Todo suena mejor en italiano y más un Mundial. Sucede que Italia, la vieja, sabia, cínica y tragicómica Italia, con su catenaccio, su fantasista y su mesiánica capacidad para la supervivencia, que le ha alcanzado para conquistar cuatro copas del Mundo, no está en Catar. Un chiste dice que Italia ha sido el único país con galones que ha boicoteado el Mundial que se disputa en el país árabe porque este no respeta los derechos humanos. La prosa desvela que no fue capaz de clasificarse y que en Italia gobierna la ultraderecha, que no es precisamente una defensora de la diversidad.

La Italia del posfascismo no tiene cabida en el Mundial. Pero a quién le importa la verdad en un evento que acoge un país repleto de atrezzo. Hasta los hinchas son contratados. Así, que durante el Mundial, Italia se entretiene con el divorcio de Totti, campeón del mundo en 2006. A partir de ahí, la azzurra fue perdiendo brillo y sus estrellas viejas, languidecieron. El repunte de la Eurocopa es uno de esos milagros que ocurren con Italia. Después llegó el desierto.

El Mundial siempre exigió juventud, vigor, dinamismo, rabia, hambre y energía. El factor físico era un factor desequilibrante porque se disputaba una vez concluida la temporada. Con su celebración en plena campaña liguera, tal vez vire de coordenadas y altere el discurrir de la historia. Los futbolistas llegan frescos al torneo y eso concede ventaja a los veteranos, más baqueteados al final del curso. Eso puede igualar las prestaciones en el arenal del Catar, exuberantes los estadios, los vergeles de los tiempos modernos.

En el Mundial se concentran las luminarias que son, las que están por llegar y las que huelen a despedida en la estación después de los días de gloria. Posee la competición el aspecto de las últimas oportunidades, un cierto aire a western crepuscular cuando se atiende a los camerinos de las distintas selecciones. Es un pasaje fronterizo el Mundial, el lugar donde se marchitan unos y florecen otros.

Hacia el ocaso se encamina Lionel Messi, cinco participaciones en sus alforjas, con la única misión de levantar la Copa del Mundo. Es su baile final. El argentino, probablemente el mejor futbolista de todos los tiempos, liderará a la albiceleste, dos veces campeona, con 35 años. Se enfrenta el de Rosario a su mayor reto con una única bala. Subcampeón en 2014, Messi busca la redención y la paz. Hasta que gane un Mundial, en Argentina siempre recordarán que Maradona, un mito, lo hizo. Dominador del fútbol, Messi, 35 años, se encuentra ante el ser o no ser tras una biografía excelsa.

El hombre que le discutió la gobernanza sobre el planeta fútbol, Cristiano Ronaldo también se enfrenta a su última opción. Con 37 años, el astro portugués, en plena decadencia y con tensiones en el seno de la selección, tratará de encontrar agua en el desierto por el que transita en su quinta participación en un Mundial. A Cristiano, otrora un goleador excelso, le sostiene el nombre y sus propagandistas. Nadie mejor que su agente, Jorge Mendes. El portugués está de retirada. Competidor enfermizo, tratará de mostrar su orgullo en una cita en la que no es el mejor futbolista de Portugal.

En Brasil, Vinicius ha derribado la puerta y luce con rango de estrella, aunque Neymar tiene plena vigencia e intentará demostrar que es el jerarca de una selección que siempre es candidata al cetro mundial, cinco veces campeona. Ninguna le iguala el palmarés. El ataque brasileño ha recuperado imaginación y talento con el paso al frente de Vinicius, un futbolista con crecederas, veloz, desequilibrante y que al fin parece haber encontrado el camino hacia el gol, que era su gran debe. Vinicius supone la nueva era de una Brasil que acude con Alves o Thiago Silva, futbolistas en los 40. 

Entre los combinados clásicos aparece Inglaterra, que logró su Mundial en 1966. Harry Kane será el encargado de sumar los goles. El delantero contará con la contribución de Foden. Son las estrellas que presenta la selección inglesa, que, sin embargo, no parece una de las grandes potencias para pujar por el trofeo. Más huella tiene Bélgica en el presente. Los diablos rojos cuentan con uno de los mejores centrocampistas del planeta, Kevin de Bruyne, además del mejor portero de la actualidad, Thibaut Courtois. Dueña de un fútbol coral, la selección de Roberto Martínez, tratará de impulsarse con las manos de Courtois, el buen pie de De Bruyne y el remate de Lukaku.

Lewandowski, artillero magnífico, será la bandera de Polonia. Modric, 37 años, actuará como mariscal de campo de la competitiva Croacia mientras Alemania, cuatro Mundiales en su estantería, trata de encontrar la senda hacia la reconversión. En periodo de tránsito, Neuer, otro veterano de salida, vigilará el arco en una selección liderada por el instinto de Müller y el juego de Kimmich y Gündogan, los nombres con más peso en la Mannschaft. Entre el resto de selecciones, Uruguay apostará por Luis Suárez, Cavani y Godín. En España, Pedri, imberbe pero con claqué en su juego, asoma como el futbolista con mayor proyección en un combinado sin grandes referentes que cuenta con Unai Simón y Nico Williams y en el que se despide Busquets, durante años, el mejor pivote del mundo.