Goyo Bonafau (Pamplona, 68 años) comenzó en el kárate con solo 16 años. Después de ser campeón de España en dos ocasiones y acudir a citas mundiales, el navarro ha recibido el 9º DAN, la segunda máxima distinción que se puede otorgar a un karateka en España. Bonafau ha dedicado la mayor parte de su vida a este deporte –52 años– y quiere seguir haciéndolo “hasta que dure”.

¿Qué significa para usted que le hayan otorgado el 9º DAN?

Supone un reconocimiento a toda una trayectoria de más de 50 años que llevo dedicándome al kárate. Es una alegría inmensa. Además, es especial porque mis alumnos y la gente de mi entorno lo han recibido con una felicidad enorme, lo sienten como si fuese suyo. Además tengo que agradecérselo a mi mujer y a mi hija, que sin ellas no hubiera conseguido nada.  

¿Cuál es el proceso a través del que recibe este reconocimiento?

La Federación Española de Kárate, a través de su junta directiva, analiza a la persona que ha solicitado el DAN. En este caso es la Federación Navarra la que lo solicita para mí. Hay que cumplir una serie de requisitos para que te lo concedan; antiguedad, formación, colaboración con federaciones... Y si cumples esos requisitos, además de que revisan tu historial en el kárate, te otorgan el 9º DAN. 

¿Cuáles son esos requisitos de los que habla?

Lo primero es dedicarte de manera constante al kárate durante gran parte de tu vida. También se tiene en cuenta el historial deportivo que tengas. Yo he sido campeón de España en dos ocasiones y en otra subcampeón, también he trabajado con la Federación Española y la Federación Navarra en diferentes departamentos. Además, tengo el título de árbitro europeo e internacional. Entonces, con todo eso han considerado que me merecía este DAN. Aunque me lo haya otorgado la Federación Española, estoy muy agradecido al apoyo que me ha brindado la navarra.  

Usted, por otra parte, es el único navarro que ha llegado a este nivel, ¿se ve a sí mismo como un referente en el kárate? 

A mis alumnos les suelo decir que no soy nadie especial, soy una persona que ha conseguido todo esto con esfuerzo, ambición, trabajo, afán de superación y dedicación. Pero, sobre todo, el sentir esto como una forma de vida. Intento que mis alumnos copien lo que yo he hecho, el kárate es mi forma de vida y me ha hecho muy feliz, así que intento que ellos busquen la felicidad a través de este arte marcial. Además, intento que tengan compromiso con ellos mismos, que valoren el esfuerzo y el trabajo, porque es la única forma de conseguir cosas en la vida. 

Cuando ve a sus alumnos que están empezando, imagino que se acordará de sus inicios, ¿cómo fueron?

Yo empecé en la Calle Mayor con el maestro Saldaña. Mis inicios estuvieron llenos de mucha ilusión y de muchas sorpresas, de satisfacción. Y eso que yo no era una persona muy deportista, pero en el kárate veía que podía superarme a mí mismo y que era una forma de conocerme, podía hacer competición y resolver conflictos. 

"Mis inicios estuvieron llenos de mucha ilusión y de muchas sorpresas, de satisfacción"

Pero llega un momento en el que tiene que decidir si dedicarse al kárate por completo o no, ¿cómo toma esa decisión? 

A mí el kárate me encantaba, pero llegó un momento en el que tuve que decidir qué camino tenía que seguir para vivir, básicamente. De hecho, yo quería estudiar medicina. Pero me puse a dar clases de kárate en los Salesianos y me di cuenta de que era feliz y me ilusionaba mucho enseñar. Descubrí algo que hasta entonces no conocía y que me llenaba. Estuve un año probando antes de tomar la decisión y lo tuve claro. A partir de ahí, me dediqué a formarme muchísimo y obtener todas las titulaciones que pude. Cuando consideré que tenía un nivel de conocimiento suficiente en el mundo del kárate, me animé a abrir mi gimnasio.

¿Cómo recuerda esos primeros días tras abrir su gimnasio?

Al principio con muchas dudas, hasta que decides dar el paso es lo normal. Me costó tiempo decidirme, pero al final tomé la decisión y, cuando lo abrí fueron momentos de mucha ilusión y satisfacción. Pero también estaba el compromiso de que tenía una meta por cumplir y tenía que lograrla sí o sí. Lo que tenía que hacer era trabajar, trabajar y volver a trabajar. Pero yo estaba feliz con la decisión que había tomado. Ya cuando empezó a coger forma y empecé a tener a mis primeros alumnos tuve una sensación de mucha plenitud y realización, una energía muy fuerte y positiva.

Pero, antes de ser maestro y abrir el gimnasio, usted competía como karateka, ¿cómo recuerda esa etapa? 

Son dos facetas distintas. Cuando competía me gustaba mucho enfrentar situaciones de conflicto, conflicto ante un adversario. Competir es una responsabilidad también, está el miedo a ganar, el miedo a perder... Pero a mí la competición me gustaba mucho por una razón en concreto, porque yo no me exigía ganar al rival que tuviese delante, yo me exigía dar el 100% de mí mismo. Podía ganar o perder, pero no me admitía perder por no haberme esforzado al máximo. Además, cuando competía interioricé mucho el respeto. Pero cuando empecé con las clases tenía un sentimiento completamente diferente. Me di cuenta de que estaba enseñando una disciplina que ayudaba a los alumnos a mejorar como personas. 

¿Cuándo decide que va a dejar de competir para dedicarse por completo a enseñar?

Llegó un momento en el que no podía compaginar las dos facetas. Me cuestioné que tenía que dejar la competición porque quería dar clases, así que, de un día para otro, lo dejé. Me di cuenta de que me llenaba más enseñar a los demás que competir. 

"Me di cuenta de que enseñar a los demás me llenaba más que competir"

Es decir, que al mismo tiempo toma la decisión de dejar de competir y de estudiar para dedicarse a enseñar kárate, ¿cómo se lo tomó su entorno?

Mi familia siempre me ha apoyado, aunque sí que es verdad que tuvieron sus dudas en su momento. Pero al final vieron que el kárate era mi vida y que yo era una persona muy concienzuda, que tenía mucho compromiso con las cosas que hacía. 

Una de esas personas fue su hermano, que también se ha dedicado al kárate, ¿cómo es su relación?

Siempre hemos sido uña y carne. Yo era su entrenador, él era mi entrenador... Es mi amigo, mi acompañante... Siempre nos hemos acompañado el uno al otro. 

Además, el 8º DAN lo recibieron juntos, imagino que fue un momento muy especial.

Pues te puedes imaginar. Un reconocimiento tan grande como es el 8º DAN, encima con tu hermano al lado, es muy bonito. En cierto modo lo hizo más especial que este 9º, porque estaba con la persona que me ha acompañado toda mi vida. 

Y ahora, ¿a por el 10º DAN?

Si duro sí, que lo voy a hacer. Mi objetivo es seguir presente en el mundo del kárate porque es mi forma de vida. Es mi vitamina diaria. Doy clases a las siete y media de la mañana y eso me da una felicidad enorme. Me da energía y me hace estar vivo y activo. Encima, ver que sigo siendo capaz de transmitir todo mi conocimiento, mi experiencia y mi sabiduría, me llena mucho. Ver como mis alumnos mejoran como personas es lo más pleno que puedo recibir en esta vida.

Llama la atención que habla de cómo el kárate hace que sus alumnos mejoren como seres humanos, ¿considera que este deporte va más allá de los gimnasios?

Yo tengo una definición de kárate que siempre digo: Es aquella disciplina que, a través de su entrenamiento, te ayuda a mejorar como persona. Te ayuda físicamente, aprendiendo valores... Pero, sobre todo, a relacionarte con la gente que tienes alrededor. Gente diferente, pero gente como tú, te ayuda a entender que lo diferente es igual de válido. Te ayuda a valorar al ser humano, va más allá del puro entrenamiento físico. Te proporciona valores como la disciplina, el esfuerzo, la constancia, el respeto la confianza... Te enseña a ser muy leal a unos valores, a ti mismo. 

"El kárate te proporciona valores como la disciplina, el esfuerzo, la constancia, el respeto o la confianza"

¿Cómo le ha ayudado a usted el kárate en su vida personal?

Me ha enseñado a vivir. Yo soy kárate, en mi vida personal está refeljado este deporte. Si tengo algún problema aprendo a enfrentarlo y a superarlo. Si me pasa algo bueno, aprendo a que no se me suba demasiado y gestionarlo bien. Pero, sobre todo, me ha enseñado a ayudar. Hace muchos años decidí que iba a ser la mejor persona que pudiese, y eso me lo ha dado el kárate. Compromiso, disciplina y lealtad a esos principios. 

Esto es algo que no se ve en todos los deportes. 

Yo creo que sí que es parte del mundo de las artes marciales, pero también se puede encontrar en otras disciplinas. Cada persona lo enfoca desde su punto de vista. 

¿Cómo lo enfoca usted cuando enseña a sus alumnos? ¿Qué les quiere transmitir?

Que sean honestos consigo mismos, que tengan principios y valores y que cumplan con los que van aprendiendo. No sirve de nada aprenderlos y dejarlos de lado, tienes que estar comprometidos con ellos e intentar aplicarlos en la vida cotidiana. El esfuerzo que aprenden en el kárate lo pueden aplicar al estudio, por ejemplo. 

En sus 52 años en este deporte, ¿cuál es el momento más feliz que recuerda?

A nivel deportivo, cuando he quedado campeón de España, por supuesto. También me he dedicado al arbitraje y me ha dado muchos momentos de felicidad, pero el más feliz de todos en el kárate es este 9º DAN. Sobre todo por una razón, porque he descubierto el cariño que me tiene toda la gente y que me está demostrando con este reconocimiento. Es un cariño que me está abrumando y casi desbordando. Todo el mundo felicitándome, mandándome mensajes... Ver que la gente te aprecia por lo que haces y que lo reciben como si fuese suyo, es el mayor descubrimiento que he tenido, siento una felicidad enorme.

Hablaba de ese momento en el que fue campeón de España, ¿qué recuerdos tiene de ese día?

En la primera final que gané, me acuerdo que empecé ganando. En un momento determinado fui consciente de ello y me pesó, y mi rival empezó a remontar. Ahí pensé que tenía que ganar fuese como fuese y lo hice. Fue un momento de mucha felicidad, casi llorando de alegría. No por haber ganado, si no porque estaba orgulloso de mí mismo. El segundo que gané también fue muy bien, pero el primero siempre es más especial. Además, me acuerdo de que fue una lucha de temperamento y energía, fue muy mental.

¿Qué papel juega la mentalidad en el kárate en una final como esa?

Lo es todo. De hecho, en aquella final creo que el otro era mejor que yo a nivel deportivo y le gané por mentalidad y temperamento. Yo salí pensando que si me quería ganar iba a tener que dar su máximo, que no le iba a regalar nada. Me acuerdo que salí con miedo, y la única forma de vencerlo es dar el 100% de ti mismo. 

"En aquella final creo que el otro era mejor que yo a nivel deportivo y le gané por mentalidad y temperamento"

Pero también vivió la otra cara del deporte cuando perdió una final, ¿cómo vivió ese momento?

Cuando perdí aquel Campeonato de España fue una final muy igualada y muy difícil. Empezaba ganando yo, luego me empataba y se ponía por delante, luego volvía yo... Pero al final perdí, me tomé un minuto para asimilar la derrota y fui a felicitar al rival. Rival con el que sigo manteniendo relación a día de hoy, de hecho, me ha escrito para felicitarme por el 9º DAN.

Después de ganar aquellos campeonatos nacionales decide formarse, ¿viaja a Japón en algún momento?

Dos veces. Fui con mi hermano algo más de un mes para aprender de los japoneses, tendríamos unos 25 años. Estuvimos entrenando por todo el país, fui a buscar la cuna del conocimiento del kárate. La diferencia con España, en el momento en el que fui, era muy grande. Sobre todo en el sistema de trabajo, de entrenamiento, la mentalidad, las formas... muchísima. El japonés es muy diferente. Además, tienen un nivel muy alto en el kárate.

¿Alguna vez ha peleado contra algún japonés?

Sí, en el campeonato del mundo me enfrente a uno de ellos y me ganó, pero no me quedé conforme con lo que había hecho. Bueno, de hecho, fui al campeonato de Japón y le gané a alguno de ellos. Lo que me sorprendió es que todos me felicitaron, fueron muy deportivos. 

Para terminar, cuando deje el mundo del kárate, ¿cómo le gustaría ser recordado?

Como una persona que ha enseñado a sus alumnos a mejorar como seres humanos. Nada más. Quiero que se queden con la sensación de que les he ayudado a ser mejores personas. Con eso me quedo más que satisfecho, es el máximo legado que puedo dejar cuando me vaya.