Después de la conocida como Guerra de la Independencia (1808-14), uno de los problemas más acuciantes era el del bandolerismo, potenciado como consecuencia directa de la crisis de posguerra durante el Sexenio Absolutista (1814-20). Cabe indicar que estuvo también muy presente el hecho de que bastantes delincuentes hubieran desertado de la guerrilla, la División de Navarra, o se les licenciase a la fuerza tras extinguirse. En general, los actos delictivos se limitaban a la sustracción de alimentos, enseres o metálico, provenientes de individuos acaudalados, siendo de poca importancia el valor de lo robado. Pero había grupos profesionalizados y hay constancia de partidas como la que frecuentaba Corella. El tribunal de la Real Corte, por ejemplo, dictó sentencia en 1819 contra 15 bandidos, condenándoles a penas de presidio que oscilaban entre 2 y 8 años, en lugares tan alejados como Ceuta, Melilla o la Gomera.

Los ediles de Estella ya se habían quejado, en diciembre de 1815, de la inseguridad que reinaba en los caminos de las inmediaciones de la ciudad, debido a la indigencia de parte de la población. El problema no era fácil de solucionar, por lo que continuarían las actividades de los malhechores y las medidas de represión contra ellos. Al no existir un cuerpo especializado que controlase la delincuencia, y visto el fracaso de las Cortes al respecto, se prosiguió con el método de organizar «partidas de persecución».

Hubo otras medidas adoptadas para atajar esta lacra social. La Diputación, ante la abundancia de hechos delictivos, ordenaba en noviembre de 1818 que se reclutase a los delincuentes. La Real Sociedad Económica de Tudela, por su parte, había presentado un proyecto para conformar «un escuadrón de 40 o 50 jinetes, con título de carabineros o cazadores de Navarra; más un batallón de 200 o 300 infantes, a expensas de todos los del Reino». En el plan, los malhechores serían empleados en trabajos dentro del territorio navarro, tales como «reparar caminos, desecar pantanos, plantar árboles?» A pesar de todo, ninguno de estos proyectos llegaría a materializarse.

La Real Corte ordenó la restricción de las armas de fuego y blancas, en febrero de 1819, pero 5 años antes el virrey ya lo había dispuesto así. Éste dio indicaciones claras para que todos los individuos entregasen, en el plazo de 3 días, todos los «fusiles, armas blancas de munición, inglesas, francesas, o españolas». Debían llevarlas a «las justicias» de su municipio, bajo amenaza en caso de incumplimiento de 30 días de cárcel y 10 ducados de multa. Los militares y los empleados del ramo de Rentas estaban libres de este compromiso. La medida provocó que la Diputación solicitara que se declarase contrafuero (imposición rechazada), y así lo conseguiría. No sólo había delincuentes profesionales, sino que las actividades criminales se extendían a otros grupos, incluidos los jóvenes, y tenían diferentes manifestaciones. A pesar de todo, el crimen organizado proseguía y los diputados tuvieron conocimiento, en septiembre de 1819, de que en Lumbier había una «partida de tropa que exige pasaportes a los naturales».

Por lo tanto, de un modo u otro, tras la Guerra de la Independencia los «malhechores habían empezado a infestar los caminos» y los municipios exigían más seguridad. Sin embargo, después del fracaso de las penúltimas Cortes (1817-18) en la reforma judicial, las autoridades forales resaltaban a finales de 1819 «la tranquilidad que en el día goza Navarra», lo que no deja de ser chocante o contradictorio cuando la realidad demuestra que no era así. Aunque el problema era económico, o sea de financiación, existía un importante trasfondo político a tener en cuenta. Fernando VII no contemplaba prudente dotar al Reino de Navarra de un cuerpo militar propio, de no ser bajo las órdenes del virrey, su más directo representante en territorio foral; y este hecho, por otro lado, era inaceptable para la Diputación, garante del autogobierno. En consecuencia, cabe además concluir que las relaciones de Navarra con la Monarquía no estuvieron exentas de gravísimas tensiones, no sólo durante esta época, sino en general tras la conquista del Reino.

* Doctor en Historia