Raquia, Maimuna, Elfan, Sihan, Saleh, Alí y Asma , niñas y niños refugiados saharuis, disfrutaron ayer en Lumbier de la fiesta de despedida brindada por las familias de acogida y amigos del pueblo. De este modo, iniciaron entre música y globos una despedida real que se efectuará mañana con el retorno a los campamentos de Tinduf de los 63 niños y niñas recibidos en Navarra.

Diversión al explotar los globlos del kiosco de la plaza lleno de colores.

Este verano seis familias de Lumbier y pueblos cercanos, pertenecientes y/o relacionados con la Asociación Puente Solidario Zona de Sangüesa, han hecho la acogida a través de ANAS (Asociación Navarra de Amigos/as del Sahara), en la vuelta al programa de Vacaciones en Paz que ahora toca a su fin, con la experiencia compartida. Ha sido un verano más corto que en ediciones anteriores, ya que llegaron el 23 de julio (26 días más tarde). En Lumbier, Tabar y Aos aterrizaron siete, de 7 y 8 años.

Txaro Irurozki Pérez y Patxi Ozkoidi Osés forman una de esas familias de acogida, la más veterana. Colaboran con la causa desde 1996, hace 25 años. Desde entonces, han viajado 5 veces al Sahara. Su motivación y compromiso, compartido con su hija Maite, lo resume Txaro con una frase: “Nos sobra de todo. Un poco de aquí para ellos es mucho, y afectivamente, es una experiencia de vida”. Txaro tiene 63 años y es taxista. En su viaje este año a los campamentos ha constatado que “la calidad de vida de los refugiados ha empeorado mucho. Faltan muchos recursos. El covid les ha dejado sin ayuda humanitaria y subsisten con las de las familias, o ONGs.

Su experiencia es “buenísimama”. Dice plenamente convencida que “merece la pena por encima de todo. Requieren atenciones, pero son perfectamente llevaderas”, asegura. Añade su firme convicción de que “el programa les ayuda a conocer otra forma de vida y les motiva para estudiar y tener otras aspiraciones”. Ali y Saleh, de 7 y 8 años, han disfrutado de la bondad de su familia y han significado su primera experiencia de acogida doble, “muy positiva y totalmente recomendable. “Se detecta que quieren estar juntos. Es normal a su edad y también es una buena fórmula para sus familias porque es duro dejarles ir tan pequeños a otro país”, dice.

Es una necesidad para las familias de allí y una prueba las de aquí, como la de lnma Ducay Irisarri, de 51 años, pescatera, viuda y madre de dos hijos. Inma cogió el testigo de su amiga Mari Olano, vecina de Lumbier, activista de la causa saharaui fallecida en noviembre. La acogida ha sido en un tiempo duro de pérdidas personales importantes y recientes: Mari, su marido, Javi Jaúregi y su madre. A pesar de la dificultad, no oculta su satisfacción: “La experiencia ha sido muy enriquecedora. Con Raquia ha entrado un rayo de luz a mi casa. Ajena a las circunstancias de nuestro dolor, nos ha dado mucho”. Inma dice admirar la forma de vida de las y los saharauis. “Emocionalmente están cubiertos y viven felices con lo que tienen, saben valorarlo. A pesar de su sufrimiento, siempre sonríen”, opina. Ha experimentado que no quieren hablar de la guerra y que tienen claro que “una cosa es el abandono del Gobierno de España, y otra muy distinta el pueblo y las familias”.

Comparte la decisión de Txaro, de duplicar la acogida el próximo año. “Considero que estarían mejor y se adaptarían más fácil. Eso no significa duplicar dedicación y gastos, aclara. “Se trata de pagar la cuota anual de la asociación Puente Solidario (72 euros), acoger en y dar un donativo económico libre a la familia que te toca”. Inma quiere ir más allá y se ha propuesto dotar a la familia de Raquia, su hija de acogida, de lo necesario para que construyan una cocina,

Son dos ejemplos y hay más. “Hay tantas experiencias como niños de acogida”, matiza Carol García Pellejeros, responsable del programa Vacaciones en Paz de ANAS. “La zona de Sangüesa es solidaria.

Paz y vida

La responsable manifiesta que desde 1995, año de inicio del programa Vacaciones en Paz, de acogida a menores procedentes de los campos de refugiados saharauis de Tinduf (Argelia), este ha sido el verano más corto: dos meses se han reducido a cinco semanas. También ha sido el más difícil de ejecutar. “Ha sido un verano caótico, El día 2 de julio ya estábamos en los campamentos y no pudimos regresar con ellas y ellos hasta el 23. Además de verse reducido su tiempo de estancia y disfrute, no hemos podido alcanzar los objetivos sanitarios marcados por falta de tiempo, pero sí ocho casos acuciantes de celiaquía y alergia, que vuelven con tratamiento y mejora para toda la vida”. Carol agradece a la Sanidad navarra la premura para esos menores en su última oportunidad. Y declara finalmente que “el balance de este verano es más positivo que nunca porque ha sido un proyecto de paz y de vida, por todo lo sufrido en estos dos últimos años” . Cuidados, protegidos y felices, mañana vuelven a casa.