Solo dos de las diez personas del reparto son profesionales de las artes escénicas; la actriz Mila Espiga y el compositor y coproductor de la función, Javier Asín, con su piano en directo. Los otros ocho aterrizaron en el proyecto sin más -ni menos- bagaje que su experiencia personal. Tenían algo que contar.

Son usuarios del Comedor Social París 365 o personas que han pasado por una situación de pobreza extrema o sinhogarismo. Y, como dice el título de la obra, su testimonio quiere combatir el miedo o rechazo hacia los pobres. La Casa de Cultura de Ansoáin acoge este viernes (20.00 horas) el estreno de Aporofobia Stop, producido por Asinsound, Bidebitarte Kooperatiba y Ados Teatroa enmarcado en la línea de trabajo Derechos Humanos a Escena que esta última compañía puso en marcha en 2016.

“Esto engancha muchísimo, sobre todo con las emociones. El teatro libera, te sana”, dice Andrea Segovia, que ya hizo teatro cuando estudiaba Periodismo en Colombia. Ahora salía de un año “muy complicado” y el París 365 “me estaba echando una mano con alimentos para mi familia”. A través de un grupo de WhatsApp se enteró del proyecto y “fue un tema de empoderamiento muy interesante. Es como una terapia”.

Para actuar, explica, se requiere “concentración, jalones de orejas y estar muy atento. A veces llegas confundido; dónde me paro, tengo que hablar, coordinar movimientos con el resto... hay mucha paciencia y mucho trabajo detrás” cuenta sobre el equipo técnico y artístico que ha dado forma a la función en un proyecto que se ha creado desde cero, a partir de sus propias vivencias. “Este proyecto vale muchísimo emocionalmente, trasciende y te toca la fibra”.

A Marcos Iranzo siempre le ha llamado la atención el teatro, “pero no tenía ni idea de cómo funcionaba”. Vive una “experiencia bonita” que, como a Andrea, “hasta me sirve de terapia”.

Por el camino ha aprendido “que se me olvidan mucho las cosas”, dice riéndose. Intenta estar tranquilo en escena y “fijarme en los compañeros que tienen más memoria que yo”. Y no le da reparo contarle al público que fue un sin techo: “Me siento orgulloso de que estoy saliendo del problema y cada día me veo con más fuerza y mejor. A veces hay que expresarse para sentirse mejor”.

Por último, cree que “solo por la ilusión con la que venimos aquí y por la paciencia con la que nos enseñan los profesionales merece la pena la función. Y por el mensaje, porque cualquiera se puede ver un día en una situación así. Hay tanta variedad de problemas que cualquiera puede llevarte a esto”.

Para Iris Cárdenas la experiencia está siendo “completamente inolvidable. He hecho amistades, una familia. Lo he pasado excelente y espero que la gente lo disfrute”. Dante Calderón recuerda lo “desubicados” que se sintieron al principio, sin pistas, sin un guión... y en un fragmento de la función cuenta que “hay mucha gente que piensa que si te ves en una situación de pobreza extrema es por tu culpa. Pero nadie sabe las circunstancias que han llevado a esa persona a estar ahí”.

“Llegamos sin saber muy bien dónde veníamos”, cuenta por su parte Marta Antoñana, trabajadora del París 365 que se ha sumado a la cuadrilla que debuta este viernes en Ansoáin. Asegura que el proyecto “ha superado cualquier expectativa” que pudieran tener en la cabeza, disfruta viendo “cómo funciona una compañía y el trabajo que hay detrás”, y destaca la convivencia y “el grupo que hemos generado”. El balance global lo resume con una sola palabra: “maravilla”.

El marroquí Naofal Amih llegó a España hace apenas dos meses. Fue al París 365 para aprender castellano, allí le hablaron de este proyecto y se apuntó sin dudarlo: “Confío en que podamos ofrecer un gran espectáculo al público y mostrar a toda la gente nuestro mensaje”.

El mensaje del brasileño Rubén Saunier está claro. “Yo no quiero la lástima de nadie. Solo quiero respeto”.

Informático de profesión y tipo “muy productivo”, cuando vino a Pamplona estuvo dos años y medio sin trabajo. “No tener rumbo, la incertidumbre total... eso acaba con la dignidad y la autoconfianza”. Con “mucha paciencia y mucha fuerza” ha conseguido un trabajo y salir adelante. Y ahora participa en un “proyecto inolvidable para nosotros. No sabíamos qué esperar, pero estamos disfrutando mucho”.

Por último, a Maynor Ramos el París 365 le está ayudando “por el tema que estoy pasando, de bajos recursos... Como uno no está trabajando y no le dan trabajo por los documentos, me ha ayudado bastante”, reconoce. Como “estoy dispuesto a lo que venga porque quiero estar activo”, este guatemalteco participó primero en el taller en el que se han fabricado las 46 sillas que conforman una escenografía inspirada en el Café Müller de Pina Bausch.

De rebote, “desde pequeño he anhelado hacer teatro, pero nunca se me dio la oportunidad. Ese deseo se me está haciendo realidad, y estoy con ganas de dar lo mejor”. Después el publicó “decidirá si tomatazos o aplausos”, se ríe. Por ellos no será. Su entrega es total.