La fiesta, que recuerda el pasado almadiero de los valles pirenaicos y cumple este año su veinte aniversario, se celebra desde 1992, cuando una balsa descendió por vez primera desde Oleguía hasta pasar la presa de Burgui, recién constituída la Asociación Cultural de Almadieros Navarros, promovida por el sangüesino, Javier Beunza Arboniés, su primer presidente.

Según relatan en su obra Almadías por los ríos de Navarra, Fernando Hualde, Félix Sanz y Satur Napal, aquel año "algunos veteranos almadieros transmitieron oportunamente sus conocimientos a una cuadrilla de jóvenes: preparar la madera, atar, achinturar, colocar los barreles, aguar y, por supuesto, navegar y manejar la almadía sobre el cauce del río, sin ni siquiera sospechar que con aquel gesto se estaban convirtiendo en los artífices del éxito turístico y patrimonial que tiene la fiesta en el calendario festivo de Navarra".

En 1993, en la segunda fiesta, participaron dos almadías. y la tercera se incorporó dos años más tarde. Un año después, el descenso estuvo marcado por la lluvia y el accidente de una de las balsas, y en 1997 se estrenó el puerto de la presa recién arreglado. Fue en el año 1998 cuando la asociación amplió sus actos a dos jornadas. En 1999 la fiesta se celebró el 1 de mayo y dentro de sus actos incluyó la presentación de la campaña 1999 del queso denominación de origen Roncal.

A partir del año 2000 se completaron los programas: charangas, txalaparta, bolantes de Valcarlos, comida popular..., se incorporaron a la fiesta que fue cobrando auge. Los actos del año siguiente se repartieron entre sábado y domingo. "Aquel 29 de abril, frío y lluvioso, alrededor de 7.500 personas presenciaron el descenso en el que, además del campeón ciclista Miguel Induráin, participaron 21 roncaleses. Ese mismo año, el 8 de diciembre, se inauguró en el Ayuntamiento de Burgui el Museo de la Almadía", recogen estos autores en su obra.

El año 2002 los almadieros invirtieron casi cuatro horas en el descenso por la escasez de agua. En el mes de julio, la asociación dio los primeros pasos para iniciar los trámites de cara a conseguir que la fiesta fuera declarada de interés turístico. El del 2003 tuvo un significado muy especial por el reconocimiento que hizo la asociación a los almadieros salacencos. Una treintena de actos culturales se celebraron entre los dos valles y en ellos se implicaron otros treinta colectivos. En la Semana Santa de 2005, se colocó una almadía en Sangüesa, en el nuevo Paseo de las Almadías. El 30 de abril se celebró la nueva edición de la fiesta, que tuvo como centro del homenaje a la mujer pirenaica en general y a la del almadiero en particular. En esta ocasión, sólo dos almadías llegaron a su destino. Un mes más tarde la fiesta alcanzó la categoría de Interés Turístico Nacional. Este hecho, sin duda, contribuyó a que al año siguiente, 2006, la fiesta tocara techo en el número de visitantes: diez mil personas siguieron el descenso. En la decimoquinta edición las balsas acortaron su recorrido por la escasez de agua, saliendo de la badina de Burgui. Aquel año Sangüesa acogió una semana de actos, bajo el título, Sangüesa y las almadías, que culminó el 21 de mayo con el descenso de una balsa por el río Aragón, y un homenaje al fundador de la asociación, Javier Beúnza. También ese año se inauguró la carbonera y el horno de pan. Burgui es ya el pueblo de los oficios.

Los años posteriores la fiesta siguió su curso, pero siempre creciendo en cada una de las ediciones, gracias al trabajo de decenas de voluntarios: los encargados de construir las almadías en el monte, los de gestionar ayudas, los responsables del protocolo, de las viandas, los que conducen las almadías. Ellos reciben este año el homenaje, pero son merecedores de los galardones de estas veinte ediciones y de las que vendrán, porque convierten el día en una atractiva cita en la que la villa roncalesa luce cada primavera con el sol de mayo, o con las lluvias previas, que facilitan descensos extraordinarios; en jornadas inolvidables y multitudinarias de un Burgui rebosante.