pamplona - David Orduña Ridruejo, profesor de trompeta de la escuela de música Luis Morondo de Barañáin, está pasando estas fiestas navideñas en Uganda colaborando con un proyecto de cooperación en la escuela-orfanato musical en Iganga, al sur del país, de unos 50.000 habitantes. La ciudad se encuentra en la ruta que une la capital ugandesa, Kampala, y Nairobi, capital de Kenia, la más transitada del país, que ha ido desarrollándose a golpe de crisis humanitarias, acogiendo etnias afectadas por conflictos armados o migraciones en periodos de sequía, relativamente habituales en la zona.

Al ser un país con etnias y religiones diferentes, no existe una cohesión nacional. Cuenta con muy pocos servicios, excepto el de la seguridad, que el Estado lo ejerce de manera evidente, pero en otras materias como la sanidad o la educación, el panorama es dantesco. "A nada que tengas algo ligeramente grave tienes que pagar y hay muy pocos profesores, uno por cada 100 alumnos, y sin medios de ninguna clase, como luz eléctrica", comentó esta semana Orduña.

Sobre el papel, el régimen de Uganda es una democracia, aunque los 35 años que su presidente lleva en el poder lo ponen en cuestión. Existe una relativa paz social si se compara con los países de su entorno (Sudán, Congo Ruanda) pero la población, sobre todo rural, apenas cuenta con recursos. Hay una gran desigualdad social y muchos problemas de alcoholismo y últimamente con las casas de apuestas.

Este explosivo cóctel ha multiplicado el número de niños abandonados, de los que se ocupa el proyecto del que forma parte Ridruejo en Iganga: Community Brass Band. La iniciativa la puso en marcha John Susi Mpandi, de 56 años, que era un niño de la calle cuando un misionero danés vio que tenía un talento especial para la música y convenció a su congregación para que pagaran al niño la estancia en la escuela de música de Kampala, donde Mpandi aprendió mucho, tanto que acabó siendo profesor de música en el conservatorio, pudo ahorrar, viajar a Holanda para dar conciertos y volver a Uganda para hacer lo que habían hecho con él.

"Fue entonces cuando decidió fundar el proyecto Iganga Community Brass Band, que trabaja con gente del barrio más deprimido de la ciudad. Aquí hay una edificación con distintos espacios para que los chavales puedan dar clases y residir. 70 niños y niñas reciben aquí formación musical gratuita, con un sistema piramidal en el que los alumnos mayores van enseñando a los pequeños. Además de la formación, reciben esperanzas para un futuro, lo que en esta tierra es trascendental".

Gracias a su labor y a la de otros músicos, han podido solventar los problemas financieros de la escuela y dar a conocer la iniciativa.

Ahora quieren poner en marcha una orquesta moderna, con batería y guitarras eléctricas. "Ellos están muy acostumbrados a tocar música de banda militar y me planteé que conocieran la música pop. Con una doble finalidad, me parece interesante que un músico de cualquier parte del mundo tenga acceso o conozca a los Beatles o a AC/DC. Y por otro lado, porque el proyecto que les he propuesto es el de visibilizar lo que hacemos a través de redes sociales".