Es el caminante el que hace camino al andar, pero este año el número de peregrinos se ha reducido drásticamente. El miedo no es un factor, la gente se siente más segura caminando por el campo que en la ciudad, pero el cierre de muchas fronteras y las restricciones a la movilidad internacional, con los requisitos y cuarentenas, dificultan la llegada de peregrinos de otras nacionalidades.

También la incertidumbre explica el menor número de peregrinos. El camino requiere una planificación importante, no es algo que se decida de un día para otro, y con las medidas en constante cambio, resulta difícil predecir qué ocurrirá.

Peregrinos cruzan el Portal de Francia. Foto: Javier Bergasa

Montse, Cori y Lucía, de Hospitalet, destacan que ha sido la casualidad lo que les ha llevado a realizar este año las etapas de Navarra. Las tres amigas reservaron todo con antelación, pero hasta el último momento afirman haber tenido dudas sobre si podrían acabar llevando a cabo su plan.

Adriana, encargada de Ágora Hostel, en Estella-Lizarra, afirma que casi la mitad de los hospedados en su albergue son españoles, una proporción mucho mayor que la de otros años. El hostal “era principalmente estadounidense y coreano”.

Esta es una tendencia que también aprecia César, del albergue Casa Ibarrola en Iruña, que resalta que la mayoría de los turistas provienen de países de la CEE. El mayor porcentaje de visitantes es nacional, pero hay una gran afluencia de franceses, italianos y alemanes. Uno de los encantos del camino es la gente y sus historias, aunque hoy en día es más difícil interactuar en las zonas comunes de los albergues, ya que en muchos casos están cerradas. Este año la socialización se está dando principalmente al aire libre.

ALBERGUES AL 50%

Los albergues navarros están siendo estrictos con respecto al cumplimiento de la normativa impuesta desde Turismo. Botes de gel hidroalcohólico y carteles que recuerdan el uso obligatorio de la mascarilla son vistos habitualmente en los albergues, que están funcionando con un 50% de su capacidad habitual y garantizan 1,5 metros de separación entre los huéspedes.

Jimmy, del albergue Plaza Catedral de Iruña, incide en que la cocina está cerrada y los peregrinos no pueden compartir absolutamente ningún tipo de instrumental. Afirma que proporcionan gel homologado contra el coronavirus a los huéspedes y que limpian todo con una máquina de vapor a muchos grados que “mata todo lo matable”. Describe la situación como “un auténtico desastre”, ya que “no se mueven los peregrinos”. Con tan solo 60 peregrinos pasando cada día por Pamplona, no puede llenar el albergue.

César, de Casa Ibarrola, ha instalado mamparas y geles hidroalcohólicos en las zonas comunes. Desinfecta a menudo con lejía y permite usar tazas, que son inmediatamente desinfectadas. Al no ser posible utilizar la cafetera de la cocina, ha colocado una pequeña máquina expendedora de café. Le sorprende que están llenando todos los días, y que de un día para otro suelen estar completos.

Albergue completo en el casco antiguo de Pamplona. Foto: Cristina Garbayo

En Ágora Hostel siguen ofreciendo desayuno, pero de manera individualizada. Cada huésped recibe su bandeja a través de la ventana de la cocina. Nunca se ha dado el caso de que se haya juntado mucha gente en la zona común, pero si sucediera, organizarían turnos de desayuno. El resto del día, el comedor permanece estrictamente cerrado. Según Adriana, “la situación actual no tiene nada que ver con la de 2019, cuando los peregrinos quedaban y comían juntos en las zonas comunes”. Hay días que llenan y tienen que rechazar a gente y días que no.

En general, los encargados de los albergues coinciden en que hay mucha más gente que reserva previamente. Además, hay una mayor tendencia a pagar con tarjeta. César destaca que hace unos años el 80% de las personas pagaban en efectivo, pero este año un 90% está utilizando la tarjeta.

LA RESTAURACIÓN

Es uno de los sectores más afectados por la pandemia, y los locales que rodean el camino no han sido una excepción. Algunos bares y restaurantes a pie de camino han cerrado sus puertas y esto ha obligado al peregrino a ser más previsor. Montse, Cori y Lucía siempre llevan comida encima. “Es posible que quieras un café o un bocadillo, te encuentres el bar cerrado y tengas que andar otros cinco kilómetros hasta el siguiente pueblo”, cuenta Lucía. También les da pena que debido a esto “no tienen muchas oportunidades de probar la gastronomía local”. Sin embargo, las barcelonesas afirman que encontrar bebida es muy fácil, ya que el número de máquinas expendedoras ha aumentado considerablemente en comparación con cuando hicieron el camino antes de la pandemia.

Otros locales han decidido adaptarse, como es el caso del Bar de comidas Mundo, en Estella-Lizarra. La propietaria, Lourine, ciudadana holandesa que reside en la localidad navarra desde hace tres décadas, incide en que, si bien anteriormente su negocio tenía al peregrino como cliente principal, hoy en día se centra en servir a la población local.

Obligatorio usar gel hidroalcohólico antes de entrar en los albergues. Foto: Cristina Garbayo

Lourine afirma que anteriormente el 40% de su clientela eran peregrinos, pero actualmente el número se ha reducido notablemente. Por ello, ha dejado de ofrecer el menú especial del peregrino y se centra en preparar los platos de la carta regular. Le da mucha pena ya que servir al peregrino es “su ilusión” por las muchas historias que le cuentan los viajeros de diversas procedencias.

Sin embargo, al igual que César, se muestra positiva con respecto al futuro del camino y considera que la gente está perdiendo el miedo y que, eventualmente, se lanzarán de nuevo al camino.