Hay que reconocer que ser ingeniero de desarrollo en una marca como Audi y enfrentarse al reto de mejorar lo ya de por sí buenísimo, como la primera generación del Q5, debe ser lo más parecido a levantarse el día de año nuevo con una resaca del veinte y saber que no te la vas a quitar de encima durante semanas, meses o puede que años; porque desconozco la duración del proceso de creación del prototipo que dé lugar luego a los modelos preserie.
Sinceramente, hay coches que, cuando los pruebas durante varios días y los sometes a un trato verdaderamente exigente, acabas teniendo la sensación de que son máquinas fabulosas, como me ocurrió en su día con el Q5; y si luego además compruebas que esas impresiones las comparten contigo propietarios del modelo en cuestión que llevan años a sus mandos disfrutándolo plenamente, sólo te queda quitarte el sombrero y felicitar a quienes lo han puesto en el mercado.
Así que si han sido afortunados los que han conducido durante estos últimos tiempos un Q5, los que lo hagan a partir de la llegada de la segunda generación en este comienzo de 2017 lo van a ser todavía más.
Audi anuncia mejoras que acentúan el carácter deportivo -que ya anticipan la nueva parrilla frontal Singleframe, los faros de led o la tecnología Matrix led con intermitentes dinámicos, amén de un peso rebajado en hasta 90 kilogramos respecto a su predecesor-, al tiempo que refuerza su polivalencia y la versatilidad con un interior “altamente flexible”, para consolidarse además “en materia de conectividad, eficiencia o sistemas de ayuda a la conducción como una referencia en su segmento”.
Para ello la firma de los cuatro aros recurre entre sus novedades a “una carrocería que crece en todas las direcciones -con 4,66 metros de longitud, 1,89 de anchura, 1,66 de altura y 2,82 de distancia entre ejes, con un maletero variable entre 550 y 610 litros de capacidad- y mejora su aerodinámica (Cx de 0,30), al sistema de tracción Quattro con tecnología Ultra, a motores altamente eficientes, a la nueva suspensión neumática con regulación de altura y dureza de la amortiguación y a una amplia gama de sistemas de ayuda a la conducción y de infotainment”. En estos dos últimos apartados, conectividad-navegación y seguridad preventiva, el listado de mecanismos es de auténtico lujo y aporta un nivel de información y de protección realmente admirable.
Por lo que respecta al capítulo mecánico, la casa alemana, de momento, se centra en motores de cuatro cilindros sobrealimentados -más adelante llegará el diésel 3.0 TDI de seis cilindros en uve con 286 CV, 620 Nm, cambio Tiptronic de ocho velocidades y diferencial trasero deportivo-, con tres 2.0 TDI y un 2.0 TFSI. Los diésel cuentan de partida con el 2.0 TDI de 150 CV, 320 Nm, tracción delantera, caja de cambios manual de seis marchas, 206 km/h de velocidad máxima, consumos medios de 4,5 a 4,9 litros (dependiendo de los neumáticos) y precios a partir de 40.550 euros; al que sigue el 2.0 TDI de 163 CV, 400 Nm, tracción Quattro Ultra, cambio automático secuencial S Tronic de siete relaciones, 211 km/h, de 4,9 a 5,2 litros de gasto medio y tarifas a partir de 46.800 euros; para concluir con el 2.0 TDI de 190 CV, 400 Nm, tracción Quattro Ultra, caja S Tronic, 218 km/h, consumo promediado de 4,9 a 5,2 litros y precios a partir de 49.500 euros. El gasolina 2.0 TFSI entrega 252 CV y 370 Nm, dispone de tracción Quattro Ultra y cambio S Tronic, alcanza los 237 km/h, demanda entre 6,8 y 7,1 litros de media y está disponible desde 55.850 euros.
AUDI Q5