejeras no entraba en el escenario que fotografiaba; se quedaba en su umbral, en el límite. Ni demasiado cerca para interferir, ni demasiado lejos para ser invisible”, resume la también directora de la empresa cultural diChroma Photography. “Detrás de Vivian Maier hay millones de fotógrafas amateur y gracias a ella pueden entrar en la historia de la fotografía”, culmina en un vídeo sobre la gran influencia que la fotógrafa ha tenido los últimos años, también en la consolidación del Street Photography. En estos momentos, otra exposición, esta vez en el museo de Luxemburgo de París, muestra hasta enero de 2022 el grueso de su trabajo entre los años 50 y finales de los 80.