pamplona - “A mis amigos de Ghana les digo que, si no tienen un visado para venir a Europa, es mejor que se queden en Ghana”, confiesa Nicholas Addo Fordwour, natural del país africano y burladés de adopción. Nicholas llegó a Europa hace nueve años, a través de Alemania y con un visado. “En una patera tienes entre un 70 y un 80% de posibilidades de morir. A Europa hay que venir de forma legal para poder conseguir un permiso de residencia, porque la otra opción es jugarse la vida. Ahora yo trabajo como ayudante de cocina en un restaurante de Etxarri Aranaz. Solo me falta aprender euskera”, bromea Nicholas, de pie en la plaza de la Iglesia de San Juan Bautista, en donde hace poco más de una semana se casó por el rito católico con su mujer, Mavis Amankwaah.
Ahora, Nicholas y su mujer, que ya estaban casados por lo civil y tienen dos hijas pequeñas: Gloria y Nicolsia, están perfectamente integrados en la sociedad navarra y burladesa. Sin embargo, el camino hasta aquí no fue fácil, ya que, aunque los trámites legales para conseguir el permiso de residencia son arduos, no siempre son sinónimo de felicidad y éxito. “Tener el visado significa que puedes empezar a buscar trabajo de forma legal, pero hasta que no encuentras un trabajo pueden pasar cinco años”, explica Nicholas, que en su país natal se formó como experto en gestión de inmuebles. No obstante, y a pesar de todo, Nicholas se reafirma en su postura de que “sin visado, mejor quedarse allá”.
“Para salir de Ghana de forma ilegal, tienes que ir a Mali o a Senegal y luego andar hacia Argelia o Marruecos. Aunque también hay gente que va hacia Libia para entrar a Europa a través de Lampedusa. Durante el viaje nadie te va a ayudar, si te quedas sin agua o sin comida en medio del desierto, nadie te la va a llevar. Igual que nadie te va a esperar si te desplomas y no tienes fuerzas para levantarte. Se cuentan historias terribles, como una de dos hermanos que estaban atravesando el desierto. Uno de ellos se cayó al suelo sin fuerzas para continuar, pero el otro no podía detenerse a ayudarlo si quería sobrevivir. Así que tuvo que seguir andando mientras oía como su hermano le llamaba y le pedía ayuda: “¿Me vas a abandonar aquí? ¿Me vas a dejar morir?”. En esos casos lo único que se puede hacer es enterrarlos y dejar el pasaporte encima, para que los que vienen detrás sepan quien era”, relata Nicholas.
Además, aquellos que deciden desafiar a la suerte e intentarlo, también deben hacer frente a otro peligro que, a la postre, resulta prácticamente inevitable: las mafias. “Durante el camino hay mafias, gente que te ataca para robarte y luego matarte. Y en el caso de las mujeres es peor, se producen muchas agresiones sexuales”, advierte.
Pero, a pesar de las terribles historias que saltan de boca en boca, la necesidad puede más que el miedo y no todo el mundo tiene la posibilidad o el estatus económico necesario para emigrar por la vía legal. “Los africanos que vienen a Europa lo hacen por un tema económico, nadie se plantea pedir asilo por motivos bélicos, aunque estén padeciendo las consecuencias de una guerra. En Ghana los sueldos no son buenos, dos dólares al día aproximadamente, es por eso que la gente quiere irse”, abunda Nicholas, que desciende de una familia de maestros.
No obstante, es esa necesidad acuciante de mejorar la que pone de manifiesto otra realidad que Clement, sacerdote y hermano de Nicholas, conoce bien. “Cuando están allá piensan que en Europa es muy fácil conseguir dinero. No se dan cuenta de que, cuando vienen aquí sin saber hablar el idioma y sin posibilidad inmediata de conseguir un trabajo legal, sufren más”, reflexiona Clement, convencido de que “la solución no es la inmigración, sino ayudar allá”. Y es que, como en muchos países africanos el principal freno al desarrollo son los propios gobiernos, que, en muchas ocasiones, ostentan y dirigen regímenes dictatoriales.
De cualquier forma, Clement asegura que “en Ghana tienen más posibilidades de conseguir un empleo que en Europa”. “En cierto modo, el empleo es mejor en Ghana, porque cuando yo vengo aquí, tengo que ser formado como profesional para poder ejercer”, comenta este sacerdote que vino a Pamplona para asistir a la boda de su hermano y que, dentro de poco, volverá a Ghana.
“Es complicado traer familia o que vengan a visitarte. Todo depende del grado de parentesco y de mi situación aquí. Por eso, para que mi hermano pudiese venir a mi boda, tuvimos que ir a la oficina de Extranjería a solicitar un permiso y, cuando obtuvimos la resolución favorable, mandarla a la embajada de España en mi país. Luego, cuando mi hermano vuelva a Ghana, tendrá que ir a la embajada de España para demostrar que ha vuelto”, explica Nicholas.
solidaridad Pese a la dureza del viaje, los sinpapeles siguen llegando en busca de una vida mejor. Pero, en esta larga travesía hacia una tierra nueva, también hay sitio para la esperanza y la solidaridad. Y es que, aunque Navarra no es el destino más habitual para los emigrantes ghaneses y ghanesas, los que llegan hasta estas tierras encuentran una mano amiga en la familia de Nicholas Addo Fordwour. “Si encuentro a un compatriota malviviendo, tengo que ayudarle hasta que encuentre algo mejor”, comenta este vecino de Burlada con convencimiento y una sonrisa.