a base estadounidense que existió en Baztan ha originado decenas de artículos de todo tipo, y rumorología y afirmaciones sin fundamento. La última, “el núcleo atómico que abastecía de energía nuclear a todo el complejo”, ha suscitado asombro y enfado de exsoldados norteamericanos que sirvieron allí, y de quienes conocieron el complejo en el que si algo no hubo fue secretísimo.

La base nació en plenaGuerra Fría entre los bloques occidental y del Este. La Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAF, en inglés) estableció una red europea de alerta y control que mantenía en contacto y podía alertar de algún posible ataque soviético. Tres redes de enlaces troposféricos (troposcatter) por microondas y mensajes cifrados se establecieron en Europa, y España formó parte de la red de estaciones con el 1989º Communications Squadron y sede en Torrejón de Ardoz. Hubo once estaciones desde 1963, una de ellas en Elizondo, en el macizo de Gorramendi.

En 1973 la estación de Ringstead (Reino Unido) cerró igual que su conexión por Gorramendi-Elizondo. La puesta en órbita de los satélites Echo I y II en 1960 y con la nueva tecnología se cerró y solamente es un recuerdo de la Guerra Fría. La de Gorramendi, Red 486L, se conectaba con Ringstead y Humosa (Madrid), y era la entrada de datos de la OTAN a la red del Mediterráneo, la más larga de microondas al entrar en servicio, en 1964, conectada con Inglaterra.

La instalación era operada para el radar por el 877 Squadron Warning Control W-6 y el destacamento 5 del Escuadrón 1989º CS, para los microondas. A finales de los 60 se cerró la estación de radar y la troposférica siguió hasta 1974, cuando fue demolida por la empresa Ochaita de Madrid.

Desde Otxondo parte la pista militar de 11 kilómetros construida ex profeso y desde la zona de vida, por una empinada ladera, se llega a la cima de Gorramendi, donde estaban las antenas y arriba, en Gorramakil, los radares. La seguridad era responsabilidad de una pequeña guarnición del Ejército del Aire, pero los sistemas se operaban por la USAF. Justo al otro lado de la frontera, en la cumbre de Artzamendi, existió otra estación troposférica francesa, que enlazaba con Portugal, hoy en día también desmantelada.

Una base militar es un complejo de “propiedad directa y operada” por un ejército, y acoge material y personal e instalaciones para entrenamiento y operaciones. El acceso estaba prohibido al público y sólo personal autorizado (militares y sus familias, o personal civil para algún tipo de trabajo) podía entrar, aunque uno mismo lo pudo hacer al acompañar a taxistas de Elizondo por la noche para que no regresarán solos.

A partir de 1954, en terrenos del Valle de Baztan y Amaiur entonces independiente, se construyó la base militar que ocupó unas 60 hectáreas en parajes de Itzulegi (720 m), Gorramendi (1.071 m) y Gorramakil (1.086 m), oficialmente denominada 877 Squadron Warning Control W-6 y popularmente conocida como la “base de Gorramendi”.

Lo más importante era el “asentamiento” en Intzulegi, con edificios (planta baja + 2, adecuados al viento que allí se registra, con ráfagas de hasta 280 km/h) con instalaciones militares y todos los servicios (librería, biblioteca, iglesia, restaurante y cafetería a 28º en pleno invierno, las ventanas abiertas y los usuarios en camiseta de manga corta, y un cine las 24 horas) como una auténtica localidad autónoma, una pequeña ciudad norteamericana fuera de EEUU donde la única moneda circulante era el dólar.

En teoría, el funcionamiento era “conjunto” hispano-estadounidense, pero en la práctica las fuerzas del Ejército del Aire español se limitaban a la vigilancia y seguridad del entorno. La base tuvo actividad militar tan intensa (en plena Guerra fría) como efímera, apenas 20 años de los que la primera mitad se desarrollaron “a pleno rendimiento” y los restantes de repliegue, abandono y destrucción.

La primera en imaginar lo que nunca hubo fue la organización ETA. El informe Zabaldu afirmaba en 1959 que EEUU “pretendía instalar misiles dirigibles en la zona”, algo incierto absolutamente. Otro, Bruno Cardeñosa, considerado experto en geopolítica, teorías de conspiración y fenómenos OVNI, decía “misteriosa” a la base, con “enormes bosques de antenas” y “¡edificios de 15 plantas de altura!”, que todas las fotografías se ocupan por sí solas de desmentir.

La última, un bulo infundado más, ha causado la afirmación de existencia del “ núcleo atómico que abastecía de energía nuclear a todo el complejo”, lo que ha colmado la paciencia. La realidad es que toda la energía utilizada se producía por generadores a base de gas-oil, de lo que pueden dar fe quienes, empleados baztandarras de la empresa Tumpane Co. Inc. dirigida por Emilio Silva Santín de recordada memoria, se ocupaban del abastecimiento.

Todas las instalaciones se podían visitar por los empleados de pueblos de Baztan, numerosas fotografías existentes lo confirman, no digamos los de limpieza y mantenimiento que eran externos, e incluso visitantes ocasionales o especialmente invitados como el elizondarra José Antonio Orradre Garmendia, relevante experto en electrónica, que conoció todas las interioridades de los ingenios de microondas y radar. Lógicamente, no los textos de las comunicaciones.

La verdad es que, en tiempo difícil de auténtica sangría migratoria, la base fue un regalo para Baztan. Los americanos no provocaron conflictos, al contrario confraternizaron amistosamente con los baztandarras (varias chicas se casaron y viven en Estados Unidos) prestaran más atención que a los locales. Eran jóvenes muy sensibles, alejados de sus familiares que agradecían cariño y amistad, un ejemplo precioso de invitarles a celebrar las Navidades junto a una familia con la que forjaron sólida amistad. Y muchos mantienen en las redes un grupo sobre su vivencia en Baztan y vuelven siempre que pueden.