- “Donde estás verdaderamente protegido es en tu casa. Hay que insistir mucho en las medidas de aislamiento. Salir lo menos posible. Cuanto más sales, más te expones y más riesgo de contagio tienes”, subrayan.

No hay más misterio. Tener “mucha paciencia”. Así de tajantes se muestran Soco Lizarraga e Izaskun Urbistondo, médica y enfermera del centro de salud de Berriozar.

Les preocupa ver cómo mucha gente se confía. “Va a por el pan, luego a la carnicería, después a otra tienda... y así, a lo mejor pasa toda la mañana fuera de casa. A nadie le gusta estar las 24 horas dentro de casa pero si mantenemos el confinamiento durante un mes conseguiremos vencer al coronavirus”.

Es el mensaje en el que se quiere incidir desde el primer escudo sanitario, el que recibe todo el aluvión de dudas y consultas de una población en plena pandemia. Esta semana y la que viene van a ser muy duras, reconocen desde la trinchera que han montado en el centro de salud, un circuito del coronavirus con dos consultas y un pasillo diferenciado para todos los “casos respiratorios”.

El personal sanitario va rotando por estas consultas, parapetado con mascarillas, gafas, batas impermeables y pantallas de acetato que una compañera ha conseguido gracias a un contacto de su pareja que trabaja en una empresa con impresoras 3D. Al nuevo equipo le tocan mascarillas especiales, que son desechables y se utilizan para cada día -aunque lo ideal sería recambiarla con cada paciente-, si bien “no llegan todas las que necesitaríamos” (estos últimos días han llegado más).

La mayoría de los casos con síntomas se atienden por teléfono. Y a los que llegan al centro se les da el gel, los guantes y la mascarilla para pasar a consulta. También han habilitado aprovechando la salida de emergencia una entrada diferenciada para consultas pediátricas.

Izaskun acaba de volver de un aislamiento. Le hicieron el test y por suerte dio negativo. En el centro cuentan con tres personas de baja. Una compañera con un positivo y otras dos pendientes de que les hagan la prueba. ¿Cómo se atiende por teléfono? Reconociendo síntomas. Tos, disnea y fiebre son los tres típicos “¿Has empezado con fiebre hoy, y cómo vas, hay más clínica, qué contactos has tenido?”, preguntan. La alarma, admiten, también se da. “Ya tengo tos, te dice la gente. ¿Qué hago?”.

El boletín de vigilancia epidemiológica informaba esta misma semana que de las pruebas se hacen a personas con síntomas salen positivas el 30%. Mientras no existan pruebas para todos los casos hay que seguir considerándolos como sospechosos. “También hay gente que no quiere admitirlo por lo que supone de mayor aislamiento, en la familia..”. Ahora las pruebas solo las hacen al personal sanitario “con síntomas -recalcan- porque podemos ser un foco de contagio además de policías, bomberos y otros empleados públicos”. Cuando haya más test se debería hacer a todas las personas con síntomas y a personas que han estado en contacto estrecho con alguna otra que se haya confirmado”, insisten. “Cuando hay un caso de coronavirus al resto de personas que conviven con ella se les aísla, para vigilar si se ha infectado pero no al personal sanitario porque nos quedaríamos sin personal suficiente. Pero es muy importante que se hagan los test a todos”, insisten.

En Berriozar tienen contabilizados (jueves pasado) 260 casos de posible coronavirus de una población de 13.000 personas. La casuística es variada. Hay personas que solo tienen una tos de nada y se confirman como positivos, y gente con fiebre y toda la sintomatología que ha salido negativo. “Al principio se tenía en cuenta el criterio de que hubiera tos, disnea y fiebre. Ahora, con un sólo síntoma basta. No hay que olvidar que dos o tres días antes, sin síntomas, se puede estar contagiando”. Por eso esperan contar pronto con más pruebas disponibles.

Han pasado dos semanas desde que se decretó el confinamiento y a los pacientes crónicos se les aconseja no venir al consultorio si no es imprescindible. Esto permite dedicar el mayor tiempo posible a las personas afectadas por coronavirus y sus contactos para insistir en las medidas de aislamiento adecuadas. “Ellos tampoco desean venir por miedo al contagio”.

Para aquellos casos de personas que viven solas desde la mancomunidad de servicios sociales en coordinación con el ayuntamiento, el centro de salud, el banco de alimentos y un grupo de voluntarios, además de un taller de costura que confecciona mascarillas, realizan tareas de acompañamiento a personas que necesitan que les hagan la compra u otro tipo de atención. Personas con preparación y que extreman las medidas de precaución.

Otro problema al que se enfrentan en este tipo de centros es al duelo. “Es un duelo muy complicado, sin tiempo de despedirse. Y en ese momento en que se podría necesitar mucho más de la cercanía de alguien, que te acompañen, la realidad es que no se puede”. La mayoría de las personas mayores pese a todo están muy concienciadas de que “no tienen que salir por su bien”. “Por muy mayores que sean se manejan con los móviles. Aquí en Berriozar se hizo un taller para manejo de nuevas tecnologías, y ahora se pueden ver en pantalla con los nietos e hijos a la vez”, relatan.

En tiempos de incertidumbre los nervios también están a flor de piel y el miedo nos invade. El personal sanitario tiene miedo a exponerse al virus, a contagiarse y transmitirlo a su familia. Y para el resto de la población diferencian dos tipos de miedo. El que tiene algún positivo cerca y tiene miedo a contagiarse, y el que va al trabajo y teme el contagio. “Lo que hay que hacer es extremar exageradamente las medidas para evitar contagios, guardar la distancia, no almorzar juntos, lavarse mucho las manos, cambiar la ropa de trabajo... comer separados en casa”, asumen.

Creen que la psicosis colectiva se produjo más durante los primeros días. Fueron los peores momentos. “La novedad de que había los primeros casos sospechosos y la gente quería saber quién era y recelaba. Ahora el virus está más extendido y todos tenemos a algún conocido con el COVID-19”, reconocen.

También creen que se ha estigmatizado mucho a las primeras personas contagiadas por el virus. Soco e Izaskun tienen muy claro que el uso de las mascarillas disminuye esta estigmatización, y opinan que sería mejor si todo el mundo saliera a la calle con ellas. “Si la llevamos personas sanas y enfermas nos concienciamos mucho más porque nos molesta, a la hora de guardar la distancia, de no tocar manillas, sillas, botones de ascensor, comida de lavarse las manos...”.

“El uso generalizado de mascarilla

disminuye el estigma de las personas infectadas”

Medica de familia