a leyenda de Teodosio de Goñi, aunque titula mucho la memoria oral y escrita sobre el valle y, en concreto, en Aizpún con su hotel rural del mismo nombre, no entra en el ámbito de la historia real y tangible. Menos en las verdades de hoy, preñadas por la insalubridad global.

La historia del caballero de Goñi se fraguó a finales de la alta Edad Media plagiando pasajes de obras clásicas y con la intención de elevarse en el escalafón social del Reino y Estado de Navarra. Sus autores fueron mandos de la iglesia católica. Destacó entre ellos fray Tomás de Burgui, que se apuntó a las habituales escenas caballerescas y piadosas y que cuajaron con fuerza durante los siglos XVII y XVIII. Leyenda que terminó de auparse entre el pueblo a través del romanticismo de la obras del siglo XIX, en especial en la de Amaya o los vascos en el siglo VIII, de Francisco Navarro y Villoslada.

El valle de Goñi está enmarcado por las dos grandes rutas jacobeas: Puente la Reina-Estella por el sur, y Burdeos-Astorga, por el norte. Esto, más su buena orientación y forma geomorfológica (suave sinclinal) en torno a los 800 metros de altitud le convierten en uno de los valles con mejor calidad medioambiental de Navarra. Como si fuera un pulmón invencible.

Aizpún cuenta con un patrimonio humano pequeño, más su peso cultural adquiere gran importancia y singularidad. Su caserío sigue modelos del siglo XVI, como lo muestra el sello de entrada de cada vivienda: portalones de medio punto con talludas dovelas.

La parroquia de San Andrés chulea todavía sus buenos cimientos y obra a pesar de que su data le remonta hasta comienzos del siglo XIII. Destaca en ella el ábside semicircular de estilo románico y la cubierta cisterciense, que anuncia con su modo de medio cañón apuntado la senda ascendente hacia el Gótico. Su perla más fina es su portada ojival, situada en el segundo tramo del lado de la epístola del templo. Luce tres arquivoltas cóncavas con pequeños baquetones y, en la exterior, la decoración está compuesta por una serie de curiosos pétalos de cuatro hojas. La torre, como pocas existen en Navarra, abarca toda la anchura de la nave, apoyándose en fornidos contrafuertes.

A Aizpún también se le podría conocer como el pueblo de las tres torres. La de San Andrés y otras dos fábricas situadas en lugares cercanos y opuestos a la primera.

En el extremo del amplio espacio del frente de la iglesia y de la plaza libre de pelota se halla la más antigua de ellas. Es un torreón palaciego de gran valor por su singular belleza. Una atalaya medieval que fue reconstruida en el siglo XVI. Su estructura la componen dos cuerpos y un ático levantados en sillarejo. La mirada se centra al instante en una bellísima ventana de doble arquillo apuntado que contiene sendos pares de lóbulos. El vano queda enmarcado con elegancia por una moldura de baquetones y un remate angular. Completan su ornato una serie de tondos y figuras geométricas. El linaje familiar de esta casa, conocida por Don Pedrorena, se remonta hasta en 18 generaciones. Es la vivienda de renteriana Lourdes y de José, quien conserva la titularidad como descendiente directo del lugar.

La segunda de las torres nos traslada en su origen hasta el siglo XV. Está perfectamente habilitada como vivienda de la familia Osés; gente del lugar también conocida por poseer en una dependencia cercana una sensacional colección de tractores de distintas épocas.

La casa del ayuntamiento y su aledaño hotel ruralTeodosio de Goñi, componen un gran bloque a pie de la carretera. El hotel está regentado desde el pasado mes de septiembre por dos jóvenes emprendedores formados en la Basque Culinary Center de San Sebastián: Ibai Arrondo Lagraya, navarro de Villafranca, y Anna Ylla-Català, de Vic (Barcelona).

Además, Aizpún ofrece su impresionante espacio natural para recorrerlo e impregnarse de fresca desnudez y paz: de pura vida. El término, todo el Valle de Goñi y su norteña diaclasa de Ollo, también descubren su torso al aire para poder adentrarse en el corazón de Navarra; allí mismo, a través de rutas por cavernas y cascadas de agua cristalina. Lugares de esencias para compartir y disfrutar. Para cuanto antes, son parajes perfectos para volverse a abrazar a estímulos libres, sin miedo. Para que el joven coraje del emprendimiento halle su merecida recompensa. Aizpún, sereno, pero a pecho descubierto, siempre gana la batalla al tiempo. No es una leyenda interesada; es una historia y unas labores contratadas; una realidad vestida de marengo que, enseguida se calzará un terno verde primavera y esperanza.