Cuando hablamos de navidades quizá una de las primeras cosas que se nos vengan a la mente sea la comida y si además lo hacemos durante los primeros días del mes de enero, quizá el dulce en el que más pensamos es el tradicional roscón de reyes. Desde hace 52 años, primero de la mano de Felipe Jiménez y su esposa Julia García y ahora de sus dos hijas Asun y Teresa, el Horno Felipe de Cascante, lleva realizando estos dulces de manera tradicional, aunque como recalcan sus actuales trabajadoras, “lo típico en Cascante era antes el Fornazo”. Este dulce sustituía al famoso roscón de reyes y como explican “se trata de una especie de roscón pero con forma de triángulo, dónde cada esquina representa una de las tres coronas de los reyes magos: Melchor, Gaspar y Baltasar”, siendo la elaboración similar al roscón estandarizado pero con forma de triángulo. Sobre este tema ambas hermanas añaden con resignación que, “ahora se va a perder esta tradición, porque la gente mayor pues ya va desapareciendo y poca gente lo pide”.

Para realizar estos dulces, esta segunda generación sigue la receta de su padre Felipe de hace 50 años, llegando a realizar de 600 a 700 roscones durante los días 4 y 5 de enero, ya que como explican, “la gente quiere todo tierno y recién hecho”. Aunque la mayoría de los roscones elaborados se realizan bajo pedido, ambas hermanas comentan que, “también hacemos para gente que no ha encargado”. Sobre los distintos sabores de roscones, tanto Asun como Teresa explican que lo más común son los de tipo bollo y éstos pueden estar untados en chocolate y luego rellenos de nata o crema, aunque también destacan los de “hojaldre con nata o hojaldre con crema”, aclarando que, “los que más se venden pues son los de bollo, los de siempre”.

Un horno con historia

Aunque Felipe Jiménez y Julia García comenzaron su andadura con el Horno de Felipe hace 52 años, sus hijas explican que “el horno tiene más de 150 años”. Felipe comenzó su andadura en este mundillo como panadero en Buñuel y en Cascante, donde tras casarse con Julia García, decidieron alquilar el horno y “dedicarse más que nada a la repostería y a las pastas caseras” tal y como explican sus hijas, que llevan en el negocio familiar desde los “14 o 15 años”.

Tanto Asun como Teresa remarcan que se trata de un horno de leña donde todos los productos son artesanales, “todo pasa por nuestras manos y no tenemos ninguna clase de máquina. En todo el obrador está lo que es el horno de leña y una batidora, no hay más. Luego con nuestras manos hacemos todos los productos uno a uno”. Sobre los dulces que se realizan en el obrador, las hermanas destacan que en, “el día a día es la magdalena, la españoleta, el sequillo, el coco, las huecas, el hojaldre…” aunque añaden que también “hacemos bollería, tortas de nueces, bollos con nata… Luego para el fin de semana o para los cumpleaños lo que tiene mucho éxito son los profiteroles, bocaditos de nata y de crema con caramelo, que tienen mucha aceptación”. Pero si tienen que destacar un producto del obrador ambas hermanas destacan la nata, “todo el mundo nos dice que la nata es la mejor de la ribera y la mejor del mundo”.

Para poder realizar todo este tipo de pastas, Asun y Teresa nos comentan que comienzan el día a las 6:30 encendiendo el horno, ya que, “el horno hay que encenderlo todos los días”. Para poder continuar con la realización de los diferentes postres, es necesario llenar y prender fuego a la leña, ya que como explican, “las pastas no se pueden meter hasta que no se pone todo en cenizas”. A primera hora de la mañana, lo primero que se prepara es la repostería y la bollería ya que, “es lo que más cuesta de hacer”, para pasar a realizar “magdalenas, mantecados, pañoletas, sequillos, huecas… un poco de cada y conforme va demandando el día a día”.