España aportó su nombre a la pandemia de gripe de 1918-1920 porque la primera onda se visibilizó y fue muy intensa en Madrid en los meses de mayo y junio del primer año. Además, fue un país neutral en la Primera Guerra Mundial y los medios de comunicación tenían más libertad de información sobre la misma. "El relato de la pandemia de gripe de 1918-1920 está muy manipulado desde su origen y así ha llegado", señala Anton Erkoreka en su libro Una nueva historia de la gripe española. Paralelismos con la covid-19Una nueva historia de la gripe española. Paralelismos con la covid-19.

Lo cierto es que aquella pandemia dejó 40 millones de muertos en todo el mundo, el 2.5% de la población en aquel momento. Más de la mitad tenía entre 15 y 44 años. Según explica, hubo una ola leve en la primavera de 1918. En Europa, el virus dejó de circular en verano, pero mutó y para el mes de septiembre apareció una cepa extremadamente virulenta, A(H1N1). Si bien en navidades casi había desaparecido, en los primeros meses de 1919 volvió a reaparecer pero mucho más benigna. La cuarta ola fue a principios de 1920 y duró tres o cuatro meses, con una virulencia relativa y afectando a muchos niños. En otras partes del mundo se habla de hasta una quinta ola.

En Etxarri

Erkoreka se detiene en su libro en Etxarri Aranatz, donde la pandemia se cebó especialmente. "Su tasa de mortalidad, 61,1 fallecidos por mil habitantes, es la más alta que he encontrado en todas las localidades y territorios de Europa Occidental", destaca este médico y etnógrafo. Así, investigó a fondo en el archivo parroquial, donde pudo consultar sus registros y sobre todo, los libros de difuntos. Este pueblo contaba entonces con cerca de 1.400 habitantes. "La mayoría de los fallecidos en 1918 se concentraron en el mes de octubre, en el que murieron 88 personas. Un mes antes fueron ocho y en noviembre siete", explica. En su intento de averiguar la causa de esta tasa de mortalidad tan alta, consultó también los fallecidos de finales del siglo XIX. Con los datos obtenidos pudo constatar que la población de Etxarri Aranatz hubiera padecido la pandemia de gripe rusa (1889-1890). "No tenía ninguna inmunidad frente al virus de la gripe pandémica", sostiene Erkoreka.

Lo cierto es que la prensa de la época se hizo eco de la situación. "Ayer y hoy se ha recrudecido el tiempo con mucha lluvia y frío, siendo causa de que empeorasen los enfermos, que se quejaban de fuertes dolores y han fallecido siete", se cuenta en una reseña publicada el 10 de octubre. "No siendo fácil encontrar tantos enfermeros como se necesitan, se ha visto el municipio en la precisión de enviar hoy un delegado para gestionar que vengan algunos frailes del convento de Alsasua", continuaba. "De los cuatro sacerdotes que tiene el pueblo, dos están enfermos, y el párroco, persona de edad, tiene un trabajo ímprobo para cumplir su cometido", abundaba.

Aquella gripe todavía queda en la memoria de los y las etxarriarras, sobre todo entre los más mayores. "Había mucha gente enferma en el pueblo y también muchos muertos. Se dejó de tocar las campanas de la iglesia para no asustar a los vecinos", recuerdan haber oído a sus mayores los hermanos Inocencia y Eusebio Marcotegui, de 89 y 93 años respectivamente. Asimismo, rememoran que los cadáveres se llevaban al cementerio en carro. "Los curas no daban abasto para asistir a los enfermos y enterrarlos. Los llevaban al cementerio un fraile de Alsasua y varios chavales, entre los que estaba mi tío. Ninguno enfermó", observa Lucía Ijurko, de 86 años. Al respecto, tiene oído que se tomaba frailebelar, rompepiedras en castellano, una hierba que además de disolver cálculos renales, también se recomienda para resfriados y gripes. "No se podía salir del pueblo. A mi tía, que era una niña, le mandaron a por leche a Bakaiku y le dieron el alto", cuenta. Y es que en Etxarri se estableció el confinamiento perimetral. Asimismo, recuerda de una familia en la que murieron todos los hermanos menos uno, "decían que era el más enclenque", apunta.