i la dejamos, seguramente de aquí a unos años será común, como ya lo es parques y jardines de otras grandes ciudades”. El Guarda de Medio Ambiente Daniel García lo tiene claro. Aficionado a la fotografía y en su tiempo libre observador empedernido de la fauna urbana, se refiere a la “cada vez más frecuente” presencia de la ardilla roja (Sciurus vulgaris) en Pamplona. Al parecer, gana terreno poco a poco saltando desde la Comarca, donde no era extraño toparse con ella a orillas del río en Huarte, Villava o Burlada. Ahora comienza a instalarse también en la capital navarra. “Está usando el corredor del río Arga para expandirse, y cada vez es más fácil verla por el barrio, sobre todo en la zona de Aranzadi”, escribía García en la revista Ezkaba de la Rochapea. También son comunes los avistamientos en la Magdalena, en el entorno del cementerio en San Jorge y “mínimo se han instalado tres individuos en la Taconera”, decía tras una reciente y fructífera sesión de fotos.

Daniel describe al simpático roedor: un mamífero de costumbres diurnas totalmente forestal. Aunque ocupa bosques de todo tipo tiene cierta predilección por las masas de coníferas. Hace nidos similares a los de algunas aves en las zonas altas del arbolado, se alimenta de frutos y semillas -preferiblemente piñones y piñas- y a diferencia de otros roedores no hiberna. “Pasa la época fría del año con alimento que ha ido escondiendo y guardando durante el resto del año en sus despensas; huecos de árboles y rocas”.

García reconoce que hasta hace bien poco no se producían avistamientos en la Taconera y que no se conoce a ciencia cierta la causa de su reciente aparición “porque aunque estas especies se vean fácil, no están estudiadas. Nadie hace estudios de ardillas”, concreta. En cualquier caso y sin certezas, achaca su presencia en Pamplona “al aumento de alimento”. Y mantiene su optimismo: “Probablemente se queden. Al menos esa es mi sensación. Si están medianamente tranquilas y tienen alimento, se quedarán”, confía.

El naturalista Alfonso Senosiain, en su día Guarda Mayor de Medio Ambiente y ahora jubilado, confirma que “este otoño se están produciendo avistamientos de ardillas en plena ciudad, especialmente en el parque de la Taconera, aunque ya en estos años pasados se podían observar en parque de la Media Luna y a lo largo de otros enclaves del Parque Fluvial del río Arga, meandro de Aranzadi, Magdalena, etc. Parece claro que esta especie, que fue cazada hasta los años ochenta del siglo pasado y que ocupaba todo tipo de bosques de la Navarra atlántica, submediterránea y pirenaica, está colonizando parques y jardines. En el caso de Pamplona a través del corredor ecológico que son los ríos, con cada vez mejores bosques de ribera. Permiten no solo el trasiego hacia otras áreas, sino la persistencia de la especie reproduciéndose de forma habitual”, argumenta.

Senosiain recuerda que “las ardillas están protegidas en Europa occidental desde finales de los setenta y se han asentado en numerosos enclaves urbanos y periurbanos, alcanzando a menudo mayores densidades que en el medio natural”. Y pone como ejemplo el parque de Paris-Parc de Sceaux, con una superficie de 184 hectáreas y en el que “se han llevado a cabo trabajos de investigación que han concluido que, para conseguir una pervivencia de la especie en el tiempo, es necesario mantener corredores ecológicos para el trasiego de ejemplares de otras zonas que permita un intercambio de genes. También en este parque donde los visitantes suelen alimentar a las ardillas, el estudio dice que esta práctica ayuda a la supervivencia de la especie en este pequeño enclave”, concreta.

Extrapolando ese ejemplo a la capital navarra, este naturalista recuerda que en “nuestro parque de la Taconera, con solo 9 hectáreas de superficie, hace años el Ayuntamiento hizo una introducción de ejemplares que no duraron mucho. Fueron muriendo por atropello al intentar cruzar las calzadas para dirigirse a otros enclaves”. Y opina que “habría que estudiar qué medidas tomar para que las ardillas alegren el parque con su presencia. Este otoño las ardillas están consumiendo el abundante recurso de los hayucos producido por las hayas plantadas después de la muerte por grafiosis de los viejos olmos que poblaban uno de los andenes del parque. Cuando termine este alimento quizás puedan explotar otros recursos venideros como los arces, falsos abetos, robles, etc... Tambien habría que estudiar la instalación de un comedero para ardillas y hacer cumplir la ordenanza para que los perros vayan atados”, finaliza Senosiain.

“Si la dejamos, de aquí a unos años será común, como ya lo es en otras ciudades”

Guarda de Medio Ambiente

“Parece claro que esta especie está colonizando parques y jardines a través del río”

Naturalista