Los vecinos residentes y nativos del barrio de Beartzun, un paraíso rural que pertenece a Elizondo y Elbete, se reunieron para celebrar su fiesta anual, de la que cumplen 12 más 1 años (ez dok hamairu, no hay trece) en la era moderna. Además, aprovecharon para felicitar y reconocer a Martín José Mayora, de la casa Antzanbordaundia, que acaba de cumplir cien años y es como el patriarca de la comunidad. El barrio, a unos ocho kilómetros de Elizondo monte arriba, y su entorno las han vivido de todos los colores (guerras, exilio, contrabando, y las privaciones que eran habituales en los caseríos) pero ahora disfruta de las facilidades y comodidades del progreso aunque conserva como su más significada seña de identidad, la relación, la solidaridad y la amistad vecinal.

Por celebrarse, Beartzun ha celebrado sus fiestas “desde siempre”, tanto por Santiago Apóstol el patrón de Elizondo como por la Santa Cruz de Elbete, las dos localidades a las que pertenecen sus caseríos. En 2004 es cuando decidieron hacerlo de forma más señalada, se trasladaban a Elizondo al calor y la cariñosa acogida del Trinquete Antxitonea, pero en esta ocasión decidieron volver a hacerlo en el txoko que les ha visto nacer y les une a todos.

Un centenar, 115 vecinos en concreto, de comensales compartieron el pan y la sal de la amistad, en una comida que les sirvió el restaurante Santamaría de Doneztebe, a base de croquetas, paella, chuletas troceadas y postres para los mayores, macarrones y pollo en el caso de la chiquillería que alegra y garantiza el futuro beartzundarra. Y la sobremesa fue larga y animada por el popularísimo akordeolari (acordeonista) Joxe Anjel Elizalde, auténtico ídolo de niñas y niños, cuya labor costean el alcalde y kargodunak de Elizondo.

Pero los actos comenzaron antes, con el chupinazo festivo que lanzaron al mediodía Josune Bertiz, Unai Iturregi (13 años) y María Jesús Rekarte y se acogió con verdadero entusiasmo en el barrio. Luego, como era de rigor, hubo visita a Antzanbordaundia para saludar y felicitar como se merece al aitetxi (abuelo) de la comunidad, que viene de estrenar sus cien primeros años con salud y una envidiable memoria repleta de variados capítulos y sabroso anecdotario.

Las niñas Irati Iparragirre y Iraide Iturregi le ofrecieron un Aurresku de honor, que vio agradecido desde la terraza de casa acompañado de su esposa María Inés (Maritxu) Istilart, hijas y nietos y otros familiares, incluida su cuñada Margarita, venida desde Santiago de Chile donde reside. El patriarca Martín José quiso estar a tono con la festividad y se colocó el pañuelico rojo al cuello, y su esposa Maritxu recibió un precioso ramo de flores. Los dos se lo merecen de verdad.

En la sobremesa se sortearon tres cestas con productos típicos del país y un espléndido jamón de Jabugo, además de un viaje de fin de semana para dos personas y los números de la ONCE que aportó el vendedor Fernando Ballarena con la mayor ilusión y el deseo de que resulten premiados. Las cestas fueron para María Pilar Urrutia (¡aunitz urtez, Pili!) de Etxeberria, Ana Belén Sarratea de Arotzenekoborda y para Joanes Jauregi y Alfredo Zelaieta que compraron a medias el boleto afortunado.

toda una vida La del centenario Martín José Mayora, la biblia y la memoria de Beartzun, ha sido una vida repleta de alegrías pero también azarosa y llena de sinsabores. A los cuatro días de incorporarse con 20 años a la milicia, le pilló la Guerra Civil, estuvo en Huesca y en los Picos de Europa donde fue herido, convaleció en el hospital de Valdecilla (Cantabria) y se trajo un puñado de metralla alojado en su cuerpo. No guarda rencor ni odio a quien le hirió, y dice que le hubiera gustado conocer, y continúa rezando por él como si fuera de su propia familia.

Ha trabajado toda la vida de nekazari (hombre del campo) y también, es tan corta la distancia, de contrabandista y de mugalari en la postguerra en la que ayudó a pasar al otro lado hasta mujeres con hijos de pecho al brazo que querían reunirse con sus maridos exiliados. Vivió dolorosas privaciones, que resume en la frase escrita en un cartel (si no eres de estraperlo o casero, en invierno aquí te espero) que alguien escribió en el camposanto donostiarra de Polloe. Hoy descansa y vive feliz junto a los suyos y en el barrio donde nació, hermanado con Aldudes, Banka y Urepel en la Baja Navarra, y con sus vecinos a los que quiere y le respetan y quieren de corazón.