Amaneció nublado, pero a media mañana, el cielo se abrió y los tímidos rayos de sol de principios de noviembre templaron las frías lápidas de mármol del cementerio municipal de San José. La tormenta del coronavirus ha amainado -llevándose a su paso la vida de 1.251 navarros y dejando unas heridas emocionales y mentales que tardarán en cicatrizar- y centenares de pamploneses y pamplonesas pudieron disfrutar de una jornada de Todos los Santos con las costumbres que la pandemia arrebató. Recuerdo sin restricciones.

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Todos los Santos en Pamplona

Uno de los rituales de este día tan emotivo consiste en acercarse al camposanto en familia a visitar al abuelo o abuela que ya no está o a un ser querido que, debido a un fatal accidente o una enfermedad, dejó un vacío demasiado pronto.

Estampas entrañables que la pandemia arrebató, el año pasado el aforo máximo fue de 2.000 personas y las visitas se realizaban en grupos de máximo cuatro personas del mismo núcleo familiar, pero que, afortunadamente, y 730 días después, se han recuperado: niños y niñas agarrados de la mano de sus padres que relatan historietas, familias sentadas alrededor de un panteón embellecido con coronas de flores y velas, gente subida a una escalera para colocar con mimo un ramo en el nicho o personas que se quedan con la mirada fija en la lápida y que se comunican con el difunto a través del silencio.

"He bajado con un grupo de amigos y mis hijas. El año pasado nos turnamos, vinimos por separado y fue una tristeza. Todos juntos da más alegría", relataba Marisa Garcés, vecina de Pamplona. "Como recomendaron que se escalonaran las visitas, nosotros nos acercamos el 3 de noviembre, también para no coincidir con toda la gente a la vez, pero no es lo mismo. Todos los Santos tiene su fecha y siempre hay que respetarla", aseguraba Ricardo Ordóñez.

La pandemia también privó al cementerio de las flores -el año pasado no se permitió acceder con ellas y se debían depositar los días previos- y ayer engalanaron de nuevo las sepulturas. Isa Tudela recortaba los tallos de unas flores secas antes de dejarlas junto a sus seres queridos. "Las frescas se ponen feas enseguida y como trabajamos no tenemos tiempo para bajar todos los días y cuidarlas. Mi madre es mayor y no puede subir a las escaleras a regar las flores", señaló Isa.

Eso sí, Isa había observado menos flores que en un Todos los Santos previo a la pandemia."Hemos visto menos flores y gente. Creemos porque hoy no se puede aparcar el coche y las familias bajaron ayer y el sábado, que el parking sí estaba abierto", indicaba Isa. Lourdes Ciriza reforzaba esa misma tesis: "Vivo en la avenida Bayona y el sábado y el domingo vi a bastante gente camino del cementerio con flores. Hoy hay menos gente que en años anteriores a la pandemia".

Sí que se percibió más alegría, y no solo fue una sensación que rondaba en el ambiente, sino que al no ser obligatoria la mascarilla -excepto si no se mantenía la distancia interpersonal de metro y medio- se advirtieron expresiones que transmitían felicidad: sonrisas, ojos chisposos y fuertes abrazos. "Hemos venido mucho más relajadas y tranquilas porque parece que la pandemia la hemos superado. El año pasado bajamos e involuntariamente no podías dejar de pensar en los contagios, en los ingresos en UCI, si tenías a un familiar o conocido contagiado o confinado en casa", confesaba Loli González.

Homenajes

Coincidiendo con la festividad de Todos los Santos, el Ayuntamiento de Pamplona celebró ayer el tradicional responso ante el mausoleo de Pablo Sarasate, violinista y compositor pamplonés que triunfó internacionalmente en su época. El acto se amenizó con la música de cuatro componentes de la Orquesta Sinfónica de Navarra, que interpretaron las piezas Reverie y Romanza Andaluza, ambas de Sarasate, y la teniente de alcalde Ana Elizalde fue la encargada de colocar la corona de flores en el mausoleo del músico y compositor.

Por otro lado, la Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra (AFFNA-36) y Aneka Elkartea colocaron sendas coronas de flores en el Mausoleo Republicano, que homenajea a las 308 personas asesinadas de Pamplona a raíz del golpe militar contra la II República en 1936 y a los presos fusilados en la Vuelta del Castillo por organizar la fuga del Fuerte San Cristóbal el 22 de mayo de 1938.