Es posible que el futuro del planeta, aunque es mucho decir, pueda resumirse en la aplicación de una simple norma. Una máxima que pasaría por cuidar el ecosistema para intentar, en la medida de lo posible, contaminar menos. Esa propuesta sobre hábitos de consumo responsables con el medio ambiente fue popularizada en su día por la organización ecologista Greenpeace, como una estrategia para el manejo de residuos que busca ser más sostenible y dar prioridad a la reducción en el volumen de basura generada. Es la conocida como la regla de las tres erres: reducir, reutilizar y reciclar. En Ecofert Sansóain, planta de compostaje afincada en Artajona desde hace dos años, su responsable, Santiago Ruiz, lo tiene claro. La clave es valorizar: “Reciclar para dar al producto un fin similar al que tenía en origen, pero transformándolo en algo valioso”.

Y esa es precisamente la labor que desarrollan, recogiendo el residuo que se genera en el contenedor marrón (materia orgánica), para tratarlo en sus instalaciones y generar después el compost con el que los ganaderos navarros enriquecen sus tierras. Y a sus más de tres hectáreas de terreno llegan residuos que se generan en Guipúzcoa, pero a partir de ahora lo harán también los procedentes de buena parte de los hogares de Pamplona y Comarca. La planta tratará durante al menos dos años 20.000 toneladas de residuos orgánicos procedentes de la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona, adjudicados estos dos lotes previo concurso, con opción de prórroga.

Ruiz, ingeniero técnico, destaca la importancia del trabajo de Ecofert ya que, asegura, “valorizamos esos residuos orgánicos, los convertimos en un producto, en fertilizante”. Cada persona produce al año unos 450 kilos de basura y “la actividad de una planta como esta es imprescindible en la sociedad, nuestro trabajo consigue, entre otras cosas, eliminar los vertederos, reducir las emisiones contaminantes, crear empleo?”, señala.

Conforman siete personas la plantilla de una firma que comenzó su andadura en 2016 y desde entonces han tratado más de 50.000 toneladas de residuos, a lo largo de una etapa en la que, asume Ruiz, las cosas han mejorado bastante. Y eso que en un contenedor marrón, asegura, “a veces te encuentras de todo. Hasta una tapa de váter o un ordenador portátil. También tiene detractores pero yo creo que al final cuajará. Lo más importante es separar los materiales en casa, porque no es lo mismo compostar algo con otros materiales que limpio”, reitera.

Y es que lo que les diferencia de otras plantas es ese cribado de materia, más minucioso, para evitar la mala praxis. “Si se montó esta planta es para que no se echaran ni lodos ni gallinazas ni estiércoles directamente a los campos, porque pueden ir con E. Coli, salmonela o patógenos. Nosotros llevamos a cabo un proceso monitorizado y que higieniza para que el resultado sea de calidad, creamos producto convencional y ecológico”, explica.

Señala, optimista, que existe conciencia de separación y “los ratios van creciendo. Hay quien apuesta por la incineración, y es lo más fácil, pero se generan gases y se contamina mucho. La mejor solución es valorizar, vertedero cero. Y eso se consigue sabiendo lo que hay en la basura, con la separación en origen, y tratando cada material de manera óptima”.

Para eso hace falta separar en casa, dice, pero también “políticos valientes, que sean capaces de dar un impulso muy grande pese a la reticencia de la gente y al coste. Pero es cuestión de mentalizar y uno se adapta a lo que tiene. Las campañas políticas en este sentido, eso sí, ayudarían mucho”.

La MCP adjudicó el pasado mes de mayo a las empresas Ecofert y HTN la gestión de la materia orgánica. Con las nuevas campañas y diferentes pruebas piloto la entidad espera tratar 4.000 toneladas el primer año, 6.000 el segundo, 8.000 el tercero y 8.500 el cuarto. El coste de la tonelada es de 20 euros.