el de los cordeleros era aún un oficio en boga en Pamplona, y sus lugares preferentes de trabajo eran la zona del Redín y del Caballo Blanco, aunque también solían ubicarse en algunos de los fosos de las antiguas murallas de la ciudad, así como en la Ronda del Obispo Barbazán. Siempre, eso sí, buscando zonas niveladas y con una longitud suficiente como para desplegar las largas sogas de cáñamo que fabricaban.

La fotografía de Julio Cía recoge precisamente la imagen de uno de estos grupos de cordeleros, que se afana con sus ruedas de madera en la citada Ronda. Han buscado una zona tranquila, en una leve depresión del terreno, en el ángulo que forma la capilla Barbazana con las edificaciones que se levantan tras el ábside de la catedral, y cuyos muros de mampostería vemos a la izquierda. Un lugar al abrigo de los vientos dominantes, y donde el solete del invierno debía sin duda agradecerse.

la zona retratada hacia 1930 permanece perfectamente reconocible, y los cambios operados son pocos y más bien superficiales. Y esto es una buena noticia, pues los muros de la imagen, por su proximidad a la muralla y a la catedral, deben de contarse entre los más antiguos de la ciudad. En la actualidad el oficio de cordelero se encuentra extinguido, aunque su memoria ha perdurado gracias a fotografías como esta de hoy. Sobra decir que no es la primera vez que nos ocupamos de estos esforzados artesanos, como recordarán nuestros fieles seguidores, y en otros artículos de esta serie nos hemos referido especialmente a los Elizari, familia de cordeleros pamploneses por antonomasia.

En cuanto a la Ronda propiamente dicha, lleva el nombre de Arnaldo de Barbazán, uno de los más importantes obispos de Pamplona, y que dio un impulso decisivo a la construcción de la catedral en el siglo XIV.