ueno madre, te voy a dejar. Mañana vendré otra vez. Aprovecha ahora el ratico de sol y date un paseo", le dice Juan Carlos a Margarita. "Ya pasearé, ya. Y en cuanto nos dejen libres verás tú", responde ella. "Qué gambicas van a caer en el Itziar, ¿eh?", añade él. "Y qué vinico... que ya tengo ganas. Además con el hijo, que sabe más rico". Así se despedían ayer madre e hijo. Se veían las caras después de casi tres meses "aunque sea a través de la valla... Es raro, pero alegre", explica el hijo. "Muy bonito", opina la madre sobre el encuentro a ambos lados del muro. "Para los que no hemos estado en la cárcel, ahora nos hacemos una idea", bromea.

La Casa de Misericordia estrenó un formato de visitas que en realidad no son visitas y coinciden con los 45 minutos de paseo de los residentes. Unos puertas adentro y otros afuera, hasta donde permite la fase dos de la desescalada. "Teníamos ganas de verla, este tiempo se ha hecho largo. Mi madre pasó el virus y tuvimos una temporada muy mala. Pero ya se ha pasado todo, gracias a Dios", reconoce Juan Carlos. Siempre han mantenido el contacto. "Tengo cinco hijos, pues cinco llamadas al día por lo menos", cuenta Margarita, a la que no le importaría que esas cinco llamadas se conviertan en otras tantas visitas. "Las que quieran, yo estoy aquí fija. Y aquí me moriré". "Como los demás, madre. Pero no tengas prisa".

Pudieron saludarse desde la ventana y se han llamado a menudo, pero no es lo mismo. Ayer Goya Mancho pudo ver en directo a sus tres nietas. Laura y Julia, las mayores, le enseñaban sus progresos con las piruetas. "Estás rara con ese pelo", le decía a su abuela una de ellas. "Están para achucharlas. Pero verte de cerca ya es otra cosa. Es una alegría, ya te cambia el pensamiento para todo el día", reconoce Goya.

"Se le hace muy pesado, sobre todo desde que los demás podemos salir y ella no. Eso le cuesta. Al menos podernos ver, manteniendo las distancias, es algo", dice su hija Ana Moler. Aníbal Arnesto, yerno de Goya, agradece que "tanto la Meca como su personal se han portado fenomenal. Porque le han pasado videollamadas, vídeos... ha podido ver a las nietas y nosotros hemos podido verla a ella". El matrimonio confía en que "se normalice la situación, salgan y podamos empezar a pasear juntos y estar con la familia, que también es una forma de ayuda. Hablamos mucho del cuidado de la salud, pero a ver qué pasa con la salud mental. No estar con la familia nos afecta a todos", apuntan.

"Es un poco pena no poder darnos un abrazo, pero me ha dado alegría verle. No sé si ya dentro de poco podremos darnos un abrazo y salir a pasear, a comer por ahí... es de lo que tenemos ganas", dice Rubén Agüero tras visitar a su madre Rosa Metauten. "Está perfectamente. Un poco agobiada por todos estos días que ha estado en una habitación. Pero ahora esto de que puede salir un poco le ha dado la vida".

Javier Mina se ha acercado a saludar a su hermana María Ángeles, con la que hace videollamadas "un montón de veces. Pero así por lo menos te ves". Y reconoce que los residentes "lo han pasado mal, porque estar en un cuartico sin salir es muy duro". Confirma la versión Inmaculada Mañeru, que dice estar "muy mal. Lo primero, nos dan muy mal de comer. Y lo segundo, que ya está bien de que nos tengan así", opina. "El virus no me ha llevado, pero psicológicamente esto me va a llevar la mollera. Estamos fatal", confiesa. Reconoce que las visitas a ambos lados del muro "dan algo de alivio, pero eso de que no puedas estar al lado de ellos... Ya no es el tocar, ni el besarlos o agarrarlos. Es el sentir algo de ellos o ellos de mí. Esto es la repera, muy duro. Lo estoy pasando ahora mucho peor que a lo primero. Porque oyes que han abierto esto, lo otro... pero aquí nunca nos llega nada", lamenta.

"Eso de comer en la habitación y estar todo el santo día ahí, excepto el rato este, se hace muy duro", dice María Ángeles Bezunartea. Y a Trini Aos, que entró con lo justo el 14 de marzo "pensando en volver a casa a por más cosas", le pilló la pandemia y ha superado el coronavirus. "A ver cuándo nos dan un poco de libertad. Si los que lo hemos pasado dicen que no contagiamos, ¿por qué estamos encerrados?" pregunta.

Paseos terapéuticos. La Casa de Misericordia recuerda en su web que la Orden Foral que regula la Fase 2 de la desescalada "impide de forma expresa las visitas de familiares en residencias de mayores. La norma autoriza el contacto visual y verbal desde el exterior con las personas que se encuentren en el jardín principal. Deberá realizarse respetando la distancia y separación física entre la vía pública y el recinto. Y está prohibido el intercambio de objetos", que deben pasar por el procedimiento de entrega y cuarentena. Los contactos se realizan "en el horario asignado para el paseo terapéutico de la unidad en la que se encuentre cada residente, que pertenecen sólo a residentes autónomos".

"Verte de cerca es una alegría. Ya te cambia el pensamiento para todo el día"

Residente Casa de Misericordia