Se pueden contar con los dedos de una mano las personas que llegan al centenario con buena calidad de vida. Tafalla, no obstante, puede estar orgullosa de decir que este 2022 han sido hasta dos las mujeres que han logrado alcanzar las tres cifras en muy buen estado de salud. Se trata de Julita Salas y Ángeles Armendáriz. En el caso de Julita es de resaltar que, a sus 101 años recién estrenados el pasado 16 de junio, tiene la sabiduría de una mujer que ha disfrutado muchas primaveras y el porte alegre y orgulloso de saberse muy querida en la familia. Ángeles, por su parte, cumplió el siglo de vida el pasado lunes 2 de octubre, y el día dio para mucho, ya que primero fueron sus vecinos y vecinas del Barrio Alto, y posteriormente la Aurora tafallesa, quienes acudieron a su domicilio a cantarle las mañanitas.
Posteriormente, tanto el alcalde de la localidad, Xabier Alcuaz, como el concejal de Servicios Sociales, Gontzal Ibarrola, en representación del consistorio tafallés y en homenaje a sus centenarios, acudieron a ambos domicilios para hacerles entrega de un ramo de flores y el pañuelo con el escudo de Tafalla.
Los 101 de Julita
Julita nació el 16 de junio de 1922 en la popular calle la Parra (actual calle de Navaz y Vides), frente a la actual sala Informal. En su núcleo familiar han predominado las mujeres. Su madre Avelina Landa y su padre Severín Salas tuvieron tres hijas: María, fallecida a los 87 años, luego llegó Julita y más tarde Eugenia, que tiene 93. Julita se casó con Antonio Martínez el 15 de agosto de 1948 a la edad de 28 años tras un noviazgo de seis. Tuvieron dos hijas: María Antonia y Matilde y vivieron en las casas unifamiliares de la Panueva. Su marido, enfermo durante un lustro, falleció en 1996. Julita tenía 73 años cuando quedó viuda.
“Mi padre era labrador y mi madre, hortelana; tenía a su madre paralítica y a tres hermanos solteros en casa. Vivían en la calle la Feria (García Goyena) y vendían las verduras en la puerta de la casa. Fui a las Monjas de la Cruz hasta los 14 años y antes de entrar a la fábrica de Armendáriz a los 18 años, ayudaba en la casa. Me acuerdo de algunas cosas, de otras no.
A su edad, Julita come casi de todo. Se levanta, se da crema por el cuerpo y por la cara y desayuna un cazo con leche, mezclada con sopas de pan tostado. Al mediodía verdura del tiempo pero no ensaladas porque no soporta el vinagre. Le gusta la chistorra, las manitas de cuto, el ajoarriero, los callos… Casi todas las noches cena un bocadillo y ni hablar de puré, sopa o caldos. Jugar a las cartas es su gran afición: “Lo hacía todas las tardes con sus amigas la Corpus, la Carmen Zubiri, la Pruden, Jesusa Olcoz… En el buen tiempo va al huerto, pero en cuanto entra a casa saca el tapete para jugar al chinchón y cuenta los tantos de cabeza”, explica María Antonia, su hija. Sigue jugando todos los días. Las hijas dicen que una manía de su madre es la limpieza: “Nos ha traído por la calle la amargura. Teníamos bayetas a la puerta de la casa y un cuarto de estar sin usar, porque se hacía la vida en la cocina. Aún así, llegaba el domingo y había que sacar la alfombra al pasillo y darle con una paleta de mimbre. Odiamos las alfombras”, dicen con rotundidad. Julita, según comentan, ha sido muy generosa, intuitiva, y se ha desvivido por todos. Ahora está feliz porque recientemente ha nacido Uxua, su primera bisnieta. Otra mujer en su vida.
A sus hijas les sonríe la vida al poder disfrutarla y todavía les hace reír con esa chispa especial: “A mis sobrinos les llama Cardelina y Tarín porque son menudicos…”, menciona una de las hijas.
El aniversario de Ángeles
Ángeles Armendáriz nació un 2 de octubre del año 1923 en el número 89 de la calle Mayor de Tafalla, perteneciente al barrio de San Pedro. Y aunque actualmente reside en un edificio familiar de la calle Túbal, junto al atrio de Santa María, guarda con especial cariño el lugar en el que nació. Es por ello que eligió la parroquia de San Pedro para realizar la misa de celebración de su centenario. Así lo cuentan Nuria Andión y Uxua Irañeta, dos de las seis nietas de Ángeles. “ Lo celebramos el pasado domingo porque era un día que nos pudimos reunir toda la familia. Tras la misa, tuvimos un pequeño aperitivo en el restaurante Túbal y una gran comida familiar. Fue un día muy bonito”. Tanto Nuria como Uxua apuntaban que sus nietos le regalaron “un ramo con cien rosas blancas, una por cada año que ha cumplido”. “Solo tenemos palabras de agradecimiento hacia nuestra abuela y estamos muy contentas de haber podido disfrutarla en este buen estado hasta hoy. Esa es la mayor celebración que hoy hacemos”, añaden.
Ángeles, viuda desde hace varios años, reconoce que aunque le falta lo mejor, su marido que “era muy bueno”, está “contentísima de la vida porque tengo unas hijas extraordinarias, María Berta, María Jesús y Marisol. También tengo seis nietos y siete biznietos”. En su juventud ayudaba a su padre en la pescadería familiar, hasta que se casó y comenzó a vender las verduras y hortalizas que recogía de su huerto. “Hemos tenido muy buena parroquia, no creo que merezca todo lo que me ha dado el señor”, agradecía.
Según contaba Ángeles entre risas, el secreto para alcanzar los cien años es “trabajar mucho y no tener vicios”. “Su principal afición ha sido viajar a Sevilla, una ciudad que le encanta”, dicen las hijas por detrás. “No he tenido vicios, pero me gustaba mucho lavar a mano y coser. A mis hijas les he hecho toda la ropa, incluso cosí el vestido de novia de mi hermana Antonia”, detallaba Ángeles.