Los cambios en el transporte urbano comarcal también han llegado a los sistemas de pago y ya es historia aquel famoso tique de papel de seda de los años 70 y 80, y que aún en los 90 llegó a convivir con el bonobús y hasta con la tarjeta monedero. Hoy, la mayoría de los usuarios utiliza la tarjeta sin contacto, y la MCP calcula que circulan unas 572.814 (según datos de 2017), de las cuales la mayoría, algo más de 400.000, son de las llamadas anónimas. En el año 2016, por ejemplo, las recargas realizadas a través de las tarjetas sin contacto movieron en torno a 16.326.000 euros.

Aquel popular billete minúsculo lo fue de distintos colores, y aún la entonces Cotup llegó a introducir sistemas de ahorro, con los billetes de dos y cuatro viajes que cortaba el conductor a mano.

El 15 de agosto de 1984 le llegó un competidor, el bonobús de cartón, que costaba 200 pesetas (20 pesetas el viaje). Fue muy popular y, de hecho, funcionó durante 15 años. A finales de los 90, un bonobús valía 550 pesetas. Lo que no permitía el bonobús era beneficiarse de ningún descuento por trasbordo, ya que el viaje corto se abonaba como otro.

La tarjeta chip o monedero lo haría posible después. Ésta entró en funcionamiento en marzo de 1998 y reducía el viaje de la villavesa de forma significativa, de 95 pesetas a 55 pesetas, mientras que el transbordo costaba 25. Esta sí se podía recargar en el cajero, lo que desapareció en 2009 con la introducción de la tarjeta sin contacto, que, incluso diez años después, hay que cargarla en un estanco o panadería. Pero vienen cambios.