Hace muchos años desde que la historia recuerda a Olentzero como un hombre grueso, con una pipa entre los dientes y de muy buen comer que se dedica a hacer carbón vegetal en el monte. Sin embargo, ese mismo tiempo ha provocado que se convierta en el bonachón que visita las casas para hacer regalos a los niños. Y aunque resulte un oficio casi imposible, lo cierto es que el carbonero y Mari Domingi tienen la fórmula secreta para conseguir que la Navidad se impregne de la magia de las sonrisas infantiles

Olentzero tiene muchas caras, o más bien muchos ayudantes que se mimetizan con él y acaban representándolo sobre los distintas zonas del mundo. Félix Blanco, de 60 años, es uno de ellos. El carbonero le pide que para parecerse a él debe tener barba y Félix, tres meses antes del 24 de diciembre, se la deja y empieza a volverse cada vez más Olentzero. Esta noche, en la que ya lo es, cuenta cómo se preparó para este decía: “Me dijeron hace dos años y accedí sin saber muy bien en qué me estaba metiendo. El recorrido que se hace en Ansoain es bajar desde el pueblo viejo con zanpantzares y antorchas hasta la pasarela. Cuando cruzamos la ronda, ya vamos en carroza”. Su primera vez como carbonero superó sus expectativas: “Esperaba encontrarme con pocos niños, pero fue impresionante. ¡Hasta me entró miedo escénico! Empecé a temblar, pero al ver la emoción de los niños hubiera querido quedarme hasta marzo tirando caramelos desde la carroza”, recuerda.

Los más mayores piden caramelos y globos pero los más pequeños “se quedan pasmados cuando me ven porque, claro, les están dando la carta al carbonero, que es muchas veces la persona por la que se portan bien el resto del año”, bromea. Tal y como asegura el Olentzero de Ansoain, “la alegría y la inocencia de los más pequeños se contagia cuando nos ven a Mari Domingi y a mí”. Por otro lado, uno de los regalos en los que Olentzero quiere trabajar es en que se acabe la guerra de Gaza: “Me gustaría que me pidieran estas cosas, pero deseo que se acabe de una vez por todas el genocidio sobre el pueblo palestino”, sentencia.

Felicitación navideña de Olentzero y Mari Domingi

Felicitación navideña de Olentzero y Mari Domingi DIARIO DE NOTICIAS

A Balentxu Lara le ha pedido Olentzero que pase por Burlada, Sarriguren y Monreal, aunque lleva –casi como tradición– siete años en el primer pueblo: “En Monreal voy sobre todo a la escuela y Sarriguren lo visito varios días”, explica. 

Como a Félix, el carbonero también le solicitó el favor de convertirse en Olentzero y, como pertenecía a la peña Euskal Herria, que se enfoca mucho en la Navidad, accedió a ayudar y alegrar a los niños. A pesar de ser un personaje muy conocido en el norte, todavía hay gente que se asombra cuando lo ven. En Burlada, por ejemplo, “cuando bajamos a la plaza, muchos niños migrantes vienen al kiosco y alucinan porque no saben quién soy. Para ellos es todo nuevo. A los de aquí es distinto porque la tradición es que en las familias y escuelas les hablen de mí y de Mari Domingi”, comenta. Este año, uno de los niños que le vieron en Monreal le pidió “que se acabara el conflicto entre Israel y Palestina. Impresiona ver el corazón tan grande que tienen los más pequeños. Los adultos deberíamos parecernos un poco más a ellos porque nos iría mejor como sociedad”.

A la familia de Javier González, Txentxo, llamaron dos veces. No solo le propusieron a él ser Olentzero de Berriozar, también Mari Domingi le pidió a su hija Saioa ser ella y hacer de laguntzaile. 

Llevan dos años en este oficio y Txentxo destaca que “no tiene precio ver la ilusión con que te miran los críos. Están tocando a Olentzero y Mari Domingi, que para muchos somos sus ídolos. Somos a quien esperan durante todo un año”. Además de la visita en Nochebuena, también se pasan por el colegio de Berriozar, adonde llegan en burro, reparten regalos y los niños les hacen actuaciones. De hecho, una de las canciones estaba íntegramente dedicada a Mari Domingi. “Y me pone muy contento porque se lo merece más que yo”, sonríe. Hoy Mari Domingi y Olentzero irán en burro para visitar a los más pequeños y, de paso, animar a que pidan por la paz mundial “que me parece que es algo en lo que los adultos no están pensando ahora”, opina.

A Idauze Zaratiegi, de 23 años, le acompaña el espíritu de servicio y el chaleco que su madre le hizo. Es una de las laguntzailes de Olentzero y Mari Domingi de Barañáin y comenzó en este oficio después de la pandemia: “Se hizo un llamamiento a la gente joven porque era una tradición que se estaba muriendo; la gente estaba muy desvinculada. Desde entones he participado en muchas de las actividades culturales del pueblo”, relata. 

En una de las noches más importantes y especiales del año, Olentzero y Mari Domingi llegan con regalos o carbón para los más pequeños, quienes, en palabras de Idauze, “cada año se emocionan más con la Navidad”. De hecho, ahora no solo se centran en la figura masculina, sino que cada vez Mari Domingi va ganando mucha más popularidad: “Las generaciones anteriores hemos crecido solo con la figura del Olentzero, pero ahora los críos tienen integrados que Olentzero y Mari Domingi van juntos. No está subordinada a él; es una laguntzaile que tiene el mismo papel que Olentzero”, señala.

Idauze tiene, como los más pequeños, un deseo que pedirles a los dos en esta Nochebuena: “Quiero que cada vez se anime más gente joven a ayudar en Barañáin. Es una labor muy agradecida para uno mismo y, además, es emocionante para todo el pueblo que, de vez en cuando, se merece una dosis de magia”, concluye.

Mari Domingi, la mujer que reivindica la tradición popular

Mari Domingi es una pastora y agricultora que conoce los secretos de la tierra, así como el recorrido del sol y las fases de la luna –de ahí que, incluso, se le asocie con las celebraciones del solsticio de invierno porque el carbón, que ahora da a los que se portan mal, era algo que se entregaba para hacer frente al frío–. Vive en el monte en una chabola cerca de la de Olentzero, le gustan las manzanas y, por ser muy hábil con las manos, fabrica en casa los regalos que luego repartirá en Nochebuena. La tradición ha conseguido que, por fin, Mari Domingi tenga el mismo protagonismo que su acompañante.

Uno de los sitios que más suele visitar la pastora es Atarrabia, donde Jone Larraiotz Navarro lleva siete años haciéndole el favor de ser ella y de visitar a los niños. “Ya solo de contarlo se me ponen los pelos de punta porque, además, en Villava la organización supone un esfuerzo enorme. Es un montaje precioso porque Olentzero y yo subimos al monte a oscuras y cuando ya no se ve nada, se encienden las antorchas y bajamos hasta el puente de la Trinidad de Arre”, explica.

Para muchos de los críos, tanto Mari Domingi como Olentzero son “personajes que siempre tienen presentes, pero que nunca ven. Muchos necesitan tocarnos con las manos para ver que somos reales y que, efectivamente, venimos del monte para repartirles regalos”, explica. Por otro lado, destaca que su figura cada vez está más normalizada: “Soy alguien que acompaña a Olentzero y que hago lo mismo que él. Me parece que es algo muy importante de cara a la reivindicación de la mujer porque hay un personaje femenino presente en estas fiestas, que trabaja lo mismo y se dedica a lo mismo que él hombre. Somos dos personas que quieren ofrecer un poco de magia al mundo”. 

Un año más, Olentzero y Mari Domingi devuelven la ilusión con la que se cree en ellos. Un regalo para los niños y para los adultos, que se contagian en estos días de la inocencia y alegría que deberían acompañarles.