Pamplona - En orden de inscripción, los siete equipos de arquitectos permitieron al público visualizar el futuro de una zona que muchos ya tienen ganas de redescubrir, y coincidieron en la necesidad de dotar de mayor accesibilidad a un espacio que ha ejercido de “barrera” y separación entre la Pamplona “de siempre” y la que está en pleno desarrollo.

Desde Pausoz pauso apuestan por el uso cultural del edificio, enlazado a la propia ciudad y con una propuesta que nace “no desde la propia arquitectura, sino desde las personas”, tal y como señalaron ayer sus promotores. “Hemos querido ponernos en situación de quienes habitan ese espacio, y nos dimos cuenta de que precisamente a determinadas horas del día eran los más pequeños. Por eso es una visión a futuro, un legado, una oportunidad”, indicó Borja Gorostiaga. Tratan de conseguir con su propuesta algo flexible que permita adecuarse en el tiempo, “acercar un monumento que hoy en día nos impone tanto y hacerlo nuestro. Nuestro proyecto se basa en la ilusión, que todo el mundo pueda proyectarla y compartirla”. Abogan por un museo de Pamplona que se complemente con otras ofertas culturales y que recoja diferentes actividades.

Metamorfosis, en cambio, es uno de los proyectos más rompedores al apostar por la eliminación del edificio, aunque creando un “poético espacio de rememoración”, en palabras del jurado. Tal y como destacó Jordi Comas, su equipo elaboró un proyecto a escala urbana apartándose del monumento e intentando entender la ciudad. “Tuvimos un debate sobre el patrimonio, qué es y qué no, porque es un edificio que no responde a su época sino a una ideología”. Se trata de convertir la barrera en puerta, lo que les llevó a pensar si la oportunidad pasaba por conservarlo o por que no estuviera. “Nos interesa la memoria del edificio, se tiene que poder explicar porqué fue y cómo fue. Pero creando un nuevo centro, punto de conexión de la ciudad consolidada a los nuevos desarrollos, un recorrido peatonal facilitando la interconexión entre las dos ciudades”.

Destinado a la cultura aunque con diferentes usos en los edificios que actualmente conforman el espacio, El árbol de la memoria quiere que el ciudadano “se haga con el edificio”, que de momento genera un “tapón” al final de Carlos III en el que conformarían un nuevo paseo que conectaría con el Soto Lezkairu eliminando las barreras arquitectónicas con un diseño “limpio, claro y con criterios de urbanismo de género y accesible”. También apuesta por la eliminación de símbolos para posibilitar su resignificación y reinterpretación, y la transformación de la cripta, con un edificio al que le surge una nueva fachada, “hacia abajo”, y un árbol en pleno centro “que transfiera el espacio físico y simbólico”.

Resignificar Maite Mariezcurrena y Oscar Mongay, a cargo de Civitas, abogan por tejer el espacio de la plaza del parque con una comunicación física y visual que alberga un edificio que, además, “se tiene que conocer. Es un patrimonio que sirve para la reflexión, resignificar también pasa por explicar su significado porque hoy en día hay mucha gente que no lo conoce”, indicó Mongay.

Ahora, señaló, es “una especie de Zona Cero dentro de la ciudad, una barrera que impide el paso”, y eso es lo que tratarían de revertir con la eliminación de las arquerías, “que representan un tapón que la ciudad merece poder traspasar”. Abogan por recuperar el templo como lugar de visita y reflexión.

José Ramón Sierra, a cargo del proyecto La casa de todos, hizo un repaso a la historia del edificio en una iniciativa que considera “sin precedentes, una oportunidad para aprender de nuestra historia y mirar hacia adelante”. Visualizan un espacio abierto y flexible en el que tengan lugar todo tipo de eventos, un nuevo salón de encuentro -como es la Plaza del Castillo-, que la amplíe y complemente como otro centro existente para compartir los focos de actividad de la ciudad.

“Requiere una intervención profunda pero no queremos generar espacios que no se utilicen, los programas memoriales o de reflexión están condenados al desuso. Sería abierto y democrático, en contacto con la población, superando los estigmas del pasado. No queremos sustituir el Ayuntamiento pero es una oportunidad para que sus usos se complementen con los de este nuevo edificio y se adapten al siglo XXI”.

Jesús Leache y su equipo, con La puerta del sur, apuestan por conservar el edificio “por su valor monumental, arquitectónico y artístico, histórico y documental”. Su objetivo es generar actividad en el entorno urbano de la plaza, “crear un espacio unitario que no admite ser compartimentado, porque diferentes usos desvirtuarían su esencia arquitectónica”. Así, sería de uso lúdico, recreativo y de tipo hostelero, que genere actividad, “desdramatizando la carga que el edificio conlleva”.

Wu, por su parte, propone crear un nuevo edificio como centro de resolución de conflictos y una biblioteca en el ya existente.

“No hemos querido ser políticamente correctos ni respetuosos con las edificaciones, pero sí con las personas”, avanzaba Germán Delgado, que asume que el edificio debe conectar nuevos crecimientos con la ciudad antigua, reordenando el espacio y dándole continuidad, desacralizándolo, mejorando la conectividad con los nuevos desarrollos urbanísticos y peatonalizando la plaza.