De cronistas, condes y jerigonzas
Hola personas, una vez más con vosotros para pasar un buen rato metidos en harina pamplonesa. Esta vez he vuelto a pasear por la Pamplona humana. Me explico.
En más de un ERP hemos conocido a algún cronista de los muchos que me han precedido en esto de hablar de la ciudad en uno u otro tono. Así, vimos y conocimos el estilo poético de las Glosas a la ciudad de Ángel María Pascual con su fina pluma, quizá más propia de otros lares, más dados al arte y a la lírica, que de este prosaico rincón del mundo. Vimos la obra del polifacético “Premín de Iruña”, seudónimo de D. Ignacio Baleztena, dinamizador omnipresente en la Iruña de la primera mitad del XX; vimos sus Iruñerías, su gigante Kilikizarra, sus obras referentes a los Gigantes de Pamplona, y un largo etc. que salió de una vida que no supo estar quieta. Conocimos la obra de aquel castizo pamplonés que firmaba con el alter ego de José María Baroga, correspondiente al bibliotecario Jose María Goñi Zubillaga, quien en sus cuatro volúmenes titulados “La vida íntima de Pamplona”, nos refirió historias, menores en la forma pero mayores en el fondo, de personajes que dieron vida a nuestra ciudad. Y dimos cuenta de las obras costumbristas, divertidas, cercanas, populares del tudelano más leído de la historia, Jose María Iribarren. Su Cajón de sastre, su Risas y Chanzas o su Batiburrillo navarro, son obras que aun hoy en día siguen vigentes, se buscan, se compran y se leen, son atemporales, el espíritu chusco del navarro chungón siempre será el mismo e Iribarren lo supo reflejar como nadie.
Bien, dicho lo dicho vamos a ver a cuál de los plumillas locales le toca hoy ser centro de nuestra atención. Su firma conocida tenía aires aristocráticos y sin duda habría que enmarcarlo dentro de la alta aristocracia del humor navarro, si los anteriormente nombrados atesoraron la poesía, el costumbrismo o lo entrañable, nuestro personaje de hoy contaba sus haberes en medidas de humor. Si en España triunfó Ramón Gómez de la Serna con sus greguerías, en Navarra lo hizo con las suyas, que no le iban a la zaga, el Conde Calixto. Veamos quién fue.
Mario Echeverría López de Zubiría, nació en Villanueva de Araquil el 19 de enero de 1917 y falleció en Pamplona el 31 de mayo de 1986, casado en 1942 con Carmen Noguera, fueron padres de dos hijos Carmen y Francisco Javier. Desde muy joven, con 20 años, comenzó a trabajar como periodista deportivo, primero en el periódico Arriba España, en el Diario de Navarra después y en la Hoja del Lunes y en el Norte Expres más tarde, siendo corresponsal de unas cuantas cabeceras de fuera de nuestra comunidad. Así mismo fue delegado del Patronato de apuestas mutuas deportivo benéficas, las Quinielas, en Navarra. Amante empedernido de su Villanueva natal y de su Pamplona de adopción, osasunista hasta las trancas y musolari de raza, fue el terror de los verdes tapetes del Bearin donde daba auténticas lecciones en el arte de la grande, la chica, los pares y las treintayuna. Hombre vivo, activo, con una gran retranca y un culto sentido del humor que dejaba patente en los escritos dominicales que publicó durante tres décadas.
Yo recuerdo a mi padre, a mi abuelo, a mis tíos comentar entre ellos, ¿has leído hoy al Conde Calixto?, sí, cómo me he reído, qué gracia tiene el tío, qué chispa. Yo oía eso e iba raudo a por el periódico, buscaba las crónicas del susodicho conde, las leía y no les veía la gracia por ningún lado, no me sucedía como con Iribarren que contaba graciosos chascarrillos de aldeanos que me hacían reír, no, Calixto contaba cosas de las que yo no entendía ni su significado. Era otro nivel. Él hablaba de cosas locales, nacionales o internacionales indistintamente, o de cosas de la vida, de sentimientos, de tradiciones, inventaba situaciones que interpretaba en primera persona erigiéndose en protagonista de esta o aquella cuestión. Para que el lector tuviese una imagen cierta del aspecto del conde Calixto viviendo sus aventuras, los textos se acompañaban con unas ilustraciones en las que veíamos a un noble alto y enjuto, con sus quevedos cabalgando sobre su nariz, cuello almidonado, levita y pantalón a cuadros, nacido de los lápices del matrimonio Lozano de Sotes-Bartolozzi. Tengo en mi poder cuatro volúmenes con las crónicas publicadas entre 1950 y 1957, y los tengo gracias a la generosidad de la hija del Conde Calixto, Carmenchu, “Echeve” para los amigos.
He buceado en ellos para poder extraer algunas perlas que mostraros.
Echeverría era un maestro de los eufemismos y de los apodos, así para contarnos que un supuesto amigo suyo llamado Paco, hombre de gran corpulencia, lo cual le hizo acreedor del apodo de Pacodermo, estaba en la ruina, por su afición a jugarse la pasta en el frontón, muy finamente, nos dice … el frontón lo había alejado de la numismática.
Se queja de las desatenciones del ayuntamiento con la ciudadanía y en un escrito denuncia: …porque cuanto mayores son las zanjas en calles y aceras del nuevo ensanche, menor es la luz que ponen, o mejor dicho, que no ponen para evitar que los vecinos se rompan una pierna cuando vuelven a casa sin luz y las dos, ¡oh paradoja! si vuelven “alumbrados”.
Entre textos clava asertos que sorprenden al lector y que, si bien no tienen ni pies ni cabeza, son un lujo de juego con el lenguaje, así nos dice: ... y a buen encendedor, pocas cerillas bastan. O esta otra: el cuto es una maleta de piel de cerdo llena de comestibles. O esta: La viruela tiene la culpa de que suba la carne vacuna. O: …dijo el Dr. quitándose los enfermoductos de las orejas.
Decía Calixto: Eso de que el paralelo 38 pasa por la calle San Nicolás lo han desmentido tras mirar bien por debajo de las aceras.
Sus titulares tampoco eran mancos: De la moto al terremoto, la motocicleta, la motomoceta y la motomaceta. En otro afirma, sin temor equivocarse, que el hombre no desciende del mono desciende del hambre.
En una crónica que tiene tintes internacionales dice que Truman se está jugando su última MacArtha.
Sitúa en otro de sus escritos a D. Juan Tenorio haciendo una quiniela y ante la pregunta de D. Luis,
¿Cuántos días empleáis, en la quiniela que hacéis?,
D. Juan responde:
El martes para pensarla, miércoles para rellenarla, jueves para repasarla, viernes a depositarla, el sábado a comentarla, el domingo a conseguirla, y el lunes para cobrarla.
No me queda espacio, pero os puedo asegurar que hay mucho más. Diré yo, imitando su estilo, que Mario Echeverría fue el padre del Nuevo Códice Calixtino.
Besos pa tos.
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