Sao Paulo - El expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva salió ayer de la cárcel donde cumplía una condena por corrupción desde hacía 1 año y 7 meses, en la ciudad de Curitiba (sur), tras una decisión de la Corte Suprema adoptada el jueves por la noche. Lula, de 74 años y que ahora recurrirá su condena en libertad, salió a las 17.41 hora local de la Superintendencia de la Policía Federal de Curitiba, capital del estado de Paraná, donde estaba recluido desde el pasado 7 de abril de 2018.
El exmandatario abandonó el local a pie, acompañado por sus abogados; su actual pareja, Rosangela da Silva, y algunos de sus principales correligionarios, y entre los vítores de los cientos de simpatizantes que llegaron hasta los alrededores de la sede policial para recibir al líder socialista.
“¡Lula libre!¡Lula libre!”, gritaban los seguidores de un Lula vestido de traje y que se fue directo hacia ellos, tras abrazar a algunos de sus familiares en la puerta de la sede de la Policía Federal. Después escuchó el himno de Brasil, cantado por sus simpatizantes, recibió algunos regalos y repartió más abrazos visiblemente emocionado.
El juez Danilo Pereira Jr, de la 12ª Sala Criminal de Curitiba, decretó poco antes su libertad, de acuerdo con una decisión del Supremo, que declaró inconstitucional la prisión de condenado antes de que se agoten todos los recursos en la Justicia, como es el caso de Lula y de otros cerca de 5.000 presos.
Lula cumplía una pena de 8 años y 10 meses de prisión, ratificada en tres instancias diferentes, por corrupción pasiva y blanqueo de capitales, tras haber sido hallado culpable de recibir un apartamento en el balneario paulista de Guarujá a cambio de favores políticos a la constructora OAS.
Ahora esperará en libertad hasta que agote todos los recursos disponibles en el sistema judicial brasileño, según decidió el Supremo en la víspera en una votación ajustadísima (6-5).
El máximo tribunal de Brasil anuló en la víspera su propia jurisprudencia, vigente desde 2016 y a través de la cual autorizó ejecutar una pena de prisión después de que ésta se confirmara en segunda instancia y aún dos apelaciones pendientes en tribunales superiores. La decisión le abrió las puertas de la cárcel al líder del Partido de los Trabajadores (PT), quien afronta de nueve procesos abiertos con la Justicia, en dos de los cuales ya fue condenado. Además de la condena por el conocido como caso Triplex, sobre Lula ya pesa otra pena a otros 12 años y 11 meses de cárcel en un caso muy similar, pero dictada hasta ahora en primera instancia y aún no confirmada en la segunda. Lula se dice víctima de una “persecución” que intenta evitar su vuelta al poder. Aunque está en libertad, Lula sigue estando impedido de concurrir en unas elecciones, pues la ley brasileña impide que condenados en segunda instancia, como es su caso, puedan presentarse a un cargo electivo.
Lula salió libre tras una muy polémica decisión adoptada por la Corte Suprema de Brasil. En un ajustadísimo fallo, definido apenas por un voto (6-5), el Supremo anuló una jurisprudencia que había establecido en 2016 y con la cual había autorizado ejecutar una pena de prisión después de que se confirmara en segunda instancia, pese a que en esa fase quedaban aún dos apelaciones pendientes en tribunales superiores.
Según la nueva decisión, la prisión solo podrá ordenarse cuando, como establece la Constitución, se complete el “tránsito en juzgado” (“cosa juzgada” en español) y se hayan agotado todos los recursos posibles, con lo que la culpabilidad estará plenamente determinada. En el caso de Lula, el más célebre de los cerca de 5.000 presos brasileños que serían beneficiados, comenzó a cumplir en abril de 2018 una pena de ocho años y diez meses por corrupción tras ser condenado en segunda instancia. La sentencia fue confirmada tras una tercera instancia, pero aún le resta una apelación que ya ha presentado ante el Supremo, que todavía no se ha pronunciado. - Efe
Excepción. La nueva jurisprudencia no se aplicará a aquellos casos en que una persona ha sido condenada por un tribunal popular debido a un delito violento.
Impacto político. La defensa de Lula siempre alegó que su encarcelamiento tuvo como fin impedir su candidatura para las elecciones de 2018, en las que finalmente ganó el Jair Bolsonaro, líder de la ultraderecha y mayor antagonista del antiguo sindicalista.