eLxto padre de los Maeztu era un cubano que se trasladó a la metrópoli para conocer a sus antepasados -el abuelo de nuestro protagonista, había nacido en la localidad riojana de Alcanadre- y quiso el azar que su viaje coincidiera con el inicio de la tercera guerra carlista, un suceso que lo llevó a recalar en Vitoria, a él y a su joven mujer Jane Ellen Whitney. En la capital alavesa se presentaron a la vida sus cinco hijos. El primogénito Ramiro fue un periodista polémico; Gustavo, nacido en 1887, sigue siendo considerado pintor de alcance; María fundó la Residencia de Señoritas y fue ilustre pedagoga, y los otros dos, Ángela y Miguel, pasaron por este mundo sin dejar huella profunda.

Todo iba sobre ruedas mientras la hacienda de este indiano pudo proporcionar a sus retoños una educación elitista, severa y a la vez esmerada, con idiomas, esgrima y música, a cargo de profesores particulares. La fortuna de papá permitió a los Maeztu ser niños privilegiados y llevar una vida muelle en la capital vasca. Aquellos críos vivieron en un marco doméstico de comodidad y abundancia. Ambiente que, pocos años antes de morir el padre (1894), y una vez desaparecido éste, se convirtió en desolación y en cierta lucha de supervivencia, como consecuencia de la bancarrota que pesó sobre la familia. Angustiosos días los que pasaron, en espera de nuevas noticias del cabeza de familia, que se había visto precisado a regresar a la perla de las Antillas para cuidar su ingenio o plantación de azúcar El Pelayo.

Aquellos acontecimientos -más la guerra colonial que se desarrollaba- operó un radical cambio en el tren de vida de los Maeztu. "A la opulencia sucedió la medianía -escribiría Ramiro- y a la medianía, la pobreza, y a la pobreza, la miseria." Los primeros años de Gustavo se desarrollaron entre los incidentes de la almoneda. Después de haber marchado el progenitor a América, en defensa de la hacienda amenazada, fueron desapareciendo profesores particulares, sirvientes, caballos, coches, arneses, libreas, muebles, alhajas, libros?, mientras se aguardaban del correo ultramarino pliegos que no terminaban de llegar. "Se hundió el crédito de la casa, algunos acreedores se insolentaron, se vivió una vida falsa durante años, sin otro aliciente que las cartas de Cuba, llenas de ilusiones; y del esplendor de la infancia no quedaron más restos que algún látigo roto y una vieja criada?" Se trataba de Magdalena, una guipuzcoana que vivió con ellos cuatro decenios y que trataba "de tu a todos los hermanos y era tratada de usted por nosotros, que la respetábamos como a una segunda madre?"

Desde la antañona Gasteiz la familia se trasladó a Bilbao, donde doña Juana Whitney -inglesa de nacimiento- abrió una academia para formación de muchachas y enseñanza de idiomas a la que asistían hijos de familias pudientes. En aquel trance tan difícil en que habían quedado los Maeztu, en su preocupación por situar a cada uno de sus hijos, a la viuda le llegó el momento de interesarse por María, que, con Gustavo, había asistido a una escuela popular de Bilbao y había conseguido el título de maestra a los dieciséis años.

Cuando era niño, en la capital alavesa, tras la rotura de una pierna que le obligó a permanecer inmóvil varios meses, comenzó sus pinitos pictóricos. Curiosamente, en el instituto de Orduña, donde cursó interno el bachillerato, le suspendieron en Dibujo. Transcurrido éste se resiste a seguir una carrera universitaria, empeñado en ser pintor. Ante la oposición de sus hermanos, es la madre, quien anima y estimula su vocación. Luego acude a la Escuela de Artes y Oficios de Bilbao y comienza a frecuentar artistas e intelectuales vascos. El periodista Estanislao María de Aguirre escribió un libro sobre el joven Gustavo, inquieto y rebelde, artista de mérito y escritor en ciernes, que trató con pintores como Picasso y se sonrojaba de haber nacido en una ciudad de sosegado atardecer, inventando "la aceptable disculpa, para que no duden sus correligionarios, que no es de Vitoria, sino de Marañón [valle de Aguilar]?"

Doña Juana Whitney fue paradigma de mujer fuerte y cultivada, elegante y emprendedora, que hizo frente con valentía a la situación cuando llegó a la familia el contratiempo del descalabro económico. Falleció en la capital del Ega cuando contaba ochenta y nueve años de edad, el día 28 de marzo de 1945. Casi dos años después (9 de febrero) lo hacía su hijo Gustavo. Se habían trasladado el primero de julio de 1936, instalándose en un viejo molino, llamado Casa Blanca, en Los Llanos. Luego se mudaron a la calle Mayor e instalaría su estudio en la calle Asteria. "Después de Londres, Estella es lo mejor del mundo", repetía Gustavo a quien quisiera escucharle.