HIJO de labradores del valle de Aguilar, cuando corre el año de 1788 se presenta al mundo Martín en el barrio logroñés de Varea; eran sus progenitores: Antonio Zurbano Barbarin, natural de Desojo, y Gregoria Baras Bujanda, que lo era de Genevilla. No le mecieron en alta cuna ni debió al destino padres henchidos de nobleza o de fortuna, pero los suyos, si bien no poseían grandes bienes, tampoco carecían de cuanto era imprescindible para cubrir las atenciones cotidianas. Su figura destaca en la lista de los adalides del liberalismo decimonónico.
Frederick Hardman pasó tres años "luchando y observando" la guerra carlista como miembro de la Legión Auxiliar Británica; hasta 1837, en que resultó herido. De vuelta a Inglaterra comenzó su carrera como periodista, dejándonos la obra Peninsular Scenes and Sketches, de valor documental y con descripciones interesantes, donde, entre otras, refiere "una excursión nocturna" con Zurbano, en la que, por cierto, fue detenido el general carlista Francisco Iturralde, natural de Arróniz, que sería llevado prisionero hasta Vitoria para morir poco después.
El joven Hardman, que no evita relatar algunos sucesos truculentos de la contienda, realiza pinceladas de los hombres de Zurbano y se detiene para retratar al jefe: "es de estatura algo menor que mediana?, cuadrado y musculoso, con la fuerza y la energía de un hombre de treinta años; las líneas de su rostro, bronceado y batido por los vientos, daban más impresión de fatiga y angustia, que de vejez cercana. ? está perfectamente afeitado, aunque ostenta patillas cortas, que, como su cabello y sus cejas espesas, son de un color castaño oscuro? Los ojos profundos y vivos, y los labios finos y apretados, le dan una expresión feroz y casi cruel, que, sin embargo, es aliviada en gran medida por la frente, amplia, abierta y franca.
De las acciones de la partida de Zurbano y otros acontecimientos bélicos por nuestra tierra existe constancia. Así, cuando discurre el año 1835, en Bargota hizo quince prisioneros y dejó en el campo veinte muertos; en Lapoblación sufrió cuatro bayonetazos en la zamarra, siendo herido su caballo; en Torres y Sansol, también se recordaba su presencia. Sus compañeros vestían de paisano y "sólo las banderolas negras, con inscripción blanca" podían distinguirse. Al año siguiente se le vuelve a ver en el valle de Aguilar y partido de Viana.
También, en diciembre de 1837, realizó una expedición a la ermita de Codés; considerando que el lugar era un refugio de carlistas "lo entrega al saqueo e incendia la hospedería, no sin llevarse al capellán y a otros paisanos como rehenes". Al mes siguiente, procedente de la capital riojana se presentó en Los Arcos. En varios pueblos Zurbano dejó "funesta memoria". Así, el Jueves Santo del mismo año, sus hombres robaron en la sacristía de Zúñiga "y arrojaron por el suelo los papeles, circulares, escrituras y Libros de Cuentas y Sacramentales". Regresaría en 1839 a la misma iglesia para llevarse "una cruz de metal plateado, un crucifijo y un copón de cobre sobredorado".
Terminada la guerra, Zurbano fue ascendido a mariscal de campo. Tras un breve destierro regresó a su granja de Imas (concedida por el gobierno) en Mendavia, proclamando poco después la Constitución progresista, pero como el levantamiento no tuvo éxito fue detenido? y fusilado. Su viuda, Hemenegilda Martínez Badarán, falleció en la citada granja en 1861. Héroe para sus partidarios y detestado por los enemigos, tuvo una existencia de novela. Su muerte inspiró a poetas como Espronceda, que agrandaron su leyenda en la iconografía liberal.