BURLADA - Entre los pasillos del Centro Integrado (CI) Burlada FP, el cocinero Manuel Moreno, Manolo, es el que más tiempo lleva entre fogones educativos: 12 de los 15 años que trabaja allí como profesor del Programa de Cualificación Profesional Inicial (PCPI) de la modalidad Especial de Auxiliar de Cocina. En esta quincena de años, Moreno ha sido testigo de las facilidades y dificultades que los jóvenes con discapacidad (imparte clase a chicos de entre 16 y 21 años con minusvalía intelectual leve) tienen para entrar en el mundo laboral.

“Estamos formando cocineros dándoles una base para que luego tengan alguna oportunidad en el mercado laboral. Pero el fin principal es darles autonomía para su rutina diaria”, explica Manolo desde la cocina del Gazteleku de Burlada, donde imparte estas clases a nueve chicas desde este curso. El ciclo formativo dura cuatro años y solo se ofertan plazas en primero, sin que haya diferentes niveles impartiéndose de forma simultánea. Al final de la formación, son muy pocos los que acaban encontrando un trabajo como auxiliar de cocina. Si uno de sus alumnos acaba consiguiéndolo, “es un gran logro”. Pero, como narra Moreno, lo primordial es que estos jóvenes adquieran independencia: “Hay muchos que no han salido solos de su casa nunca, y hacerlo es el primer paso”. Así, una parte de su trabajo es, por ejemplo, enseñarles a los chavales a leer etiquetas, porque “algo tan fácil para nosotros, para ellos muchas veces es un mundo. Queremos que puedan ir solos al súper y se hagan la comida mientras sus padres trabajan o pasean tranquilos”.

La inserción en el mundo laboral, dice, “es complicada”. “Hay muy pocas empresas privadas que vayan a asumir el coste de tener un trabajador que con toda probabilidad les ralentice las pautas que ellos tienen marcadas”, lamenta. Moreno señala que “estos mocetes dependen del Gobierno, que es quien se tiene que preocupar por que tengan un puesto de trabajo”. Bajo esta afirmación, este profesor de cocina matiza que “a las empresas que suelen contar con estos chavales, haciendo una labor impresionante, se les quitan las subvenciones” del Ejecutivo.

30 AÑOS Manolo Moreno empezó una relación profesional con la cocina cuando a los 14 años comenzó a estudiar Hostelería, también en Burlada. Mientras tanto compaginaba clases con prácticas, hasta que en 1989 se graduó y comenzó a trabajar, principalmente en restaurante y pastelería. Pero 10 años después aterrizó en Burlada con una plaza de interino en este centro de FP: “Los fines de semana seguía trabajando en la empresa privada porque este tipo de profesores no tienen ningún tipo de estabilidad”. A los pocos años, con oposiciones ya aprobadas y plaza fija, le surgió la posibilidad de trabajar en educación especial, y no lo dudó. Hoy asegura que “a estos chavales no los cambiaba por nada; la relación que acabas entablando con ellos es muy estrecha, de amistad”, afirma. Para él, este podría definirse como uno de los trabajos perfectos. “La cocina me gusta mogollón, la pastelería, a rabiar, y enseñar a este tipo de mocetes algo de lo que sabes, ver cómo van creciendo, saltando sus dificultades, llena muchísimo”, confiesa.

Este curso sus clases han pasado de impartirse en las instalaciones del centro a Gazteleku. Con este cambio, sus alumnas dejaron de ayudar en el servicio de catering y comedor, abierto al público, que ofrece el instituto donde hacen prácticas los estudiantes de cocina. “Aquello les incentivaba, los implicaba en el trabajo y veías que avanzaban más de lo que podías esperar”. Además, compartían espacio con los demás alumnos de FP de Cocina “con el objetivo de sentirse más integrados, sin esa etiqueta de especial”; pero llegaban a ser 75 alumnos de tres clases diferentes entre los mismos fogones. Por todo ello, una “compañera, que es una fenómeno”, destaca Moreno, tuvo la idea de crear una especie de empresa que ofrece comida envasada para llevar, que llega de lo que cocinan cada día estas chicas. Además, ellas “envasan, pesan, etiquetan y luego lo venden al personal docente y no docente del centro”, puntualiza.