orkoien - Su jornada laboral comienza a las 5.45 horas en la entrada de la fábrica de Volkswagen, pero Francisco Hidalgo García, más conocido como Paco o el ciego, no es un operario más de la compañía automovilística. Lleva media vida vendiendo cupones de la ONCE, actividad que ahora desarrolla en Orkoien, principalmente en el bar Jaén y en el bar-restaurante El Pardo, así como en los polígonos industriales de esta localidad y en el de Cordovilla, y por la cual la organización le concedió el 7 de junio una medalla por haber cumplido 25 años trabajando con ellos.
Natural de La Luisiana (Sevilla), vino a Navarra con su familia cuando tenía 7 años y ahora, con 50, reside en el pamplonés barrio de la Rochapea. El 2 de noviembre de 1988 entró en la ONCE. "Estaba harto de trabajar por mi cuenta de fontanero, realizando acometidas de saneamiento, y solicité la filiación por la vista -sólo ve del ojo derecho-. Cuando acabé la obra del Lago de Barañáin, me fui a vender cupones". Primero estuvo en Abejeras, luego en la confluencia de las avenidas de Zaragoza y Galicia y, posteriormente, accedió a una cabina en Berriozar, que tuvo que abandonar por enfermedad: "Al ser diabético y estar tantas horas sentado, lo único que hacía era engordar, cuando los kilos no son nada buenos...", por lo que decidió volver a la calle como vendedor ambulante y así lleva diez años. A pesar de que ahora sufre más las inclemencias meteorológicas, se muestra "más contento que estando solo en una cabina", donde "no hablas con nadie, a no ser que la gente se pare, y acabas aprendiéndote de memoria el libro que estás leyendo". Con la diabetes, y en contra de lo que suele ser habitual, recuperó visión y, según apunta, "se me quedó la minusvalía en el 72%". Sin embargo, asegura que se defiende "muy bien" y puede hacer "una vida normal".
Hidalgo hace un balance muy positivo de estos años, por la estabilidad laboral y despreocupación que le ha proporcionado esta profesión en comparación con la anterior que tenía, ya que era autónomo. Sostiene que lo mejor de su trabajo "es la alegría de dar un premio y el trato con la gente", mientras que "lo peor es cuando viene más de uno molestando", si bien "normalmente no suele ocurrir".
A lo largo de estos años, Francisco Hidalgo ha dado varios premios: "El último fue hace cinco años, que vendí 1.500.000 euros. Llevaba 3 millones, pero devolví la mitad". En otra ocasión, según relata, devolvió "1.800 millones de pesetas. No pude vender ni uno porque el día anterior había salido el mismo número". Al respecto, comenta que hay que tener un poco de psicología para agradar y atender al cliente, porque hay algunos que no quieren saber el número cuando lo adquieren, otros que no quieren que nadie vea su boleto, otros que juegan todos los días con la misma cifra...
Francisco Hidalgo asegura que, con la crisis, las ventas han caído mucho. Un descenso que, apunta, se notó sobre todo después de que el Estado implantara un nuevo impuesto del 20% para los premios superiores a 2.500 euros. "A mí me ha bajado un 70%. Lo que llevo ahora para todo el día antes no tenía ni para media hora en la entrada de la fábrica y ahora con 100 cupones, me sobra para toda la jornada".
Por eso y porque está todo el día palpando la realidad existente en los polígonos industriales, no se cree lo que anuncian algunos políticos de que la situación económica va mejorando. "Lo que oigo en la calle no es así: cada dos por tres cierran fábricas y pequeñas empresas; la cosa no remonta", afirma. Dentro de poco, llegan Sanfermines, una época del año en la que vende mucho -la única pega es que es "a deshoras"-, al igual que en Navidad, si bien en julio y agosto es cuando menos trabajo tiene porque los polígonos cierran.
"A últimos de mes empiezo en Barañáin una sustitución y en las fiestas de Pamplona suelo estar en el Circo Mundial", indica este vendedor, cuya jornada laboral finaliza sobre las 16.00 horas, aunque por la tarde también atiende un par de sitios de la zona donde reside. La cuestión es no parar y seguir repartiendo ilusión entre todos aquellos que cada día se le acercan.
"Si todo va bien", Francisco Hidalgo espera jubilarse dentro de dos años. A partir de entonces tendrá tiempo para dedicarse a dos de sus aficiones, la fotografía y la restauración de vehículos antiguos. Mientras llega esa fecha, sueña con dar "un cuponazo íntegro" porque "la ilusión y la esperanza no la perdemos nunca". No obstante, concluye que su gran deseo es "quitarme todos los gastos y que a mi hija le vaya bien, que sea feliz". Mucha suerte.