PAMPLONA. Los pamploneses celebran cada año una tradición muy arraigada y poco conocida fuera de Navarra, que es conmemorar, al hilo de la famosa canción del "1 de enero, 2 de febrero, 3 de marzo...", la llamada "escalera de San Fermín", con una misa en la capilla del santo y comidas o cenas entre familiares y amigos.Pero este año, el coronavirus, que está arransando con todo, impide la celebración tanto de las misas en la capilla de San Fermín, ubicada en la iglesia de San Lorenzo, como de las comidas populares, salvo las que tengan lugar en el propio domicilio, debido al confinamiento obligatorio por el COVID-19.

Este sábado, 4 de abril, es día de la escalera, en concreto el cuarto peldaño, y la misa, cómo no, se verá afectada por la situación excepcional que vivimos. Así, la celebración religiosa se oficiará sin público -salvo las personas imprescindibles para la liturgia-, prácticamente en silencio, y estará dedicada a los enfermos y fallecidos por el coronavirus.

La primera misa, la del 1 de enero, estuvo dedicada a Osasuna por su centenario; la segunda, el 2 de febrero, a todos los que llevan el nombre de Fermín o Fermina; y la tercera, el 3 de marzo, fue un homenaje a los Auroros de Pamplona.

En esta ocasión, será una misa con seis asistentes: los que van a ofrecer al santo el cirio en recuerdo de todos los fallecidos, los que van a ofrecer el pañuelo rojo en nombre de los enfermos y los que van a entregar las cuatro rosas por el cuarto peldaño de la escalera, "con la esperanza de que San Fermín tarde o temprano se pueda celebrar", ha comentado a Efe el párroco de San Lorenzo, Javier Leoz.

"Nos parecía un contrasentido vivir un poco al margen de las circunstancias e incluso yo planteé la posibilidad de suspender la misa de la escalera, pero desde diferentes ámbitos de Pamplona me dijeron que no, que necesitamos un rayo de luz, un poco de esperanza y por eso se decidió mantenerla", ha afirmado Leoz.

En esta misa, San Fermín no vestirá de rojo, sino de un color poco habitual: el morado. El párroco ha explicado que en febrero, para la Cuaresma, San Fermín lució un capote morado del siglo XVIII, uno de los que están en su ajuar del museo, que siempre se sacaba en momentos de rogativa, por ejemplo por una sequía, o de pestes.

La última vez que lo había lucido fue en 1885, con motivo de una epidemia de cólera en Pamplona. Esta epidemia fue el origen de la peregrinación conocida como las Javieradas, que cada año congrega a miles de personas en Javier, localidad natal del copatrono de Navarra, San Francisco Javier, quien comparte este título con San Fermín.

En la calle Bajada de Javier, de Pamplona, una placa todavía recuerda el punto del que salieron los primeros peregrinos en dirección a Javier en 1886. Este año, debido al coronavirus, la segunda Javierada tuvo que ser suspendida.

Como el capote estaba muy estropeado, dos personas de Pamplona se encargaron de restaurarlo, sin pensar que, "mira por dónde, San Fermín iba a vestir de morado en otra peste", ha declarado el párroco.

Este sábado, el manto se bendecirá y se dedicará a todas las víctimas del coronavirus en Navarra. Y además, ha asegurado Leoz, "cuando pase esto, que ojalá pase pronto, una bordadora ya se ha ofrecido para hacer una inscripción dentro del manto en memoria de todas las víctimas del coronavirus en 2020".

La parroquia ha hecho asimismo un llamamiento a los pamploneses a colocar este sábado pañuelos rojos de fiestas en ventanas y balcones, ha dicho Leoz, "como un grito a San Fermín en medio del llanto y del dolor".