Para la parroquia - Es de lo más revelador que solo la caverna mediática le diera bola, fingiendo enorme escándalo, al anuncio del president catalán, Pere Aragonès, de impulsar un “plan de claridad” que culmine con una “consulta legal” en 2024. El resto de los medios contamos la noticia igual que si estuviéramos dando cuenta del parte meteorológico y, en buena medida, porque la semana de pascua es un erial para la información política. Hasta el menos versado sabe que, por mucha solemnidad de la que fuera revestida, la comparecencia del jefe del Govern no pasaba de acto de precampaña electoral y tenía como únicos destinatarios la sus propios feligreses. Desde que Junts abandonó el gabinete con cajas destempladas dejando a ERC en manos del PSC, las huestes republicanas están necesitadas de actos de autoafirmación, como esta promesa de convocar una consulta para casi pasado mañana, sabiendo que es un brindis al sol.

Puigdemont dice no - Sí, brindis al sol, y de talla XXL. En septiembre de 2022, el Parlament rechazó por goleada esta propuesta, con sus antiguos socios votando igual -se supone que por motivos distintos- que PSC, PP, Ciudadanos y Vox, y mostrando una evidencia irrebatible: el grupo de Aragonès tiene 33 escaños sobre 135. Y por si no había quedado claro, el líder en la distancia de la otra gran familia del soberanismo, Carles Puigdemont, despachó en dos bofetadas el anuncio. Según el todavía residente en Bruselas, no es más que una propuesta electoralista que, además de generar desconfianza, “impone un camino partidista que no cuenta con el menor consenso”. Y por si no se había entendido, el president expatriado añadía: “Los que han aceptado el marco del independentismo constitucional no tienen legitimidad suficiente para deshacer el camino colectivo y arrastrar al resto a una deriva que puede que lleve beneficios personales y de partido, pero ninguno para Cataluña y los catalanes”. 

El PSOE, muy tranquilo - Por si alguien albergase la menor duda, la respuesta de La Moncloa y de Ferraz ha consistido en una sonora carcajada y en una suma de declaraciones que se resumen en el viejo dicho: verdes las han segado. Porque puede ser cierto que el PSOE sepa que necesita a Esquerra para seguir en su eterna patada a seguir hasta el final de la legislatura, pero también lo es que Sánchez tiene claro que el precio del apoyo se ha rebajado desde que Aragonès gobierna en solitario y con Illa como muleta. Como acabamos de ver en el acuerdo sobre la ley de Vivienda, a ERC no le queda otra que ser comparsa. Y el procés, hibernando.